Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

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Los trastornos del comportamiento en el sistema de protección a la infancia y adolescencia: la conducta de los menores y el papel de los profesionales

PDF: galan-conducta-menores-papel-profesionales.pdf | Revista: 43-44 | Año: 2007

2. MATERIAL Y MÉTODO

2.1. Sujetos

En el estudio de prevalencia de los trastornos del comportamiento, la muestra coincide casi totalmente con la población a estudiar, que es el conjunto de menores ingresados en centros residenciales en una determinada franja de edad (10-20 años). Los únicos sujetos de la población que no fueron incluidos en la muestra eran aquellos que no llevaban al menos dos meses en el recurso residencial.

La muestra estaba compuesta por un total de 193 sujetos, de los que el 53,4 % eran varones y el 46,6 % mujeres. La edad media era de 14,23 con una desviación típica de 2,42. El 72,6 % residía en Centros de Acogida de Menores (un total de siete centros de gestión directa), y el resto en Pisos de Acogida (unidades pequeñas de convivencia, gestionadas por un total de cinco asociaciones). Respecto al tiempo de estancia en dicho recurso, se cubría un rango de entre 2 y 132 meses, con una media de 35,04 y una desviación típica de 31,84. En cuanto a la medida de protección aplicada, el 30,6 % se encontraba en régimen de guarda, el 65 % habían sido tutelados, y el 4,4 % restante se trataba de inmigrantes en situación “irregular”.

En la parte del estudio centrada en los profesionales, la muestra está compuesta por 135 profesionales (70 % educadores y 30 % técnicos de educación infantil), que desempeñan su labor en un total de 7 Centros de Acogida (CAM) y 4 Pisos de Acogida; el 77 % de ellos trabaja en un CAM. La antigüedad en el puesto de trabajo cubre un rango de 4-432 meses, con una media de 93,93 y una desviación típica de 90,41.

2.2. Material

Para evaluar la prevalencia de trastornos del comportamiento, nos pareció muy importante utilizar una prueba con las características de un instrumento de despistaje (screening), de modo que se pudiese aplicar de forma rápida y que fuese accesible para cualquier profesional. Optamos por la elaboración de una prueba ad hoc, en forma de cuestionario de comprobación (check-list) y basado en el DSM-IV, dado que éste aporta un listado muy representativo de comportamientos problemáticos que un cuidador puede detectar con facilidad. Este instrumento, el Listado de Manifestaciones Conductuales (LMC), recoge las ocho conductas del trastorno negativista desafiante (para los últimos cinco meses), y catorce de los quince ítems del trastorno disocial (para los últimos doce meses); el ítem del DSM-IV que no fue recogido en el LMC era el referente a manifestar crueldad con los animales, al ser éste un comportamiento difícil de detectar por parte del cuidador. El formato de respuesta para cada ítem era SÍ-NO, y se obtenían tres puntuaciones mediante la suma de los ítems correspondientes (Conducta negativista-desafiante, Conducta disocial, Puntuación total). Por tanto, la puntuación máxima en las tres escalas era de 8, 14 y 22 puntos, respectivamente.

Para valorar las actitudes y necesidades de los profesionales que asumen responsabilidades educativas en los recursos residenciales, se utilizó un cuestionario creado por Díaz-Aguado, Martínez y Martín (2002). No obstante, se introdujeron algunas pequeñas modificaciones para obtener mayor información en algunos de los bloques de cuestiones (por ejemplo, se incluyeron más modalidades formativas que puedan demandar los profesionales). El primer bloque de preguntas del cuestionario se refieren a la satisfacción con las condiciones del recurso, el proyecto educativo, y las necesidades formativas. El segundo conjunto de ítems cuestiona acerca de situaciones relacionadas con la violencia o agresión que se hayan vivido personalmente o de las que se haya tenido noticias, así como de interacciones en las que los adolescentes fuesen víctimas. Otro bloque hace referencia a la conducta de los educadores en situaciones de violencia protagonizadas por los adolescentes. El último grupo está formado por preguntas sobre medidas preventivas llevadas a cabo por el centro en relación a la violencia, y la valoración de su eficacia.

2.3. Procedimiento

El primer paso del estudio consistió en realizar sesiones informativas con todos los recursos residenciales de la Comunidad; en ellas se hacía una presentación de la investigación y se transmitían las instrucciones en relación a su participación.

En cuanto a los menores, en los centros o pisos de acogida el educador de referencia de cada menor cumplimentaba el LMC, señalando las conductas problemáticas que había detectado; para cada recurso residencial se designó a un psicólogo que debía participar en dicha cumplimentación como asesor.

Respecto a los profesionales, aquellos que deseaban participar cumplimentaban anónimamente el cuestionario donde se recogían sus experiencias, vivencias y necesidades acerca de las conductas problemáticas de los menores, tal como quedaban recogidas en el instrumento de evaluación.

3. RESULTADOS

3.1. Prevalencia de trastornos del comportamiento

Con el objeto de conocer las dimensiones de las conductas problemáticas de los menores, analizamos las puntuaciones en el LMC (Conducta negativista-desafiante, Conducta disocial, Puntuación total). Las puntuaciones totales en dicho cuestionario, con una muestra de 194 sujetos, fueron las que aparecen en la tabla 1.

No obstante, la distribución de las puntuaciones no es homogénea, produciéndose una importante concentración de sujetos en los valores más bajos del cuestionario. Visualmente es fácil de percibir en el gráfico con las frecuencias de sujetos en cada valor del total en el LMC (Figura 1).

A título orientativo, decidimos utilizar como criterios de referencia los utilizados por el DSM-IV para el Trastorno negativista desafiante, y para el Trastorno disocial. Respecto al primero, se exige la presencia de cuatro o más síntomas; en nuestra muestra, esto ocurre en el 24,7 % de los sujetos. En cuanto al trastorno disocial se precisa la existencia de tres o más síntomas, lo que ocurre en el 20,6 % de nuestra muestra.

Consideramos necesario comprobar si las puntuaciones en las subescalas del LMC estaban relacionadas con las variables sociodemográficas o residenciales del estudio: Edad, Tiempo en el Recurso Residencial, Sexo (Masculino versus Femenino), y Tipo de Recurso Residencial (Centro versus Piso de Acogida). Por ello, establecimos comparaciones para cada una de ellas; las variables criterio fueron en todos los casos (y por este orden en nuestra presentación) las tres siguientes: Conducta Negativista-desafiante, Conducta Disocial, y Puntuación Total en el LMC. Con las variable Edad y Tiempo en el Recurso Residencial, se utilizó la correlación de Pearson y con el resto de las variables se hicieron comparaciones utilizando la “t” de Student.

Respecto a la variable Edad, no se encontró ninguna correlación estadísticamente significativa con las variables criterio; en efecto, las significaciones fueron de 0,725, 0,173 y 0,599.

En cuanto a la variable Tiempo en el Recurso Residencial, aparecen correlaciones estadísticamente significativas en Conducta Negativista-desafiante (r= -0,150; sig. 0,044) y en Puntuación Total (r= -0,164; sig. 0,027). Es decir, se advierte una ligera tendencia en el sentido de que una mayor duración de la estancia en el recurso residencial implique menos conductas negativistas.

Como dato complementario debemos señalar que no aparecen correlaciones estadísticamente significativas entre la edad y la duración de la estancia en el recurso residencial.

Los resultados en el resto de las variables criterio fueron los que aparecen en las tablas 2 (Sexo) y 3 (Recurso residencial):

El análisis de estos resultados nos muestra que las diferencias entre los sexos aparecen en la conducta disocial, donde los varones obtienen puntuaciones significativamente más altas. Obviamente, esta diferencia tiene su efecto en los valores totales del LMC.

Por los resultados de esta tabla podemos apreciar que no existen diferencias en los niveles de conducta negativista o disocial en función del recurso residencial en que viva el menor (Centro o Piso).

Una vez analizadas las puntuaciones totales de los ítems del cuestionario, consideramos de interés un estudio descriptivo de las conductas negativistas y disociales que lo configuran. Estimamos especialmente valioso comprobar qué conductas problemáticas son las más y menos presentes en los recursos residenciales. Los cinco comportamientos más frecuentes fueron los recogidos por lo siguientes ítems:

  • “A menudo se encoleriza y tiene pataletas” (33 %).
  • “A menudo discute con adultos” (32,5 %).
  • “A menudo es susceptible o fácilmente molestado por otros” (30,4 %).
  • “A menudo acusa a otros de sus errores o mal comportamiento” (28,9 %).
  • “A menudo desafía activamente a los adultos o rehúsa cumplir sus demandas” (26,8 %).

En todos los casos se trata de conductas negativistas, no disociales.

Los cinco comportamientos con una menor frecuencia son los recogidos por los siguientes ítems:

  • “Ha provocado deliberadamente incendios con la intención de causar daños graves” (0,5 %).
  • “Ha forzado a alguien a una actividad sexual” (1,5 %).
  • “Ha robado enfrentándose a la víctima (2,6 %).
  • “A menudo permanece fuera de casa o del Centro de noche, a pesar de que está prohibido” (3,6 %).
  • “Se ha escapado de casa o del Centro durante la noche más de una vez” (4,7 %).

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