Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

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Hiperactividad y trastornos de la personalidad I. Sobre la hiperactividad

PDF: lasa-hiperactividad-trastornos-personalidad.pdf | Revista: 31-32 | Año: 2001

Esta revisión permite sintetizar que en la literatura científica reseñada:

  1. El niño hiperactivo ha sido conocido y descrito por lo menos desde principios del siglo XIX, en todos los países con tradición psiquiátrica y con una gran semejanza clínica en cuanto a los síntomas principales.
  2. Las denominaciones que ha recibido son múltiples en función, sobre todo, de la diversidad de síntomas asociados y de la heterogeneidad de variantes clínicas, y de las diferentes hipótesis etiológicas.
  3. Ha persistido la indefinición de criterios diagnósticos que permitan delimitar qué casos son incluibles o no en la categoría, o cuantificar objetivamente la severidad del trastorno.
  4. La diversidad de posiciones de los autores, que pueden considerar que la hiperactividad forma parte de un conjunto psicopatológico asociado e inseparable de otras dificultades psicológicas o, por el contrario, otorgarle la consideración de síndrome o enfermedad específica.

El informe de los expertos del instituto de salud mental de Estados Unidos (NIH consensus conference statement on ADHD, 1998).

Como colofón y conclusión de esta revisión histórica resumiremos el más reciente informe de expertos existente, que tiene un gran interés por su procedencia y por la experiencia y cantidad de los expertos participantes, porque reconsidera todos los trabajos hasta entonces publicados, porque establece unos criterios consensuados entre opiniones contrapuestas, y porque reactualiza muchas de las consideraciones y discusiones precedentes…y de las futuras. También resulta llamativo que, a pesar del peso institucional y científico que lo avala (el Instituto Nacional de la Salud de Estados Unidos y los autores con más altas cotas de trabajos publicados al respecto) y de sus cuidadas matizaciones obligadas por su carácter de documento “político”, no ha tenido sin embargo tanta acogida y audiencia en los medios habituales como otros “informes” mucho menos documentados y más sesgados y cuestionables. Seguramente conviene reflexionar sobre el porqué de este relativo silencio.

El Instituto Nacional de la Salud USA encargó este informe porque la hiperactividad se había convertido en este país en un problema social y de salud pública, sobre todo por la frecuencia creciente tanto del diagnóstico como del consumo de anfetaminas destinadas a su tratamiento, en muchos casos como tratamiento exclusivo. El fenómeno había llegado a despertar la atención y la inquietud de muchos medios de comunicación.

Como hemos señalado un fenómeno parecido ya se produjo en los años setenta, pero las recomendaciones de prudencia en cuanto al diagnóstico y las limitaciones en la utilización de anfetaminas de entonces (concretamente se consideraban contraindicadas por debajo de los seis años) no evitaron el incremento espectacular de los años noventa, que algunos han calificado de “dramático” (ZITO, SAFER y cols, 2000; DOUBLE, 2002).

El diario “New York Times” se alarmaba al constatar que en su país, solo en el año 2000, se habían prescrito a entre 1y 2 millones de niños, 20 millones de recetas de anfetaminas, por valor de 758 millones de dólares. Esto representaba un incremento, en un solo año, del 13 % de prescripciones. También señalaba que la Academia Americana de Pediatría estimaba que entre el 4 y el 12 % de los niños de entre 6-12 años están afectados de hiperactividad. (Reseñas publicadas en la prensa española, “EL Correo”, 21 agosto 2001).

También en medios científicos (Informe de la Academia Americana de Psiquiatría de Ñiños y Adolescentes sobre: Uso de medicamentos estimulantes, del año 2002) los datos al respecto han suscitado alarma y debate. En tres años, entre 1990-1993, el diagnóstico de hiperactividad en atención primaria pasó de 1,6 millones a 4,2 millones de niños, de ellos el 90 % fueron medicados y el 71 % recibieron metilfenidato (SWANSON y cols., 1995). En el mismo período la fabricación de este producto se triplicó casi (de 1.784 kg/año a 5.110 kg/año). Solo en el año 1996 se prescribieron 10 millones de recetas de metilfenidato (VITIELLO y JENSEN, 1997). Varios estudios epidemiológicos constataron que los porcentajes de niños escolares tratados con este fármaco durante al menos 12 meses eran espectaculares y, sobre todo, muy variables, yendo desde un 6 % hasta un 20% de la población escolar. (SAFER y cols., 1996; LEFEVER y cols., 1999; ANGOLD y cols, 2000). Y aún hay otros datos más sorprendentes como que solo 1 de cada 8 niños que reúnen criterios diagnósticos de hiperactividad reciben un tratamiento con estimulantes realizado adecuadamente (estudio realizado en cuatro lugares distintos por JENSEN y cols., 1999) o que, en una comunidad rural de Carolina del Norte, el 72 % de escolares que recibían metilfenidato no reunían los criterios diagnósticos básicos (ANGOLD et al., 2000).

Es en este contexto cuando el Instituto Nacional de la Salud de Estados Unidos solicita a un comité de expertos el informe cuyas preguntas y conclusiones resumo. Conviene aclarar antes que estos “informes de consenso” suelen únicamente reflejar los puntos de vista concordantes de todos los expertos y que un “consenso político” lleva a respetar las opiniones, compromisos y líneas de investigación de cada grupo, y también a silenciar los puntos de vista divergentes o minoritarios.

En su INTRODUCCIÓN destaca que el ADHD (Trastorno de Déficit de Atención-Hiperactividad) es el trastorno más frecuentemente diagnosticado, estimando que afecta al 3-5 % de la población en edad escolar y que conlleva dificultades familiares y escolares así como efectos adversos a largo plazo: “académicos, vocacionales, sociales, emocionales y consecuencias psiquiátricas”. Subraya la polémica existente en cuanto a su diagnóstico y su tratamiento (en particular las dudas en cuanto al uso y abuso de anfetaminas). Las preguntas que se plantean son: qué evidencias científicas apoyan que el ADHD es un trastorno; cuál es su impacto sobre individuos, familias y sociedad; cuáles son los tratamientos efectivos; cuáles son los riesgos del uso de medicamentos estimulantes y otros tratamientos; cuáles son las prácticas de diagnóstico y tratamientos existentes y cuáles los obstáculos para una adecuada identificación, evaluación e intervención; y cuáles son las directrices para futuras investigaciones.

Sus repuestas, resumiendo y seleccionando lo, a mi juicio, más destacable son:

Sobre el diagnóstico
  • Puede hacerse en forma fiable en una entrevista clínica pero no hay una prueba diagnóstica independiente válida.
  • No hay datos para indicar que se debe a una anomalía cerebral.
  • No existe un límite cualitativo que lo separe y diferencie de los índices de inatención o actividad continua presentes en la población normal.
  • No es un desorden aislado y las comorbilidades (condiciones coexistentes) pueden relacionarse con confusiones e inconsistencias de algunas investigaciones.
  • Aún cuando se ha estimado su prevalencia en un 3-5 % se han denunciado amplios rangos de prevalencia y se diagnostica mucho menos en otros países. Debe ser mejor estudiado en diferentes poblaciones y mejor definido.
  • En el capítulo de riesgos se señala que con frecuencia se confunde el diagnóstico de ADHD con el uso de sustancias estimulantes.

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