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2010-02-19 Le temps «Todos enfermos mentales»

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Traducción: Xabier Tapia

Fuente:

http://www.letemps.ch/Page/Uuid/ec8096d2-1d9e-11df-8079-8b48e8a46bdc/Tous_des_malades_mentaux

LE TEMPS

Psychiatrie Vendredi 19 Febrero 2010

Todos enfermos mentales

Por  Anne Lietti

La obra de referencia en psiquiatría en los Estados Unidos y también en Europa ya ha sido puesta al día. El DSM V aumenta el número de trastornos mentales y provoca de nuevo la polémica.

Los homosexuales han trabajado mucho por quedarse fuera. Los asexuales reivindican lo mismo y están a punto de ver satisfechas sus aspiraciones. En contraposición asistimos a la aparición de los “hipersexuales” en el campo tan frecuentado por personas afectadas de patología mental. El manual en cuestión pretende, sin embargo, en erigirse en monumento de ciencia pura, indiferente a la Historia. ¿Ingenuidad?

La 5ª versión del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, o DSM V, va a aparecer en 2013, pero su proyecto ya ha sido presentado en la red el miércoles pasado (www,dsm5.org). Y el mundo contiene la respiración. Y es que de esta “biblia de la psiquiatría” va a depender la nueva división de las aguas entre enfermos y sanos.

¿Entre una minoría de enfermos y una mayoría de sanos? No tan seguro: a lo largo de los años, el número de trastornos psiquiátricos identificados no ha cesado de aumentar. La 4ª versión del manual (DSM IV) cuenta con 297 patologías, suficientes ya, según el historiador de las ideas Christopher Lane[1], como para considerar que la mitad de la población americana está afectada por trastornos psíquicos. Y sin embargo, en esta tensa espera del DSM V, los autores de las ediciones precedentes han expresado su inquietud por ver aumentar la proporción de la población catalogada como desviada. 2013 va a lograr tal vez una transición histórica: el planeta Tierra va a estar poblado por una mayoría de enfermos mentales. “Esto nos plantea cuestiones interesantes, ironiza François Ansermet, jefe de la pedopsiquiatría ginebrina: ¿“habrá que atender en el futuro a los “normales”?

Las críticas al DSM son numerosas en Europa. En el último número de la Revue médicale suisse, su redactor jefe Bertrand Kiefer expresaba su principal reproche: este manual “fabrica enfermedad”. Lo hace bajo la influencia sonora de la industria farmacéutica que rebosa de salud en un mercado de patología psíquica en plena expansión. La colusión entre psiquiatras y “farmas” no es un fantasma: ya ha provocado dimisiones famosas[2].

¿Pero en qué nos afectan estas derivas transatlánticas? Más de lo que parece. El DSM ya puede emanar de la Asociación Americana de Psiquiatría y sólo de ella, el caso es que se ha impuesto como una obra de referencia a nivel mundial. El único que puede hacerle cierta competencia es el capítulo “trastornos mentales o del comportamiento” de la Clasificación Internacional de las enfermedades (CIM-10) de la OMS. Los psiquiatras suizos, en los informes que interesan a las aseguradoras sobre todo, recurren tanto a una como a la otra.

De una manera más profunda, la clasificación del DSM nos afecta en nuestra manera de aprehender la enfermedad mental. Pierre Bovet, profesor de psiquiatría en Lausanne y especialista de la esquizofrenia comenzaba su carrera profesional coincidiendo con la aparición del DSM III. “Las dos versiones anteriores del manual, explica, eran meras nomenclaturas. En 1980 se produjo un cambio al introducir criterios para el diagnóstico”.

Tenían la ambición, legítima, de limitar la parte aleatoria en la aprehensión de los trastornos mentales y de permitir a los investigadores basarse en datos comparables; “había que poner un límite a una cierta deriva de los diagnósticos”, reconoce Pierre Bovet.

Pero poco a poco, el monumento clasificatorio se ha convertido de hecho en algo que negaba ser: un manual de psiquiatría. Un manual que reduce el trastorno mental a una suma de síntomas. “Se ha producido un empobrecimiento enorme”, se lamenta. En el camino se ha perdido la psicopatología, es decir, el esfuerzo por comprender a la persona que sufre “en la coherencia de su funcionamiento”. El “frenesí descriptivo” lleva a un trabajo plano, sin profundidad y sin una visión de conjunto del ser humano, con la nariz pegada al manillar del detalle.

“Utilizar las categorías del DSM no impide, evidentemente, pensar las cosas de manera más profunda”, añade el psiquiatra de Lausanne, y es lo que ocurre en Suiza, donde “se mantiene una fuerte tradición psicopatológica”. Esto no impide que “se haga difícil trasmitir, sobre todo  a los jóvenes, la idea de que la descripción del trastorno no es todo el trastorno”.

Entre las novedades del DSM V, hay una innovación metodológica que consiste en tener en cuenta no solo la naturaleza de un síntoma sino también su intensidad. Una iniciativa loable en sí misma que hace justicia al hecho de que “las emociones se presentan como un continuum”, señala Pierre Bovet: del humor depresivo a la depresión patológica por ejemplo. Por otro lado, como escribe Bertrand Kiefer, “dependiendo de dónde se coloque el cursor sobre el continuum”, se podrá reforzar o secar el mercado de la enfermedad mental. No cabe esperar mucho suspense a la hora de saber de qué lado va a empujar el viento.

Después de todo, sugiere François Ansermet, ¿no es la vida, ella misma, una enfermedad?


[1] «Comment la psychiatrie et l’industrie pharmaceutique ont medicalisé nos émotions », Ed. Flammarion, 2009.

[2] “Credibility crisis in pediatric psychiatry”,  Nature neuroscience vol. 11, nº 9, septiembre 2008

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