Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

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Estudio de la construcción mental de los vínculos intergeneracionales en el abordaje psicoterapéutico grupal de adolescentes con conductas antisociales

PDF: quiroga-construccion-mental-vinculos-intergeneracionales.pdf | Revista: 41-42 | Año: 2006

Por último, los desarrollos de Winnicott (1990) afirman que la falta de integración familiar interfiere en el desarrollo emocional. Este autor destaca que la relación madre-hijo constituye el contexto donde se desarrolla la personalidad del niño, y enfatiza la delicada dialéctica entre el contacto y la separación, que permitirá tanto el desarrollo de las capacidades de relacionarse como las de estar solo. Así, cuando no se cuenta con una madre empática, se establecen vínculos adhesivos como manera de enfrentar el vacío; aparece el miedo al derrumbe que es entendido como una falla en la organización de las defensas que sostienen el self y que puede transferirse al miedo a la muerte; el paciente busca compulsivamente la muerte que ya ocurrió pero que no fue experimentada (1963). Quiroga (1994) establece una correlación entre las ideas propuestas por Winnicott y lo enunciado por Marty (1968) como depresión esencial, Kreisler (1976) como depresión fría y Green (1972) como complejo de la madre muerta, en donde la madre se declara ausente para el bebé y no puede ofrecerse como objeto de satisfacción de las necesidades. Estos desarrollos confirman lo enunciado por Winnicott acerca de que el acto delictivo constituye una apelación a las figuras paternas que han fallado en su función. La tendencia antisocial en el niño, es en realidad, un llamado a otro que pueda ocuparse de él.

2.4. Perspectiva transgeneracional

Desde la perspectiva transgeneracional consideramos lo planteado por André-Fustier y Aubertel (1997) acerca de que “Todo individuo adviene siempre a una historia que lo preexiste, de la cual es a la vez heredero y prisionero. Un individuo no puede inventar totalmente su propia historia, se ancla en la que le ha sido legada por sus predecesores; es partiendo de estos datos como va a construir su identidad de sujeto y a tomar un lugar en el conjunto familiar”.

La clínica de este grupo de adolescentes con patologías que se centran en la actuación, es un campo particularmente interesante para observar y/o investigar la transmisión de la vida psíquica entre generaciones.

En este sentido, Quiroga (2001) plantea que la presencia de lazos familiares de tipo simbiótico subyacentes, que han estado sosteniendo patologías narcisistas, pueden desencadenar en la adolescencia duelos patológicos en la totalidad del grupo familiar. Considera relevante la presencia de fallas en la díada primaria por un estado patológico de la madre: tal estado del psiquismo materno ha influido en la historia infantil del niño, condicionando la aparición de una depresión temprana con poca o ninguna posibilidad de elaboración psíquica, que suele reaparecer en la adolescencia en forma de autodestrucción actuada. Por esta razón, destaca la importancia que tienen los estudios que apuntan a investigar sobre la significación que tiene la presencia del vínculo con el otro en los momentos primarios de la constitución del psiquismo, como determinantes de las disposiciones autodestructivas.

A partir de estas consideraciones, plantea que en psicoanálisis no es suficiente el abordaje de la dimensión del campo terapéutico individual y que es imprescindible considerar la dimensión familiar y en especial el aspecto transgeneracional (Faimberg, 1985; Kaës, 1976), lo cual implica el diálogo con la dimensión cultural. El contexto familiar real es estructurante tanto de los vínculos primarios constitutivos del narcisismo como responsable de la estructuración edípica. En ambos, las vicisitudes pulsionales del hijo tienen influencia recíproca sobre las carencias, deseos y fantasías de los padres. De la conjunción de ambos términos resulta una inscripción absolutamente singular en el aparato psíquico del niño.

Carel (1997), por su parte, plantea la hipótesis de un proceso de tipo “traumatismo, fijación y aprés-coup generacionales” cuya transmisión estaría garantizada por las reglas familiares que rigen la tramitación del patrimonio superyoico. Esta hipótesis se desarrolla de la siguiente manera: una situación familiar traumática (una de cuyas formas típicas es la coincidencia temporal nacimiento-muerte, genera una representación vidamuerte (Guyolat, 1980) que desorganiza el sistema de valores de una manera en la cual el desamparo es vivido como desorden del mundo y la figura del padre se melancoliza (Guyolat, 1995). Desde este momento, la instancia superyoica ya no tiene la misma capacidad reguladora de las pulsiones. La relación entre “las fuerzas antagonistas” entre pulsión de vida y de muerte, y la prohibición, ya no se establece dentro de un adecuado compromiso neurótico y con una modalidad atemperada. Esta relación tiende a volverse dilemática y “paradojal”, con una violencia fundamental representada en vida-muerte, pulsión-prohibición, uno u otro.

Maldavsky (1991) destaca de los trabajos de Abraham y Torok (1978), Faimberg (1985) y Kaës (1993) la circulación y la eficacia intersubjetiva de ciertos acontecimientos jamás narrados, que parecen atenerse a una lógica primitiva de transmisión, a la que Freud (1933a) denominó telepática, y que supone el principio de que dos cuerpos hacen uno. Agrega que lo que en una neurosis traumática aparece como incitación exógena desmesurada, en la generación siguiente, incluso como parte de su procesamiento, se expresa como perturbación tóxica, tal como aparece en la promiscuidad, los incestos consumados, la adicción, la epilepsia o la criminalidad.

André-Fustier y Aubertel (1997) proponen que el individuo no puede construir por completo su propia historia: ancla en una historia familiar que lo precede, de la cual va a extraer la esencia de sus fundamentos narcisistas y a tomar un lugar de sujeto. Las generaciones precedentes le transmiten una herencia psíquica (Granjon, 1990) que se puede subdividir en:

  • Una herencia intergeneracional: constituida por vivencias psíquicas elaboradas: fantasías, imagos, identificaciones, que organizan una historia familiar, un relato mítico del cual cada sujeto puede tomar los elementos necesarios para la constitución de su novela familiar individual neurótica.
  • Una herencia transgeneracional: constituida por elementos en bruto, no elaborados, trasmitidos tal cual, surgidos de una historia lacunar, marcada por vivencias traumáticas, por no-dichos, por duelos no hechos. Como no han sido elaborados por la generación o las generaciones precedentes, estos elementos en bruto hacen irrupción en los herederos, atravesando su espacio psíquico sin apropiación posible.

Kaës (1993) plantea que la transmisión se organiza a partir de lo negativo, a partir de lo que falta, y falla, y señala que esto ya había sido desarrollado en 1914 por Freud en “Introducción del narcisismo” (1914) al proponer que el niño se apuntala sobre lo que falta a la realización de los “sueños de deseo” de los padres. Considera que no solamente a partir de lo que es falla y falta se organiza la transmisión, sino a partir de lo que no ha advenido, lo que es ausencia de inscripción y de representación, o de lo que, en la forma del encriptado, está en éxtasis sin ser inscripto.

Por otra parte, Kaës (1997) plantea que es a través de las alianzas inconscientes como se efectúa la transmisión. Las alianzas inconscientes están destinadas, por función y por estructura, a permanecer inconscientes y a producir inconsciente. Sobre las funciones co-represoras y más generalmente co-defensivas constitutivas del inconsciente, la hipótesis básica que sugiere es que en todo vínculo intersubjetivo, el inconsciente se inscribe y se dice muchas veces, en muchos registros y en muchos lenguajes, en el de cada sujeto y en el del vínculo mismo. El corolario de esta hipótesis es que el inconsciente de cada sujeto lleva la huella, en su estructura y en sus contenidos, del inconsciente de otro, y más precisamente, de más de un otro.

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