Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

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Importancia de la forma y del continente en la instauración del psiquismo del bebé

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Bernard Golse
Catedrático de Psiquiatría del Niño y del Adolescente. Universidad René Descartes. París V. Jefe de la Unidad de Psiquiatría Infantil Hospital St. Vicent de Paul. París.

Texto de la Ponencia presentada en el XI Congreso Nacional de la Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia de Niños y Adolescentes (SEPYPNA), que bajo el título “Perspectivas actuales de la comprensión psicodinámica del niño y del adolescente” se celebró los días 17 y 18 de octubre de 1997 en Lleida.

FORMAS Y CONTINENTES PRIMERO [N.T.]

Desearía abordar el delicado problema de la prioridad de las formas y los continentes respecto a los contenidos, a los que preceden en el marco de la génesis del psiquismo. Y notablemente en lo que concierne a los continentes grupales que, creo yo que por una especie de reverberación, proporcionan todo su interés a la reflexión en grupo a propósito del material clínico que ofrecen los bebés.

En todos los grupos de trabajo en los que he podido participar o participo actualmente, me ha parecido que así como es relativamente fácil entenderse sobre lo que se observa a nivel del cuerpo del niño, o a nivel de representación en juego (pensamiento, representaciones mentales…), así también es difícil ponerse de acuerdo en cuanto a la vivencia emocional del bebé (afecto) y al grado de concienciación de sus intenciones (acto, actividad).

Dicho de otro modo, actos y afectos, tienen ambos algo del registro del cuerpo y del pensamiento, pero poseen probablemente un status intermedio, más o menos ambiguo y complejo, que reflejan las dudas de la reflexión grupal y ello incluso cuando los grupos de estudios se componen de personas muy cualificadas. Unos consideran que del bebé observado emanan bienestar y placer, y otros perciben al bebé en una gran dificultad, y con un gran desasosiego.

En mi opinión se trata de un reflejo contratransferencial grupal, de los procesos íntimos del propio niño, que afecta a la instauración, inscripción y estructuración de los niveles de funcionamiento del grupo que, gracias a la localización y construcción de formas, continentes y envolturas psíquicas, podrá permitir ulteriormente la puesta en acto y la afectivización. Y por ello la elección de mi título: “Las formas y los continentes primero” que resuena como un eco lejano del clásico: “Mujeres y niños primero”. En cierto modo: ¡Sálvese quien pueda! Sin duda, no se trata aquí de naufragio o catástrofe sino por el contrario de edificación y construcción.

Sin embargo, incluso en este movimiento de crecimiento, de maduración y desarrollo, la función de continencia (contención) puede aparecer como una función anti-dispersión, antidesparramamiento, que permite reunir el primer contenido fundacional, y constituir un molde para el siguiente.

Es lo que trataré de ilustrar a continuación.

ALGUNAS CONSIDERACIONES GENERALES.

Desde hace ya unas décadas, a partir de loa trabajos de W.R. BION, la temática de las relaciones dialécticas entre continentes y contenidos está en pleno auge.

Tras haberse interesado por los contenidos segmentarios del lenguaje (fonemas, monemas, sílabas, palabras…) y por su organización estructural (doble articulación, leyes sintácticas…), la lingüística –y sobre todo la lingüística subjetiva y discursiva –así como la pragmática, se han dedicado seguidamente al estudio de los continentes suprasegmentarios (ritmo, débito, timbre, prosodia, musicalidad…) en su función propia de representación (representatividad) así como en su interrelación con los contenidos citados precedentemente.

También, en la teorización psicoanalítica, creemos haber podido reconocer un psicoanálisis de los continentes (Yo-Piel, holding, envolturas psíquicas…) desarrollado sobre las adquisiciones de un precedente psicoanálisis de los contenidos (percepciones, afectos, fantasmas, ideas…).

En realidad, aunque solo sea por efecto de la contextualización, existe una dialéctica profunda entre continentes y contenidos, que no están solamente en una relación de ajuste o de inclusión más o menos estática. La aprehensión de las cosas no puede ser aquí más que resueltamente dinámica y citaré algunas frases de D. Houzel, sacadas de un trabajo dedicado a la integración de la bisexualidad psíquica como elemento crucial, a nivel de los terapeutas (“soignants”) y de los dispositivos de tratamiento, y del impacto del bebé sobre los que de él se ocupan:

“He explicado, (en otro lugar), como concebía el proceso representado por las metáforas del contenido y del continente. Yo supongo que se trata de un proceso de estabilización estructural en el sistema dinámico que se crea entre la madre y el niño con la censura del nacimiento. Los aspectos maternales del objeto juegan un papel de polo de atracción, es la función seductora de la madre en la teoría psicoanalítica, ampliamente retomada por Jean Laplanche. Los aspectos paternales son los que, a mi entender, permiten organizar los niveles de estabilidad, formas estables, en el gradiente de energía que se crea entre sujeto y objeto. Corresponden a los pliegues de los que habla Geneviève Haag, cuya huella puede imprimirse en la psique del niño para constituir poco a poco su mundo interno”.

Lo cual, con toda seguridad, remite a toda la cuestión del rodeo por (a través) el otro en la edificación de la psique del niño. No insistiremos más en ello.

Los filósofos por su parte, a través del concepto de entorno, se interesan por las interrelaciones entre fondo y forma, entre continente y contenido, y resulta interesante releer, desde esta perspectiva, a M. Serres (“El contrato natural”), que atestigua a su manera de esta manera de ver las cosas.

Para terminar con estas propuestas preliminares, recordaremos que, si bien la operación epistemológica habitual se centra ante todo sobre las características del objeto ya instaurado, más que en el estudio de los prerequisitos o de los precursores, entonces –ya que en materia de psiquiatría y de psicoanálisis precoz el estudio de los continentes ha sucedido al de los contenidos– podemos sin duda deducir que la puesta en marcha de los continentes psíquicos precede y condiciona el advenimiento de los contenidos, tal y como testimonian, por ejemplo, los trabajos de D. Anzieu sobre el Yo-piel.

LOS CONTINENTES PRIMERO EN LOS DIFERENTES CAMPOS

En su obra titulada “El hilo del tiempo”, A. Leroy-Gourham sostiene la hipótesis de que, a nivel de la producción pictórica prehistórica, las representaciones abstractas habrían aparecido antes que las figurativas.

Dicho de otra manera, la inscripción de motivos rítmicos, de contornos temporales elementales (alternancia del día y la noche, ciclos estacionales, retorno de referencias celestes…) parece preceder, de lejos, las primeras representaciones de animales, de personajes o de escenas diversas (caza, guerra…).

En música igualmente, desde el punto de vista del compositor, el marco de la obra se encuentra a menudo definido antes de su escritura propiamente dicha, pero es sobre todo del lado del oyente cuando la percepción y el investimiento del continente en su conjunto (contornos rítmicos, frase melódica, intensidad, armonía, orquestación…) se impone de primeras sobre la sensibilidad a los contenidos musicales en sí mismos (motivos, temas, variaciones…).

En este terreno, los trabajos psicoanalíticos de autores como M. Poizat o G. Rosolato, resultan muy elocuentes.

En esta perspectiva, se puede además sin duda, avanzar la idea de que la fuerza de atracción de un cierto número de composiciones musicales depende de su capacidad de entrar o no en resonancia con nuestros ritmos corporales más profundos y arcaicos.

La ópera utiliza, por ejemplo, cierta organización progresiva del caos (movimientos de muchedumbres, sonidos informales, esbozos rítmicos…) para hacer emerger temas o leit-motiv que a modo de figuras resaltan sobre un fondo más o menos desorganizado.

Estos procesos de despeje evidencian una dialéctica continente-contenido fundada sobre la precesión de los continentes sonoros o vocales.

En el campo de la creación literaria, cabe mencionar el célebre estudio del tímido por G. Flaubert, que, a semejanza del obsesivo, y a causa de su ansiedad, descubre al otro “ poquito a poco”, remontando desde los pies hasta la cabeza, como si tuviera que retrasar al máximo el cruce de miradas, el afrontamiento mental, y la visión finalmente sintética o global del otro.

Finalmente, en materia de descubrimientos y creaciones, la aparición de nuevas técnicas de medida o de estudio (continentes) ha permitido con frecuencia nuevos descubrimientos (contenidos) que a su vez abocan sobre nueva tecnologías, generando una espiral de procesos de innovación.

La puesta a punto del electrómetro por Pierre y Marie Curie, así como el descubrimiento del telescopio, ilustran perfectamente este tipo de operación científica y esto a sabiendas de que ya para G. Bachelard (como ha recordado útilmente D. Houzel), toda invención técnica materializa de alguna manera los conceptos teóricos de una disciplina concreta en un momento de su historia.

PRIORIDAD DE LOS CONTINENTES EN EL CAMPO DEL DESARROLLO, DE LA PSICOPATOLOGÍA Y DE LA CURA

No se trata aquí más que de algunos señalamientos en cursiva y de algunos datos no exhaustivos que tratan solamente de ilustrar la hipótesis propuesta.

1. En el terreno del desarrollo precoz, del crecimiento y de la maduración psíquica, surgen rápidamente algunos ejemplos

  • Cada vez se acepta con más unanimidad que, para el bebé, la interiorización del holding, del handling, de la voz y de los ritmos maternales tiene lugar mucho antes de la instauración del objeto en tanto que tal.

    Este proceso debuta quizás desde el período intra-uterino durante el cual el feto percibe (¿e integra?) cierto número de ruidos surgidos del interior del cuerpo materno (latidos cardíacos y aórticos, borborigmos digestivos…), cierto número de fenómenos más o menos rítmicos (contracciones parietales, presiones trans-parietales…), e incluso ciertos fenómenos que emanan del entorno externo próximo de la madre (voz humana por ejemplo).

    Todas estas interacciones feto-maternales constituyen probablemente los cimientos (en el sentido arquitectónico del término) del futuro sistema interactivo que se instaurará tras el nacimiento y que, él también a su vez, estará centrado en la noción de continentes.

  • En su extraordinario movimiento de atracción hacia el rostro humano, el bebé, va a dedicarse, desde el comienzo de su vida, a una verdadera exploración visual del contorno del rostro del adulto (trabajo de demarcación en cierto modo de la figura –o del rostro– con respecto al fondo) antes de aventurarse en la localización de los elementos incluidos, contenidos, en ese contorno (ojos, nariz, boca…). La fase de exploración de contornos, correspondería más bien a la época de las dos o tres primeras semanas de vida del bebé, durante las cuales predomina la mirada “pegada – húmeda – suspendida” que describe G. Haag, mientras que la exploración del “dentro” de la cara implicaría, según los términos de esta autora, la utilización de la mirada “penetrante”, que no excluye la precedente.
  • En otro lugar, he mencionado, refiriéndome al Pequeño Príncipe de Saint-Exupery, como, en mi opinión, la edificación de envolturas psíquicas condiciona y prepara la instauración de vínculos objetales propiamente dichos, lo cual remite, quizás, a que la identidad grupal precede a la identidad individual. Y aquí también las cosas pueden comprenderse en términos de dialéctica continente /contenido.
  • En cuanto a los trabajos de D.Stern, también a su manera, no hablan sino de continentes, se trate de “feeling shapes”, de representaciones de interacción generalizadas, de envolturas proto-narrativas, o incluso de la armonización de afectos, ya que todos estos conceptos permiten, en el fondo, comprender como el bebé va rápidamente a localizar el estilo interactivo del adulto que se ocupa de él, extrayéndolo, en cierto modo, del ruido de fondo de sus múltiples estimulaciones sensitivo-sensoriales. Y precisamente, el estilo interactivo – noción eminentemente dinámica – permite acceder mucho más a un contorno de conjunto del co-partícipe (“partenaire”) relacional que a una imagen puntual, más o menos estática del mismo. Lo cual, por otro lado, confiere retrospectivamente un valor absolutamente premonitorio al famoso comentario de S. Lebovici: “El objeto es investido antes de ser percibido”.
  • En esta línea se podrían todavía escoger otros ejemplos en el campo del desarrollo precoz. La “capacidad de ensoñación (rêverie) maternal” (W. Bion) como función de contención y de transformación de las producciones psíquicas iniciales del bebé a fin de que puedan advenir en tanto que contenidos de pensamiento pensables y asimilables por la psique del niño; las primeras denominaciones del niño que, también según Bion, juegan un papel de molde, de cáscara anti-dispersión de “conjunciones constantes” localizadas antes de llenarse de contenidos privados específicos de cada biografía; finalmente, los fantasmas originarios no representan en el fondo más que moldes generales de la organización fantasmática, condición “sine qua non” de la actividad fantasmática ulterior que, aquí también, se llenará progresivamente de temas, contenidos y escenarios propios de cada sujeto.

    2. En el terreno de la psicopatología y de la cura

    Se podría igualmente citar numerosas situaciones en que formas y continentes parecen ser investidos antes que los contenidos, lo que, por supuesto nos aleja un poco del bebé y de los procesos de emergencia del pensamiento.

    Evoquemos, sin embargo, todo el terreno de la psicología de las percepciones, que muestra bien que finalmente se percibe siempre antes la rosa que los pétalos, pero sabemos hasta que punto la psicopatología puede venir a perturbar este movimiento habitual. Basta, por ejemplo, pensar en los protocolos del Rorschach de sujetos obsesivos esquizofrénicos, o de niños disléxicos, que parecen, precisamente, tener dificultades para poner en marcha el barrido visual globalizador, previo a la localización analítica y segmentaria de la frase escrita.

    En cuanto a la cura o a las psicoterapias, se podría disertar a gusto sobre las relaciones mutuas entre funciones continentes y mutativas de la interpretación, sobre la actividad de ligazón que precede necesariamente toda elucidación de contenidos e incluso del lugar de las interpretaciones tópicas en la dinámica del tratamiento.

    Esta es la rápida enumeración de problemáticas en las que prevalece la idea del investimiento previo de los continentes respecto de los contenidos.

    Y es que, finalmente, ¿es que verdaderamente hay algo en todo esto como para asombrarnos?.

    ¿No es el psicoanálisis, en su conjunto, ante todo una metapsicología del encuadre, como lo ha señalado D. Houzel en su comparación entre la observación llamada experimental y la psicoanalítica?.

    En cuanto a la emergencia del psiquismo, del cuerpo al pensamiento, ¿hay que asombrarse de que los continentes ocupen un lugar primordial e inaugural una vez que se mantiene con firmeza la importancia de la ausencia en la inducción de los procesos del pensamiento, la teoría de las pulsiones y el concepto de “a posteriori” (“après-coup”)?

    ¡Ausencia, pulsiones y “a posteriori”: tres elementos cruciales que el bebé nos invita sin duda a replantear, y, ciertamente, a no abandonar!

    La ausencia que remite a la auto-continencia, las envolturas que anuncian los vínculos por investimiento pulsional del objeto, el “a posteriori” que puede diferirse o condensarse en el tiempo pero que requiere siempre el soporte de envolturas narrativas.

    Si nos mantenemos sobre nuestras posiciones psicoanalíticas, quizá llegaremos algún día a hacer del bebé un sujeto que no sea un intruso ni resulte herético, al incluirlo en la reflexión metapsicológica más rigurosa.

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