Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

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Aportes del psicoanálisis al conocimiento de la mente del niño: El juego

PDF: colas-aportes-psicoanalisis-juego.pdf | Revista: 25 | Año: 1998

EL JUEGO PATOLÓGICO EN LA PSICOTERAPIA INFANTIL

No voy a referirme al juego patológico, como conducta adictiva (en relación con máquinas de juego, ordenador, televisión, …). Intentaré hablar del papel del juego en un tratamiento psicoterápico, así como de sus alteraciones, bloqueos, interrupciones, etc., a todo ese conjunto de elementos llamo el juego patológico en la psicoterapia.

1) El juego en la psicoterapia infantil:

Las ideas expuestas sobre el juego normal, es evidente que tienen su continuidad al hablar del juego en un contexto nuevo, la psicoterapia infantil. Considero que existen dos aspectos del mismo. 1) El juego como elemento comunicativo, que permite por su capacidad simbólica y de personificación, transmitir su mundo fantasmático, y las fantasías inconscientes. Descrito por M. Klein, considerándolo similar a la asociación libre propio del psicoanálisis de adultos. 2) El juego como un espacio elaborativo propio, con características llamémoslas curativas. Ideas expuestas por Freud, en el juego “del carretel”. Y con más detalle por Winnicott, al describir el espacio transicional, imaginario, entre la realidad externa y la interna, espacio en el que el niño con la magia omnipotente, puede domeñar sus deseos y sentimientos y la realidad externa.

Existe una tendencia, sobre todo en U.S.A., a servirse del juego como medio curativo “per se”, en detrimento del papel del terapeuta, y su tarea interpretativa.

Hablaré de mi experiencia, moviéndome por un lado, entre la necesidad de crear las condiciones en la terapia para que el niño pueda jugar, y por otro lado buscar el modo, y momento más adecuado para una intervención o interpretación, que uno sienta adecuada, para ayudar al niño.

Como adelanto, quizás simple, pero siempre presente, intervengo cuando observo que algo interrumpe, bloquea, o introduce un cambio significativo en la secuencia del juego. Buscando detectar la fantasía subyacente, resistencia o defensa ante una emoción latente, a la que evita hacer frente el niño en su actividad lúdica, o un deseo o pensamiento al que no quiere o no puede acercarse. Aquí tengo presente las ideas de Freud, de permitir al niño adueñarse de la situación, a través del juego.

2) Juego y actitud del psicoterapéuta

El espacio de juego en la sesión, como espacio de comunicación. No depende exclusivamente del niño, más bien, la disposición y actitud del terapeuta, paciente, tolerante, no exigente hacia el niño, permite que él, libre y espontáneamente, vaya mostrándose a través del juego. Iré describiendo diferentes formas en las que esa actitud, mediatiza el inicio, o aparición del juego.

Existen niños desconfiados que tímidamente cogen los juguetes, te miran con recelo, no estando muy seguros del adulto que tienen al lado, y que les deje jugar. Vienen aleccionados por los padres, “pórtate bien”, “obedece”, sorprendiéndose al principio. Hablarle en términos realistas, hacerles ver la importancia que para ti tiene, que él pueda hacer lo que quiera, y así podré entenderle. Cuidar lo que se diga o cómo se diga, pues fácilmente puede sentirlo como un reproche, crítica, o intento de seducción.

Tengo el recuerdo de un niño de 10 años, que consultan por una conducta regresiva, enuresis, le dan de comer, evita relacionarse con otros niños, fracaso escolar. Durante la entrevista le percibo con un gran temor, está alerta, tenso, no se sienta relajado, mirándome fijamente. Tras presentarme y decirle, como a todos, (quién soy, mi forma de intentar ayudarle, buscar entenderle para que él comprenda lo que le ocurre. El secreto profesional, así como su libertad para que aquí pueda jugar, dibujar o hablar, pudiendo hacer lo que quiera. Mantiene su mirada fija en mí, y de reojo, poco a poco, y furtivamente va mirando los juguetes. Esto me permite entender, que parece buscar mi permiso, y no se atreve a tocarlos y jugar. Tras decírselo, cambia paulatinamente y comienza a jugar. Recoger y verbalizar algo tan manifiesto y evidente, permite que el niño despliegue su actividad lúdica.

Considero que existen otras situaciones en las que la contratransferencia del terapeuta está ya presente desde un principio, influyendo en su actitud, pudiendo interferir o impedir la creación de este espacio.

Pueden ser estados temporales y pasajeros, que afectan a la capacidad del terapeuta, tales como: cansancio, sueño, gripe, o situaciones personales (conflictos personales, duelos, preocupaciones, …), que te impiden estar atento al niño. Tenemos que ser conscientes de nuestro estado, porque el niño habitualmente percibe nuestra situación, sobre todo en psicoterapia, pues ya nos conoce mejor. Nos mira atento, pendiente, a veces comenta algo para recabar nuestra atención, repite algo, o te pide que juegues, o abiertamente te dicen, “te aburres”, “me has oído”, “has oído lo que dice” (determinado muñeco). Otras veces el niño corta el juego, se mueve por el despacho, mira por la ventana, o intenta abrir los cajones, puertas, … Todo ello uno debe valorarlo, en función del contexto relacional y la disposición propia que describo. Para evitar sacar conclusiones precipitadas y erróneas, atribuyéndolo a conflictos o mecanismos defensivos del propio niño, cuando realmente son reactivas, al no tomar en cuenta nuestra situación personal, en el encuentro con el niño.

Existen otros componentes, más latentes y por tanto inconscientes o preconscientes, que pueden estar presentes. Relacionados con nuestra neurosis infantil y/o conflictiva personal, que en el contacto estrecho con un niño, en una entrevista o en psicoterapia, se reavivan, o te los hacen sentir, por identificación. Mostraré el caso de un niño de 7 años, cuya terapeuta, con una experiencia de psicoanálisis personal de poca duración, me pidió supervisión. El padre del niño se suicidó ahorcándose un año antes. Desde entonces apareció una clínica autodestructiva, en una identificación melancólica, “suicidando”, matando todas sus adquisiciones. Sufrió un gran deterioro en el aprendizaje, en el lenguaje, y en todas sus capacidades y habilidades. Era muy agresivo con todo el mundo.

De forma breve relataré, la aparición en las sesiones de una conducta muy agresiva y destructiva, contra la caja de juguetes, la casa de juguete, y otros muñecos. En los juegos que llegaba a desarrollar, aparecían los accidentes y la muerte de una figura paterna, y luego del muñeco que le representaba. En las sesiones se desorganizaba, agitándose o agrediendo todo, obligando al terapeuta a sujetarle físicamente, para poner límites. Yo percibía en la supervisión, una actitud de la terapeuta, de dejar que la situación llegara hasta el final, no interviniendo o interpretando. Comentaba que se sentía bloqueada. No podía pensar.

Una circunstancia fortuita, como la realización de unas obras inesperadas, obligó a cambiar el lugar donde se realizaba la psicoterapia, por el despacho habitual suyo. La sorpresa, fue comprobar el cambio del niño. Su juego era más organizado, sin la actuación destructiva, menos agresivo, pudo hablar mejor trayendo problemas e inquietudes relacionados con el colegio, estudios, otros niños, etc. Esta situación llevó a una reflexión de la terapeuta, “creo que empecé la psicoterapia asustada por la agresividad del niño, esto influyó para que en vez de verle en mi propio despacho, donde existen objetos personales y decorativos, me decidiera por otra sala, que al no tener nada, (impersonal), no estaba preocupada que lo rompiera”.

De alguna forma la terapeuta, inconscientemente, captó la intensa agresividad edípica (y la culpa consiguiente, reforzado en este niño porque el padre se mató, impidiéndole tener la experiencia de un padre suficientemente fuerte, para tolerar su rivalidad y la agresividad). La terapeuta asustada al escoger la sala impersonal, en lugar de su propio despacho personal, se había identificado con el padre muerto. El despacho como marco físico, es un continente que refleja el continente mental del terapeuta, presente en la actitud personal. De ofrecer un continente mental, un encuadre, que tolere y se haga cargo del mundo interno del niño. Winnicott tiene una frase, en la que insiste en la importancia para el niño de que el terapeuta sobreviva, (como los padres), a su agresividad, para poder hacer uso del objeto de juego, y poder jugar, al ofrecerle un espacio vivo, personal, donde poder compartir sus temores, fantasías, así como su deseo de vivir.

El encuentro con un niño, tanto en entrevistas diagnósticas como sesiones de psicoterapia, está enmarcado en el objetivo de buscar una comunicación, a través de los medios de los que disponga, para hacerte llegar sus dificultades, inquietudes, temores, fracasos, deseos, etc.

El niño busca un espacio en el que se sienta entendido, poderse sentir seguro con un adulto, para mostrar algo personal e íntimo. Uno debe captarlo, percibir señales, gestos, … para poder colocarte en su lugar, y mostrárselo, para que se sienta comprendido. Recuerdo un niño de 11 años, con una importante depresión, un retraimiento social y afectivo, pesadillas frecuentes. Desencadenado a partir de la separación de los padres, hace 2 años. El niño durante la primera entrevista muestra un aspecto muy triste, decaído y retraído, parece ensimismado, mirando con desgana todo, no mostrando interés por los juguetes, pinturas, ni por jugar.

Observo que se toca levemente una herida de la mano, al preguntarle por ella, me contesta “una gata me mordió, porque mi hermano le quitó la comida… tenía mucha hambre, … al acercársela para dársela, me mordió, … luego ella me chupó la cara”. Esto me permite detectar, lo que proyectivamente coloca en la gata. Admitiendo que él también reacciona como la gata, sintiendo rabia y ganas de morder cuando le quitan algo que él quiere. Me dice que se encierra en su cuarto cuando siente esa rabia. Mientras habla, cambia su actitud y su mirada hacia mí. En la siguiente entrevista, empieza a jugar directamente, escenificando una temática persecutoria, de “unos malos que roban y matan, escondiéndose el resto de los muñecos dentro de una casa”. De alguna forma me mostraba el uso de unos mecanismos disociativos, la proyección de su voracidad y agresividad, para retraerse subsiguientemente, inhibirse y no atreverse a mostrarse.

Aunque más tarde hablaré de la alteración del juego, y del juego patológico expresión de la conflictiva psíquica y las defensas desarrolladas, presentes en este niño. Quiero poner el énfasis, ahora, en el encuentro, en el que pude captar y observar el, “toque” leve de su herida, permitiéndome acercarme a él, a través del único medio que mostraba. Creo que ello le hizo confiar, para hablar, y poder jugar en la siguiente entrevista.

Otras veces los niños pueden poner a prueba tu capacidad de comprensión, de tolerancia, en silencios, en los que ni habla, ni dibuja, ni juega. Guiándote exclusivamente del contacto al darle la mano en el encuentro, o en la despedida, o por sus miradas, etc. Describiré con detalle dos entrevistas diagnósticas de un niño que tengo en psicoterapia, desde hace 5 años, del que hablaré en diferentes apartados de mi exposición.

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