Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

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Violencia, aniquilación y desobjetalización

PDF: macias-violencia-aniquilacion-desobjetalizacion.pdf | Revista: 33-34 | Año: 2002

LA ANIQUILACIÓN DEL OBJETO

Hoy en día todos los psicoanalistas reconocen el papel capital de la destructividad. Se ha especulado sobre el hecho de que FREUD distingue las pulsiones de muerte a las que atribuye una orientación interna de tendencia autodestructiva, y las pulsiones de destrucción que se orientarían hacia el exterior. Pulsión de destrucción y pulsión de agresión serian para Freud sinónimos. Con objeto de evitar las resonancias especulativas del término pulsión de muerte, GREEN propuso recientemente de asimilarlo a la expresión pulsión de destrucción, reservando en cambio el término de pulsión de agresión a las manifestaciones destructivas dirigidas hacia el exterior. La expresión pulsión de muerte puede ser por tanto equivalente del término pulsión de destrucción, que puede adoptar una orientación interna o externa.

Desde que FREUD desarrollara el concepto de pulsión parece claramente establecido que el amor implica un investimiento libidinal, mientras que su opuesto el odio comporta un investimiento agresivo del objeto. Pero amor y odio no se oponen tanto entre ellos como se oponen juntos a la INDIFERENCIA, por lo que podríamos afirmar que lo contrario del amor y del odio es la indiferencia. En efecto, lo que llama más la atención en las manifestaciones agresivas puras, es decir desprovistas de cualquier forma de placer, es el DESINVESTIMIENTO LIBIDINAL DEL OBJETO que está siendo agredido. Ello corresponde a una AUSENCIA DE REACCIÓN DE IDENTIFICACIÓN al agredido por parte de quien lo agrede, apareciendo en un primer plano la indiferencia a todo lo que puede resentir el objeto agredido. Resulta de dicho desinvestimiento que el Otro pierde su estatus de humano, por lo que tratado con indiferencia puede ser agredido sin culpabilidad, e incluso sin placer. Cuando la violencia se ejerce a gran escala o por un gran número de sujetos, el desinvestimiento es el único medio de perpetuar la masacre sin dejarse paralizar por la culpabilidad. Retirando al objeto agredido su similitud con el agresor, se le despoja al mismo tiempo del derecho a la alteridad y de sus derechos como sujeto. El Otro-humano es así convertido en una cosa..

Por consiguiente, lo contrario de todo investimiento (libidinal o agresivo) es la negación misma de la existencia del objeto. Es en este campo de no-vida, de no-existencia del objeto, en tanto en cuanto todo objeto es susceptible de investimiento, que se sitúa lo que GREEN denomina el trabajo de lo negativo.

El no investimiento sería asimilable al proceso de Aphanisis (desaparición del Objeto) de LACAN, con el matiz de que en el caso del trabajo del negativo la indiferencia hacia el objeto presupone que este NUNCA HA EXISTIDO, ni en él mismo ni para el sujeto. NEGACIÓN DE EXISTENCIA. La violencia tal como la conceptualizamos en una óptica moderna del terror, supone por lo tanto un TRABAJO DE DESOBJETALIZACIÓN en el que se niega precisamente al objeto la posibilidad de que sea eso para lo que ha sido creado, un objeto de investimiento. Como una obra sin público, la desaparición del psicoanalista de la escena del análisis deja al paciente confrontado a su propia muerte como sujeto de palabra. Es en la medida en la que el objeto es desobjetalizado, desvitalizado, desposeído de su capacidad de ser un objeto que puede cebarse en él la Violencia.

LA FUNCIÓN DESOBJETALIZANTE

Ya en 1986 GREEN propone que el objetivo esencial de las pulsiones es asegurar una FUNCIÓN OBJETALIZANTE. Ello no implica solamente el establecimiento de relaciones de objeto internas y externas, sino que sea capaz de transformar estructuras en objeto. Es decir que la función objetalizante no se limita a las transformaciones del objeto, sino que puede promover al rango de objeto incluso aquello que inicialmente no posea ninguna característica objetal, siempre y cuando que una condición persista en el trabajo psíquico: la de un INVESTIMIENTO SIGNIFICATIVO, hasta el extremo de que el mismo investimiento pude ser objetalizado.

El objeto es investido inicialmente por la pulsión, de forma que mientras perdure el investimiento se mantiene la predominancia de la líbido erótica o agresiva.

El proyecto objetalizante de las pulsiones de vida o de amor, que se ejercen a través de la función sexual, implica como consecuencia fundamental el despliegue de la simbolización, por la que se manifiesta la intricación de los dos grandes grupos pulsionales como axioma indispensable del funcionamiento psíquico.

En el polo opuesto, el objetivo de la pulsión de muerte es el de realizar lo más drásticamente posible, mediante la desvinculación, una FUNCIÓN DESOBJETALIZANTE. El mismo término deja entrever que no se trata solamente de destruir la relación de objeto, sino incluso de todos los sustitutos de la misma como el Yo, y por supuesto el investimiento en tanto en cuanto ha sido previamente objetalizado. Se trata en definitiva de un movimiento de vaivén en el que concurren las resultantes de las pulsiones de vida y de muerte. Pero la manifestación propia de la destructividad de la pulsión de muerte es el desinvestimiento. En este sentido el éxito del desinvestimiento desobjetalizante se manifiesta por la extinción de la actividad proyectiva, que se traduce sobretodo por el sentimiento de muerte psíquica (alucinación negativa del Yo) que precede en los preámbulos de la psicosis a la amenaza de pérdida de la realidad externa e interna.

En este contexto de la acción destructora, el lenguaje viene a ser un elemento fundamental en el control, la espera, mediatizando la pulsión a nivel de los procesos secundarios, creando un espacio de mediación donde se ejerce la función de la psicoterapia.

La destrucción ofrece toda una panoplia de situaciones. Puede presentarse intricada o desintricada, sometida a la pulsión sexual o sin relación directa con ella. Pero la destrucción que podríamos llamar pura no sería posible sin que un desinvestimiento afectivo facilite su acción y no impida su curso. La función autodestructiva juega un papel correspondiente para la pulsión de muerte al que juega la función sexual para las pulsiones de vida.

No olvidemos sin embargo el impulso sacrificial que impone la búsqueda de la muerte, cuando la muerte como fin último de la vida es objeto de negación puesto que abre a los heróicos combatientes las puertas del paraíso. La exaltación pasional no conoce límites, la violencia es en este caso la expresión del amor a la causa que se defiende, vivida en olor de santidad.

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