Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

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Violencia, aniquilación y desobjetalización

PDF: macias-violencia-aniquilacion-desobjetalizacion.pdf | Revista: 33-34 | Año: 2002

HUELLAS DE LA VIOLENCIA EN LA ELABORACIÓN DEL PENSAMIENTO

No vamos a insistir sobre lo conocido, sino sugerir elementos de reflexión que nos ayuden a adoptar una posición de pensamiento sobre la violencia en nuestro trabajo con personas sufrientes.

Decía BION que “es doloroso pensar”. El pensamiento, como el nacimiento de un hijo, no puede salir a la luz sin dolor, sin esfuerzo ni sangre. Irrumpe en la realidad rompiendo las cadenas de la represión que lo mantenían dormido. La misma escritura que atraviesa la hoja, penetra, viola su pureza con una estocada mortal que la marca de su impronta indeleble. Pensar es darse cuenta, ver, interrogarse, y a menudo la realidad ejerce sobre nosotros una violencia de la que nos protegemos negando su existencia. No olvidemos en ese sentido que los grandes mecanismos descritos por FREUD como característicos de la pulsión de vida y de muerte son la vinculación y la desvinculación.

A diferencia de los procesos mentales de asociación y de vinculación de contenidos psíquicos, procesos esencialmente constructivos y creativo, el efecto de la violencia se manifiesta particularmente en la incapacidad de pensar. No sólo destruye los procesos psíquicos, sino que sidera e impide el despliegue del pensamiento. Favorece por consiguiente los procesos de desvinculación y de ruptura de los contenidos psíquicos, desarmando al sujeto de su capacidad de ser precisamente eso, un sujeto de pensamiento.

Desde esta perspectiva la contribución de GREEN al tema que nos ocupa puede estructurarse en dos campos: los procesos de construcción del psíquismo y los procesos de deconstrucción, esencialmente destructivos de la capacidad de pensar.

VIOLENCIA EN RELACIÓN CON LA INTRICACIÓN PULSIONAL

En un reciente estudio sobre la violencia, André GREEN renuncia a la tarea de diferenciar agresividad, destructividad, odio y violencia, optando por una solución mucho más compleja consistente en definirlas en su relación con la mayor o menor intrincación pulsional. Al distinguir 8 formas de violencia, subraya el hecho de que sólo en la última de la lista, LA VIOLENCIA DESOBJETALIZANTE, actúa en solitario la pulsión de muerte, mientras que en el resto de las expresiones descritas asistimos a una intrincación de las pulsiones de vida y de muerte.


CUATRO CONCEPTOS FUNDAMENTALES PARA COMPRENDER LA VIOLENCIA

El TRABAJO DE LO NEGATIVO, la DESOBJETALIZACIÓN, la DESVINCULACIÓN y los PROCESOS TERCIARIOS juegan un papel central en la articulación intrapsíquica de la violencia, por lo que merecen ser parcialmente definidos. No nos ocuparemos aquí de otros conceptos mejor conocidos, como el investimiento-desinvestimiento y la desidentificación, ya que forman parte de lo que llamamos el proceso de desobjetalización.

GREEN toma la expresión de TRABAJO DE LO NEGATIVO de HEGEL, quien evoca en su Fenomenología del espíritu “la fuerza mágica que hace que lo negativo vuelva al ser”. El trabajo de lo negativo, aún siendo un producto de la pulsión de muerte, realiza lo que se puede denominar una “positivización de la negatividad”: el hueco, la falta y el duelo se transforman así en objetos de identificación e investimiento, en detrimento del objeto faltante. La alucinación negativa, la función desobjetalizante, el narcisismo negativo y el complejo de la madre muerta son paradigmas en los cuales se traduce la acción del trabajo de lo negativo.

El trabajo de lo negativo conduce a una forma incruenta de violencia que se ejerce sin golpes ni agresiones físicas, sin contacto y sin heridas, sino sólo y exclusivamente por el decreto de inexistencia que se cierne sobre el objeto. Reducirlo a la nada, ignorándolo, desconociéndolo y eyectándolo del campo representacional de manera que figure sólo como Aphanisis, como Transparencia, asesinato perfecto que conduce a la Desaparición.

Bajo su forma destructora, el trabajo de lo negativo se presenta durante el tratamiento psicoanalítico, en todo aquello que se ha ido llamando “ataques contra el marco”.

En el seno de la pulsión de vida se reconoce el trabajo de la FUNCIÓN OBJETALIZANTE, siendo la función sexual un modelo de la misma. Podemos por consiguiente establecer la proposición correlativa, según la cual existe una FUNCIÓN DESOBJETALIZANTE que opera en el seno de la pulsión de muerte a través de la DESVINCULACIÓN y del DESINVESTIMIENTO. En el reino de la pulsión de muerte no es atacado solamente la vinculación al objeto interno, sino además los sustitutos del objeto y sobretodo el investimiento del mismo, en la medida en que se había previamente efectuado un proceso de objetalización.

Poco importa que las oscilaciones teóricas conduzcan hacia la pulsión o hacia el objeto, si admitimos que les une una tensión dinámica, un movimiento de búsqueda, cuyas idas y venidas constituyen lo específico del desarrollo del tiempo humano.

La función objetalizante consiste, como bien ha mostrado WINNICOTT, no solamente en vincularse a los objetos sino también en crearlos. Pero crear el objeto significa encontrarlo, y sólo es posible encontrarlo si previamente estaba ahí donde se realiza el encuentro con él. En este sentido, EL CAMPO DE LO QUE ES OBJETALIZABLE ES INFINITO. Pero esta incesante actividad se apagaría pronto si la pulsión perdiera su carácter apetitivo, su insaciable sed de tragar la vida para otorgarle la lujuriante diversidad de las formas que pueblan nuestro paisaje mental.

Por obra y gracia de la función objetalizante asistimos a la creación de objetos que no existían originariamente. Las diferentes instancias psíquicas sufren también este trabajo de transformación que puede hacer del Yo un objeto del Ello o incluso, mediante la división del Yo de la que nace el Superyo, un objeto del mismo Yo. La función objetalizante enriquece el Yo de nuevos objetos que le aseguran las ventajas de la diversidad y de las múltiples combinaciones que resultan de la intrincación y de la desintoxicación.

No obliteremos sin embargo la experiencia paradójica según la cual la función objetalizante no equivale al duelo sino que es el procedimiento más radical para oponerse al trabajo de duelo que se sitúa en el centro de los procesos de transformación característicos de la función objetalizante.

Llegamos por lo tanto a la conclusión que todo es, en definitiva, transformable en objeto, y que las pulsiones tienen una función objetalizante, es decir que son creadoras (y destructoras) de objeto. LAS PULSIONES DE VIDA TIENEN UNA FUNCIÓN OBJETALIZANTE Y LAS DE MUERTE DESOBJETALIZANTE. El mayor peligro radica en la indiferenciación inducida por la función desobjetalizante que sólo aspira a la aniquilación objetal seguida de la aniquilación del mismo Yo, ignorando los buenos oficios de las pulsiones de conservación. La función desobjetalización tiene una acción deshumanizante, alejando del corazón del hombre la relación de alteridad y retirándole al prójimo su estatus de Otro-similar.

La pulsión de muerte no se manifiesta siempre bajo una forma activa, y en la medida de su mayor o menor intrincación puede ser subyugada por la pulsión de Amor. Puede expresarse bajo diferentes registros, somáticos o psíquicos, individuales o colectivos. No conduce obligatoriamente a la muerte física (por enfermedad o suicidio), pudiendo quedar confinada en una muerte psíquica, trágico testimonio de la muerte en vida.

En cuanto a los PROCESOS TERCIARIOS, fueron definidos inicialmente en el contexto de la creatividad por ARIETI. Para el pensamiento greeniano son aquellos procesos que relacionan los procesos primarios y los procesos secundarios, limitando la saturación de los procesos secundarios por los primarios y de los primarios por los secundarios. En definitiva, se trata de una instancia de mediación entre los procesos inconscientes y los procesos conscientes, que equivale tópicamente al Preconsciente.

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