Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

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Acercamiento psicoanalítico a la epilepsia infantil

PDF: colas-acercamiento-psicoanalitico-epilepsia.pdf | Revista: 31-32 | Año: 2001

Jesús Colás Sanjuan
Médico psiquiatra del centro de salud mental infanto juvenil del Ayuntamiento de Santander. Psicoanalista miembro asociado de la asociación psicoanalítica de Madrid. Dirección: C/ Gravina, 7- 5º N. 39007 Santander – Cantabria

Resumen: A partir de introducir conceptos teóricos de psicosomática en la infancia recogido de deferentes autores y escuelas de pensamiento. Y sobre la base de acercarnos al desarrollo del aparato mental que está organizado funcionalmente de manera estratigráfica, como tres lenguajes (P. Aulagnier): el originario, primario y secundario. Entiendo la clínica psicosomática como el fracaso para acceder a los medios de representación de los lenguajes primario y secundario.

Apoyado en material clínico de niños con deferentes diagnósticos de epilepsia infantil, en tratamiento psicoterápico. Señalo la conflictiva fusional y narcisista de los niños en su relación con sus madres. Sus ansiedades de separación relacionadas a impulsos y fantasías agresivas y de muerte. La muerte escenificada en la crisis epiléptica como un drama melancólico. La lucha defensiva contra la percepción y toma de conciencia del dolor mental, a través de la crisis. La función de yo auxiliar del terapeuta.

Palabras clave: Psicosomática. Epilepsia infantil. Drama melancólico. Agresividad y muerte. Percepción y conciencia

Summary: Starting from introducing theoretical concepts of psychosomatic in the childhood of different authors and thought schools. And on the base of coming closer functionally to the development of the mental apparatus that is organized of way estratigrafic, as three languages (P. Aulagnier): the originarie, primary and secondary. I understand the clinical psychosomatic like the failure to arrive to the means of representation of the primary and secondary languages.
Supported in children’s clinical material with different diagnosis of infantile epilepsy, in treatment psychoterapic. I point out the conflicting fusional and narcysistic of the children in their relationship with their mothers. Their separation anxieties related to impulses and fantasies aggressives and the death. The death sight in the epileptic crisis as a melancholic drama. The defensive fight against the perception and taking of conscience of the mental pain through the crisis. The function of auxiliary ego of the therapist.

Key words: Psychosomatic. Infantile epilepsy. Melancholic drama. Aggessivenes and death. Perception and conscience

Para mí sigue siendo apasionante el acercamiento al enigma del desarrollo de la mente humana. Su evolución, aunque independiente de la determinación genética como el resto de los mamíferos, está necesitada de una gran época de crianza por la gran inmadurez con la que nace el bebé. Una forma de acercarnos a su comprensión es a través de sus fracasos, manifestados clínicamente tanto en la esfera mental, comportamental como corporal; en este trabajo haré una aproximación a la psicosomática para adentrarme luego con la epilepsia en la infancia.

ACERCAMIENTO A LA PSICOSOMÁTICA EN LA INFANCIA

Freud en su libro ”Moisés y la religión monoteista” (1939) comenta que dentro del camino de la hominización es clave la aparición del lenguaje “permite inaugurar el nuevo reino de la espiritualidad, representaciones, recuerdos, procesos de pensamiento, en oposición a la actividad psíquica inferior, que tenía por contenido percepciones inmediatas de los órganos sensoriales” (1); me resulta útil pensar el aparato mental del hombre que está diseñado funcionalmente de forma estratigráfica, algo ya expuesto por Freud con su teoría topográfica; y aunque lo más noble de la mente es la capacidad de expresión simbólica, el lenguaje y el pensamiento, descrito por Freud como proceso secundario y basado en la representación de palabra; todo ello se apoya en el proceso primario cuyas representaciones de cosa se expresan en la fantasía; apoyándose a su vez, siguiendo a P. Aulagnier, en el proceso originario basado en la representación pictográfica, que es el primer intento que tiene la psique de metabolizar, incorporar a través de las diferentes experiencias sensoriales el encuentro y la relación con el otro, la madre.

P. Aulagnier (2/3) dice que estos tres lenguajes, el originario, el primario y el secundario, son como tres lenguas o escrituras que coexisten en el individuo, y que le van permitiendo metabolizar la información que proviene tanto del exterior como del interior, por medio de sus propios medios representativos. Cada una de estas lenguas expresan el nivel de desarrollo y evolutivo del sujeto; mientras que en el originario no hay un reconocimiento del otro ni de uno mismo; en el primario sí es reconocido el otro y su separación pero negado a través de la fantasía que mantiene la fusión; mientras que en el secundario con la representación de palabra si existe un reconocimiento claro de esta separación, sujeto a las vicisitudes de la represión. Plantea que si en la relación con el mundo este no es captado en un fantasma (lenguaje primario) o un pensamiento (lenguaje secundario), “sólo es representable por los efectos somáticos” (4).

Estas ideas desde diferentes perspectivas también han sido trabajadas por otros autores como Anzieu en su obra “El yo piel”, y sobre todo Bion que tiene diseñado en su Tabla diferentes niveles de pensamiento y de representación. Las investigaciones y trabajos de Brazelton y Cramer (1993) (5), Stern (1991) y otros autores nos han permitido comprender el programa innato con el que nace el bebé, que de forma activa a través de sus diferentes órganos sensoriales buscan conectar con la madre, así como de interconectarse intersensorialmente entre sí; esto permite el inicio de la comunicación con la madre, que está dispuesta mentalmente gracias a los cambios psíquicos que ha ido realizando durante el embarazo, descritos por diferentes autores como Winnicott con “la preocupación maternal primaria” (6), Brazelton y Cramer, J. Anthony y T. Benedek (7) y otros.

La madre conecta su aparato mental con su hijo a través de su cuerpo, en una especial relación, que Winnicott describió como casi psicótica, pero que realmente es una regresión funcional sana y normal que la permite acercarse a los pilares que han organizado su propio edificio mental, para establecer una relación tan estrecha como la descrita “unidad madrebebé” de Winnicott para captar y así poder responder con el bebé en ese registro físico y sensorial.

Esta regresión posibilita a la madre para estar más en contacto con medios de representación propios más arcaicos, en su encuentro con el bebé a través de su capacidad de reverie, tal como describió Bion (8); capacidad que la permite ir haciéndose cargo de las diferentes necesidades tanto emocionales como físicas de su hijo, para podérselo devolver digeridas y metabolizadas como elementos alfa, manifestándose como “imágenes visuales, o imágenes que responden a modelos auditivos, olfativos, que entran en el dominio de lo mental y por tanto ya pueden ser utilizadas para la formación de pensamientos oníricos” (9), que permitirán en una experiencia continuada el desarrollo en el bebé de su propio aparato mental. En esta línea de pensamiento D. Meltzer habla de la existencia en las etapas más primitivas de un aparato protomental en el que “los pensamientos no son más que impresiones sensoriales y experiencias emocionales muy primitivas, protopensamientos.

Que se rigen por leyes más próximas a la neurofisiología que a la psicología” (10). Son los componentes corporales del yo, vislumbrado por Freud al hablar del yo corporal, y que enlaza con las ideas descritas por P. Aulagnier.

Sería simplista plantearlo en términos puramente físicos y sensoriales, puesto que si bien los órganos sensoriales sirven para establecer ese contacto y comunicación a través de la boca, piel, cenestésico, equilibrio, oído, gusto y vista; se necesita que todo ello sea investido tanto libidinal como narcisístico por la madre. Sin esa respuesta libidinal de la madre, captada por el bebé a través de sus diferentes órganos sensoriales, no se irán despertando las diferentes zonas erógenas en el bebé descritas por Freud en “Tres ensayos de teoría sexual”; estas zonas erógenas inician el despegue desde lo corporal a lo mental a través de la alucinación del deseo, como sugiere Freud en “La interpretación de los sueños” cuando dice “el pensar no es sino el sustituto del deseo alucinado” (11). Pero necesita y requiere el reconocimiento de la madre, de que su hijo es otro distinto a ella, a través de la palabra, el juego, “en un intercambio humanizador” en palabras de F.Dolto (12), puesto que da acceso al resto de los lenguajes, primario y secundario, que permiten ligar y dominar de forma más exitosa los diferentes afectos e impulsos.

Su fracaso puede ir desde la incapacidad de organizar un yo suficiente, como para que aparezca clínica autística o psicótica, o unas manifestaciones corporales funcionales precoces como insomnio, anorexia y vómitos que incluso pueden poner en peligro la vida del bebé. Expresión de un disfuncionamiento precoz de la díada madre-bebé.

El gran triunfo del hombre es poder desarrollar estas diferentes estructuras mentales de funcionamiento, que le permiten manejar la energía psíquica en su contacto tanto con la realidad externa como interna de forma exitosa y rentable. Esto le faculta ante determinadas circunstancias vitales que le generan conflicto, tanto evolutivas y por tanto normales como otras, tales como: duelos por fallecimientos, diferentes pérdidas, enfermedades, etc. para ir poniendo a prueba la capacidad de su mente de manejar y “dominar” en el sentido que le dá Freud (13) la energía libidinal, los afectos y emociones que esos momentos despiertan, como forma de crecimiento mental que le permite ir desarrollando una mayor autonomía e interdependencia, como sujeto en su relación con los objetos y la realidad externa. Es entonces cuando un insuficiente aparato mental se pone en evidencia y puede fracasar, dando lugar a los “dramas somáticos” de J. Mcdougall (14), expresión según esta autora de ansiedades pregenitales y arcaicas de cualidad psicótica, a través de la descarga de estas ansiedades en un determinado órgano.

En el niño es frecuente que el cuerpo sirva de medio de expresión de ansiedades que su aparato mental no puede afrontar porque su capacidad de contenerlas y elaborarlas es superada. Aquí es donde requiere del entorno contenedor parental y de su capacidad de hacerse cargo de lo que el niño siente, de poder tolerarlo por él, acompañarle, calmarle, hablarle y ayudarle, poniendo en palabras después de un tiempo de escucha y “digestión” empática, lo que el niño siente; esta experiencia repetida va creando un espacio psíquico que le permite al niño, sostenido narcisísticamente por los padres, poder ir mentalizando fundamentalmente a través de las diferentes actividades lúdicas todo lo que siente o le genera ansiedad, no necesitando recurrir al cuerpo de forma regresiva como un espacio contenedor. F. Dolto insiste sobre la importancia del investimento narcisista por la madre de las zonas erógenas del hijo (15) y de cómo su déficit se expresa corporalmente.

Kreisler en “El niño y su cuerpo” siguiendo las ideas de la escuela de psicosomática de París, describe el fracaso del yo al no alcanzar el 2.º organizador descrito por Spitz, la angustia ante el extraño. Refiere la existencia en pacientes alérgicos de unas relaciones de objeto “alérgico”, descritas por P. Marty, consistentes en mucha dificultad para separarse de ese objeto o intercambiándolo con facilidad; en este fracaso del yo se muestran las fallas en el funcionamiento del preconsciente descritas por esta escuela, que traslucen una precaria capacidad simbólica y de ligazón, que en estos niños se constata por su escasa capacidad de juego al no desarrollarse suficientemente el espacio transicional; esta relación entre el preconsciente y el espacio transicional las desarrolla ampliamente A. Green en su obra “De locuras privadas” (16). Estos niños tienen actividades sociales parecidas al juego, pero sin contacto afectivo, sin satisfacción ni disfrute, es “una actividad práctica utilitaria” (17) que se acerca al pensamiento operatorio en los adultos psicosomáticos.

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