Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

Teléfono: 640 831 951sepypna@sepypna.com
Domicilio social: C/ Sta. Isabel, 51 - 28012 Madrid
Aula formación: C/ Montesa, 35 - 28006 Madrid

Catalina nunca duerme sola

PDF: hayez-catalina-nunca-duerme-sola.pdf | Revista: 37-38 | Año: 2004

SESIÓN SIGUIENTE, DESPUÉS DE 15 DÍAS, CATALINA SOLA; LUEGO, CATALINA Y SU MAMÁ

  1. Catalina, bastante decepcionada, debe convenir que, por el momento, su proyecto permanece letra muerta, aunque sus padres se han mostrado motivamentes y que se han puesto de acuerdo en una recompensa: un fin de semana con toda la familia en Disneylandia.

    Le volvemos a decir, con palabras de su edad, que, sin duda, ella maneja su comportamiento en función del mejor equilibrio que siente como mejor en el momento y que no se arriesga a perder la estabilidad, aún cuando sea de manera transitoria.

    Ella responde que, desde hace poco, sus miedos nocturnos han aumentado: vampiros, murciélagos podrían llegar a atacarla. Continuamos tratando sus angustias según un modelo cognitivo ya comentado (detallar los miedos, intercambiar informaciones con respecto a ellos, llamar su atención sobre el funcionamiento de su imaginación, recurrir a un “pare mental” precoz y a la imaginación positiva como reemplazo).

    Buscamos juntos imágenes y escenarios a los cuales podría recurrir: ya sean los favoritos o sean otros donde sus agresores (por ejemplo los vampiros) serían eliminados por su héroe favorito: escoge Jerónimo, una forma de Popeye de las tiras cómicas belgas, imaginamos en sesión escenarios enérgicos donde Jerónimo se deshace de los agresores, introduciendo en ellos, a una niña –una chiquilla de una decena de años– amiga y ayudante de Jerónimo: elaborando juntos los escenarios, llegamos a que esta niña tome un rol cada vez más activo. Invitamos a Catalina a hacer trabajar su imaginación en la casa, como acabamos de hacerlo en sesión. Al final de la misma, ella afirma que quisiera dormir en el cuarto de los niños con su hermano y que se esforzará durante los quince días que vienen.

  2. Con la mamá y Catalina, hablamos todavía del proyecto de la chiquilla y de los arreglos que requiere de la parte de los padres y concluimos esta parte de la discusión acordando que harán todo lo que es posible.

    Sin embargo, la sesión con Catalina sola nos ha trastornado, nos preguntamos si, en nuestra propia representación mental de lo que pasa, no privilegiamos demasiado la dimensión “adicción-hábito muy fijado” con respecto a la importancia todavía actual de las ideas ansiosas y depresivas. Pero si hay angustia, cuando el ambiente de Catalina parece tan tranquilo, entonces no puede ser otra cosa que la re-evocación nocturna racionalizada, deformada de un núcleo ansioso o ansioso-depresivo más radical, más inconsciente, traumatismo interno introyectado a un momento mucho más precoz de la vida de Catalina (4).

    Insistimos más firmemente con su madre, que, hasta ahora, presentó la historia de vida de su familia y de Catalina como igual: “Casi no es posible. Alguna cosa muy antigua debe darle todavía miedo a tal punto que no estar cerca de usted, le hace temer la peor catástrofe… Busque un poco más. ¿Por qué podría haber sido «marcada»?”

    Y la madre, como siempre sobria de afectos responde: “Probablemente no tiene ninguna importancia, pero, antes de Catalina, yo perdí cuatro bebés (en efecto, se trata de cuatro abortos espontáneos)…? Ella solo puede hablar tímidamente de su tristeza y de la inseguridad ligada a estas pérdidas y el deseo desesperado de la pareja de tener al fin un niño… Embarazada de Catalina, aún hace dos amenazas de aborto, una a tres meses (quince días de cama) y otra a los seis meses y medio (en cama hasta el nacimiento); en ese momento, recurrió a la sofrología: todavía se escucha decir a su bebé en voz alta y sosteniendo su vientre: “Quédate…. Sosténte”. Ella añade que al nacimiento de Catalina, ella todavía sentía un gran estado de inseguridad y de incredulidad (“¡no es posible que ella haya nacido pese a todo!”) y que vivió las dos-tres primeras semanas del nacimiento en una especie de “sueño despierto” donde nadaba en una felicidad incrédula. Por el contrario, dice espontáneamente: “tuve problemas en apegarme al segundo, Julián, porque él nació quince días después de la muerte de mi madre, que me hacía mucha falta”.

    Hacemos algunos comentarios: quizá Catalina fue impregnada muy precozmente por este “pedido de sostén” ansioso, vital para la madre; y luego quizá obedeció, mucho más tarde en su vida, a esta “huella de su madre en ella”: en un momento en donde la pena y el miedo de la pérdida salían de nuevo poderosamente, hacia la edad de 5 años, ella de nuevo se sostuvo… Quizá incluso, cree que hoy en día, todavía debe hacer eso tanto para su madre como para ella misma, sin preguntarse verdaderamente si su madre lo desea todavía… Incluso, porque lo que sucede, cuando nos expresamos de tal manera, es que cada uno accede gentilmente y entonces la madre se impide de añadir: “yo ya no lo necesito”. En el momento mismo no nos damos cuenta que podríamos haber invitado a la mamá a hablar más sobre lo que vivió a raíz de la muerte de su propia madre. Nos separamos sobre la recomendación reiterada de hacer lo que es posible, ni más, ni menos.

SESIÓN SIGUIENTE, DESPUÉS DE 15 DÍAS: CATALINA SOLA; LUEGO, CATALINA Y SU MAMÁ

  1. En respuesta a nuestras preguntas, Catalina cuenta que sigue durmiendo en la cama cerca de su mamá; y aunque todo el mundo acepta este comportamiento, ella se siente decepcionada de sí misma. Aparte de esto, se siente feliz de vivir y no tiene grandes preocupaciones… salvo que su bisabuela materna acaba de morir y que de nuevo, ciertas imágenes la invaden, donde la muerta viene a buscarla: hablamos sobre el tema, del mismo modo que lo hemos hecho antes con respecto a la abuela materna. Volvemos a hablar también de la sesión pasada: Catalina comprendió bien, a grandes rasgos, las angustias de su madre con respecto a su nacimiento, pero pide alguna que otra explicación complementaria (“las pérdidas de sangre”).
  2. A su llegada, la mamá también vuelve a hablar de la muerte de la bisabuela de Catalina: ella piensa que Catalina ha vuelto a vivir un choque emocional, no por el vínculo con esta abuela, sino porque la muerte pasó en el mismo lugar, a la misma hora (22 horas… la hora donde uno se duerme), y con el mismo protagonista (el abuelo materno que había acogido a la abuela en el domicilio). “Por otro lado, Catalina volvió a dormir un día en mi cama” (lo que la niña no me había dicho).
  3. Volvemos a hablar de la sensibilidad de Catalina y de las ideas que pueden pasar en ella y hacerle sentir más fuerte, la noche, la “necesidad de mamá”. Todo el mundo está de acuerdo para aceptarlo, pero la madre señala, una vez más, el contraste entre este comportamiento y las actitudes de Catalina en la jornada, donde “ella es muy independiente”. Hablamos entonces de las diferentes facetas de las cuales puede estar hecho un ser humano y del enfrentamiento en nosotros de fuerzas progresivas y otras más regresivas.

    Proponemos que, para que Catalina vea más claro y viva más experiencias de serenidad, que continuemos hablando de lo que se vivió alrededor de su nacimiento y cuya huella permanece quizá en ella, confusa, como una orden interior obligatoria. La madre retoma lo que había dicho la semana pasada con una tonalidad emotiva bastante triste. Ella recuerda la sofrología (“yo le decía: no te vayas”. Otros recuerdos vuelven ahora, que crean fisuras en la imagen de felicidad perfecta postnatal que había escenificado hasta ahora: su suegra le habría dicho despreciativa: “tu te aferraste de tal manera… y no es más que una niña”. A los ocho días, Catalina tuvo 40 grados de fiebre, la madre se angustió y el médico llamado se burló de ella (“no es más que un fuerte resfriado”). Tantas experiencias de agresión que explican que se aferró un poco más a Catalina, como a un tesoro precioso.

    Comentando todo esto, es fácil emitir la hipótesis que, hoy día todavía Catalina quizá ha encontrado el medio de responder, a un momento bien simbólico, a la invitación de aferrarse, autorizándose al mismo tiempo una vida autónoma durante el día. Quizá se le ayudaría a renunciar a esto, si su madre le hace comprender más activamente que ya no necesita más de su hija cerca de ella durante la noche… Pero la madre calla, con una sonrisa triste… Adivinamos que un viejo pánico no la ha dejado todavía.

Páginas: 1 2 3 4 5 6 7

Subir