Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

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Dependencia del Messenger

PDF: mabres-dependencia-messenger.pdf | Revista: 45-46 | Año: 2008

En estos casos el adolescente siente que Internet es el único lugar donde puede sentirse bien, pero a la larga aparecen la soledad y la reducción del bienestar psicológico.

Hace pocos días unos padres me hablaban de su único hijo –Fabio–, que con 14 años está siempre en casa, es muy reservado, no muestra interés, ni le preocupa nada. No quiere salir nunca con ellos, ni tampoco con los amigos. El padre le propone hacer juntos algún paseo en bicicleta pero él lo rechaza porque no quiere que nadie le vea con casco por la ciudad, cosa que el padre considera primordial para ir de forma segura. Se pasa los fines de semana estirado en el sofá viendo la televisión o jugando con la consola. A veces pide que el padre juegue y éste se esfuerza en juegos de fútbol, en los que el chico le gana. Si le proponen ir al cine, incluso eligiendo él la película, les dice que vayan solos. No invita amigos a casa, ni tampoco le invitan a él. Se ha hablado de la salida que la escuela hará a la nieve y se niega rotundamente a ir, no pudiendo explicitar los motivos. Los padres tampoco son capaces de pensar qué le debe pasar, sienten que si no se explica ellos no saben y que, si le fuerzan, no están dejando que sea él mismo. Siempre se han sentido muy irritados por este hijo que les ha obligado a estarle encima de manera continuada y que ha reaccionado con una actitud de pasotismo ante todo.

Últimamente ha ido cogiendo dinero de sus abuelos a escondidas, en pequeñas cantidades hasta llegar a tener lo suficiente para comprarse dos game boys diferentes, a pesar de que ya tiene una consola.

Fabio es un chico emocionalmente inmaduro que presenta una importante dificultad para conectar y expresar sus sentimientos, así como falta de recursos para relacionarse y comunicarse. Los padres, que presentan también cierta cerrazón (por ejemplo, cuando deciden que en casa no entrará ningún ordenador), se sienten hondamente decepcionados por tener este hijo que no se esfuerza ni se interesa por nada, es tan arisco y dependiente. Consideran que en el colegio lo «pasan» de curso sin tener el nivel ya que ellos no le han visto nunca estudiar, aspecto no corroborado por la escuela. Se les ve crispados, destacando el tono de sorna, sobre todo de la madre, que, a pesar de sufrir una enfermedad muscular crónica que le provoca dolor y rigidez, no suele hablar de ella, como tampoco es capaz de ir más allá de la conducta del chico, ni mostrar empatía frente a su abatimiento, temores y falta de recursos que lo llevan a aislarse; ambos padres presentan grandes dificultades para poder valorar alguna cosa de él y apoyarlo adoptando una actitud de resignación.

Considero en este caso que no se trata de una adicción, si bien podría derivar hacia ella en la medida en la que este chico esté tan poco apoyado, se vaya retrayendo cada vez más, no se le ayude a desarrollar más recursos relacionales y de intercambio con los iguales, y se le permita que se refugie en los juegos como la única cosa en la que se siente hábil, controla y le proporciona una satisfacción.

Cuando el abandono de los mecanismos infantiles de funcionamiento se hace especialmente costoso y el adolescente se siente muy inseguro delante de la etapa que inicia, se engancha de forma regresiva al mundo lúdico y se resiste a hacer cosas que no comporten una satisfacción inmediata. Los juegos de consola y de ordenador ofrecen la posibilidad de seguir recreando un mundo mágico y omnipotente en el que los límites de la realidad no están presentes. Sin embargo, algunos juegos comportan elementos de estrategia que estimulan el pensamiento; otros, con temática de deportes, favorecen los reflejos y la competitividad; todos ellos implican un componente relacional entre los afi cionados.

Hablemos del Messenger

Hace unos años, la manera de conectarse los adolescentes cuando no podían verse era el teléfono fijo; luego pasaron al móvil, al que se ha añadido la mensajería instantánea, o Messenger, que permite mantenerse en contacto permanente con los iguales (Balaguer, 2005). Con la pantalla del ordenador encendida de manera constante, se está en contacto con una o más personas al mismo tiempo. Se trata de una comunicación sincrónica entre diversos usuarios, conocidos entre ellos o a través de un amigo común. Interactúan escribiendo mensajes que llegan al destinatario de manera instantánea. También permite mostrarse ausente delante de los otros, pudiendo ver quién está conectado. Es una manera más de interacción con los iguales que intervendrá en la construcción de la identidad adolescente como tal.

Supone la recuperación de la comunicación a través de la palabra escrita, algo más activo que ver la televisión; el lenguaje que utilizan es absolutamente informal y lleno de abreviaturas como las de los mensajes de los móviles. También se mezclan símbolos a base de puntos, comas y paréntesis que expresan estados de ánimo que tienen el equivalente en unos dibujitos llamados emoticones, contracción entre ‘emotion’ e ‘icon’. Permite también intercambiar fotografías, así como verse y oírse si se dispone de webcam.

No se da importancia a la ortografía ni a la sintaxis, ya que lo que predomina es la inmediatez del intercambio, a veces de forma vertiginosa; hay que responder rápido, brevemente, y mantener el ritmo para que la otra persona no se despiste y se vaya o se centre en otro. No obstante, se pueden desarrollar contenidos, si bien la reflexión y la matización que permite el mail, aquí no es posible. Por encima de todo, lo que hay es una gran desinhibición al no estar “vis a vis”. El chat opera como un instrumento de entrenamiento en la comunicación efi caz en tiempos de atención lábil. Utilizando la menor cantidad de elementos, palabras y signos, se transmite la idea central. Hay que evitar la caída de la atención y transformarse en objeto zapping (Balaguer, 2005).

El chat es como una “lluvia de ideas” que tiende a liberar los comentarios, permitiendo que puedan surgir tanto chispas creativas como observaciones banales y fácilmente olvidables. Esta liberación desinhibida que brinda el chat, muchas veces hace sentir insatisfacción al salir de la conexión, ya que la realidad impone límites y sacrificios a los impulsos y en la que uno es visto con otros aspectos no tan controlables. Muchos adolescentes expresan sentirse cortados al expresarse en directo y, en cambio, chatean con mucha facilidad.

A continuación presentaré los casos de dos chicas muy contrapuestas en el uso que hacen del Messenger.

A la primera la llamaremos Laura. Tiene 14 años y recientemente está volviendo a faltar a la escuela. Vino derivada la pasada primavera por el servicio de urgencias de un gran hospital con el diagnóstico de depresión con amenaza de autólisis, a raíz de una discusión con los padres en los que pide que la madre le tiña los cabellos cuando ésta llega por la noche después del trabajo. La madre cede, pero el resultado no le gusta a la chica, y exige que se lo repita. Delante de la negativa de la madre, amenaza con tirarse por el balcón. Todo eso pasó poco tiempo después de que se iniciase sexualmente con un chico y que llegase a pensar que se había quedado embarazada y que, en este supuesto, él se desentendería.

Desde mi punto de vista, se trata de una chica que sufre un trastorno límite de personalidad por la dificultad para pensar, la impulsividad, la tendencia a actuar de manera inmediata y la importante negación y disociación de los afectos alternada con momentos en los que también puede conectar con el sufrimiento que siente por no ir a la escuela, no tener unos horarios y frente a su tendencia a la actuación que, entre otros cosas, la lleva a precipitarse en la relación con los chicos sintiéndose luego poco correspondida por ellos. Se explora la posibilidad de un abordaje psicoterapéutico y que los padres sean orientados por otro profesional del equipo, al tiempo que se indica una medicación. Se prevé también la posibilidad de abordaje en Hospital de Día. En este período exploratorio se pone de manifiesto el desbordamiento de los padres, que se ven incapaces de contenerla.

Es hija única y el padre es quien se ha cuidado más de ella, ya que la madre siempre ha trabajado hasta tarde; se trata de un hombre que siempre ha tenido dificultad para ponerle límites y que pierde los estribos con facilidad frente al carácter hostil, verbalmente agresivo y desafiante de su hija. La madre es una figura más próxima en cuanto a complicidad y diálogo, aunque tiende a aliarse con la chica y se muestra en desacuerdo con el padre. Laura sentía por aquel entonces del inicio de la consulta que por lo poco que quedaba de curso no valía la pena volver a la escuela, ya que había suspendido y esperaba repetir en un lugar nuevo, junto a su amiga inseparable. También le costaba levantarse por las mañanas, tanto por su descontrol horario –se conectaba a Internet hasta muy tarde– como por la medicación que tomaba.

En septiembre organizamos un tratamiento psicoterapéutico semanal. En casa seguían las situaciones extremas, ya que la chica no toleraba ninguna frustración. Solía exigir cosas como que la llevasen fuera de Barcelona a ver a su novio, que la dejaran dormir con él en casa, o, ponerse a chatear de madrugada. En una ocasión el padre se opuso y la chica le insultó de tal manera que él la cogió por los hombros para tratar de parar sus increpaciones, entonces la chica se puso a gritar como si le hubiese pegado con unos chillidos que despertaron a la madre que trató, como pudo, de calmar la situación.
Esta chica tiene muchas dificultades para contener la ansiedad, tolerar cualquier límite o frustración, y no está pudiendo seguir el ritmo de la nueva escuela, a pesar de que en la misma intentan ayudarla; ella misma no sabe si quiere volver al colegio anterior. La falta de relación con unos objetos sólidos y contenedores, al tener unos padres tan desbordados, así como la confusión y la dificultad para adquirir una autonomía adecuada a la edad la han llevado a lanzarse a conductas de riesgo de tipo sexual y actitudes desafiantes ante los adultos, padres y/o profesores, como si ésta fuera la auténtica independencia. Durante los dos trimestres del curso anterior en que no fue a la escuela se acostumbró a dormir, chatear y salir con los amigos de la calle, de los cuales habla de manera idealizada: “La calle está llena de gente que ni estudia ni trabaja y no les pasa nada”. Considera normal su situación y exige que no la obliguen a ir a la escuela y la dejen estar en casa con sus cosas y sus hábitos: dormir, chatear, modificar fotos, enviarlas, salir con los amigos, sobre todo chicos, a pesar de que estos “le fallan” a menudo… hasta que cumpla los 16 en que ya trabajará. Con los chicos tiene una relación muy fluctuante, que tiende a la promiscuidad. Fuma tabaco y también consume algunos porros. No puede con las cosas de su edad y se lanza a hacer cosas de más mayor en un ambiente de amigos y relaciones que considera que es el único que existe. El chat es la búsqueda desesperada de alguien que la pueda satisfacer, que pueda estar por ella de manera inmediata, una compañía omnipresente, ni que sea superfi cial, que no la censure, que le permita sumergirse en un mundo irreal y compensatorio, en un momento en el que no sabe como quiere ser ni hacia donde ir, sintiéndose con pocos recursos.

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