Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

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La infancia frente a los hechos de la vida: Los sueños en los personajes infantiles de las novelas contemporáneas de Don Benito Pérez Galdós

PDF: ingelmo-infancia-frente-hechos-vida.pdf | Revista: 43-44 | Año: 2007

LOS SUEÑOS DE LUISITO CADALSO: LOS SUEÑOS COMO FORMAS DE PENSAR LOS CONFLICTOS FAMILIARES

La acción de Miau se desarrolla en los primeros meses de 1878, y es, sobre todo, la historia de Ramón Villaamil, burócrata que ha servido fielmente al Estado durante toda su vida y en muy diferentes destinos, tanto en la Península como en las Colonias. Villaamil, que ya aparecía bien definido en Fortunata y Jacinta, es cesado dos meses antes de cumplir la edad de la jubilación, por lo que pierde todos los derechos a la misma. Como la administración pública no atendía a razones y era tan arbitraria y corrupta, Don Ramón tiene que acudir a amistades y enchufes para conseguir que lo coloquen y poder trabajar durante ese periodo de dos meses, así como para pedir préstamos o dar sablazos que le permitan vivir durante la cesantía. Pero todas sus tentativas acaban en el más rotundo de los fracasos, siendo la novela una descripción de todas estas tentativas, en muchas de las cuales interviene su nieto Luisito como mensajero de su abuelo; así mismo la novela es una descripción de la angustia creciente que invade al personaje, incluso de la locura, al ver que su situación no se soluciona y vive en la más absoluta miseria, teniendo que recurrir a dar sablazos y su mujer a comprar fiado, y a la ayuda económica de su yerno Víctor, viudo de su hija Luisa, que aparece, mediada la novela, a vivir con sus suegros. Finalmente, Don Ramón, como ya había ocurrido con otros personajes de Galdós (por ejemplo, Maximiliano Rubín en Fortunata y Jacinta) y ocurrirá de forma más clara en los personajes de las novelas espiritualistas, comprende que sólo conseguirá la libertad cuando se desprenda de los lazos que lo atan a este mundo y sólo tenga en cuenta su mundo interior, su “reducto interior”, como lo denomina Caudet (1992). En este contexto, el suicidio se le presenta como la única salida lógica ante una situación ilógica. Es un acto voluntario, libremente adoptado por Villaamil lo que le produce una felicidad desconocida antes para él, como muestra Galdós en las últimas páginas de la novela.

No cabe duda de que Ramón Villaamil es un personaje complejo, con numerosas facetas, todas ellas determinantes de su conducta, aunque, en mi opinión, su incapacidad para enfrentarse a la vida y manejar su agresividad es lo más notorio del personaje. Don Ramón es la figura familiar más importante para Luisito Cadalso, su nieto. Pero, ¿qué ocurre con el resto de los personajes que configuran la familia Villaamil? Los personajes que componen la familia Villaamil (Doña Pura, Milagros, Abelarda y Víctor Cadalso) se caracterizan, como el propio Don Ramón, por su incapacidad para asumir la responsabilidad por sus propias acciones, por su incapacidad para controlar sus acciones, con independencia de las circunstancias de la vida, y, por último, por su incapacidad para enfrentar la realidad tal y como ésta es. Tal vez la excepción sea Víctor, el padre de Luisito, que tienen una enorme capacidad para aprovecharse de los demás y sacra partido para su propio beneficio.

Hay en Miau otros personajes que también forman parte del contexto vital de Luisito, entre ellos, los porteros de la casa donde vive la familia Villaamil, Paca y su marido, que quieren mucho a Luisito y se ocupan mucho de él e intentan, dentro de sus posibilidades, de que el niño tenga una vida lo más normalizada posible. Y la tía Quintina, hermana de su padre, y su marido, que son una pareja estéril y que quieren llevarse a Luisito a vivir con ellos, como, realmente, ocurre al final de la novela, que Luisito elige irse a vivir con la tía Quintina por indicación de su abuelo, una vez que intuye que su abuelo se va a suicidar. Tíos que, obviamente, lo quieren, pero lo quieren con un amor egoísta: no lo quieren a él, sino al hijo que no han tenido, cuyo lugar sería ocupado por Luisito. Y para conseguir que Luisito se vaya con ellos están siempre intentando seducirlo con regalos, promesas, etc.

Luisito, a lo largo de la novela, tiene que realizar un proceso de aprendizaje de la vida y aprender una manera de elaborar psíquicamente una serie de “hechos de la vida” que le han tocado en suerte. En primer lugar, que el bien y el mal están relacionados, dado que su madre en el pasado y ahora su tía Abelarda, por más que lo quisieran, intentan ambas asesinarlo. Y también su abuelo que aunque lo quiere mucho abusa de él mandándole a llevar las cartas en las que solicita ayuda de sus amistades, que le exigen atravesar todo Madrid. En segundo lugar, la llegada de su padre al hogar familiar le trae nuevos hechos que enfrentar: la comparación entre su abuelo y su padre y, sobre todo, la crueldad con que su padre enamora a la tía Abelarda. A todo lo largo de la novela, Luisito es testigo directo de todos los acontecimientos desagradables que ocurren en su familia, ya que ningún personaje se recata de decir o hacer algo porque el niño esté presente. Y, por último, Luisito tiene que enfrentar y elaborar la realidad de la muerte, no sólo por el suicidio de su abuelo, sino también por la muerte de Posturitas, un compañero de clase que solía abusar de Luisito.

Pues bien, este proceso de Luisito supone un argumento secundario en la novela, aunque muy unido al argumento principal: la cesantía de Villaamil y sus repercusiones en el seno de la familia. Pero, Luisito no sólo tiene que elaborar psíquicamente las cuestiones que ocurren en su contexto familiar, sino también otras cuestiones de no menor interés que ocurren en otros contextos en los que también transcurre su vida. Por ejemplo, en el ámbito escolar, Luisito tiene que elaborar el hecho de tener una personalidad muy poco atractiva para sus compañeros, el hecho de que en la escuela, tanto sus compañeros como el mismo profesor, tienen una visión muy negativa de él y de su familia. Y, por último, tiene que elaborar un mal rendimiento escolar, que tanto juego dará, posteriormente, en los sueños que tiene Cadalsito.

Los sueños que Luisito tiene a lo largo de los meses en que se desarrolla la novela le sirven a Galdós para mostrarnos cómo Cadalsito elabora los hechos que la vida le pone por delante. El narrador, en un momento de la novela en el que Luisito está reflexionando sobre el mote que le han puesto a su abuela y tías en el paraíso del Teatro Real, nos dice que el cerebro del niño “se ensaya en la observación y el raciocinio”, lo que parece indicar que, para Galdós, Luisito está intentando comprender el mundo, su mundo, la vida, su vida.

Ya casi al final de la novela, Don Ramón escribe de nuevo una carta a un diputado y manda a Luisito para que se la entregue en el Congreso de los Diputados con la consigna de que se quede allí esperando hasta que tenga contestación.

“Transcurrió una hora, y el niño bostezaba aburridísimo en aquel duro banco (…) y dejando caer la cabeza sobre el hombro, y reclinando el cuerpo en la esquina próxima, se quedó profundamente dormido (…) El Señor estaba serio. Miró a Luis, y Luis a él en espera de que le dijese algo. Había pasado mucho tiempo desde que lo vio la última vez, y el respeto era mayor que nunca (…) El caballero para quién trajiste la carta –dijo el Padre– no te ha contestado todavía. La leyó y se la guardó en el bolsillo. Luego te contestará. Le he dicho que te de un sí como una casa. Pero no sé si se acordará. Ahora está hablando por los codos (…)

–¿El caballero de la carta contestará que sí? ¿Colocarán a mi abuelo? (…)

–No te lo puedo asegurar. Yo le he mandado que lo haga. Se lo he mandado la friolera de tres veces (…)

–Pues lo que es ahora bien que estudio (…)

–Algo más aplicado estás.

(…) Vio Luisito que por entre los pliegues del manto de su celestial amigo asomaban varias cabecitas de granujas (…) entonces vio que entre los granujas alados se destacaba uno (…) Era Posturitas, el mismo Posturas, no tieso y lívido como lo vio en la caja, sino vivo, alegre y tan guapote. Lo que llenó de admiración a Cadalso fue que su condiscípulo se le puso delante y, con el mayor descaro del mundo, le dijo: Miau, fu, fu (…) El respeto que debía a Dios y a su séquito no impidió a Luis incomodarse con aquella salida, y aún se aventuró a responder:

–¡Pillo, ordinario… eso te lo enseñaron la puerca de tu madre y tus tías, que se llaman las arpidas!

El Señor habló así, sonriendo:

–Callar, a callar todos… Andando…

Y se alejó pausadamente, llevándoselos por delante y hostigándoles como a una bandada de pollos. Pero el recondenado de Posturitas, desde gran distancia, y cuando el Padre Celestial se desvanecía entre celajes, se volvió atrás (…) le sacó un gran pedazo de lenguaza, diciendo otra vez:

–Miau, Miau, fu, fu…

Cadalsito alzó la mano… Si llega a tener en ella libro, vaso o tintero, le descalabra. El otro se fue dando brincos, y desde lejos, haciendo trompeta con ambas manos, soltó un Miau tan fuerte y tan prolongado, que el Congreso entero, repercutiendo el inmenso mauyido, parecía venirse abajo… Un portero con una carta despertó al chiquillo (…) Niño, niño, ¿eres tú el que ha traído la carta para ese señor? Aquí está la respuesta”. La respuesta “era una de esas cartas de estampilla, como las que a centenares se escriben diariamente en el Congreso y en los Ministerios”.

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