Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

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Chaplin de niño, y su madre

PDF: marti-chaplin-nino-madre.pdf | Revista: 39-40 | Año: 2005

Francisco Martí Felipo
Psiquiatra Infantil. Centro de Salud Mental de Villaverde (Madrid) Analista de niños. Asociación Psicoanalítica de Madrid. c/ Ocaña, 21, 8.º, D. 28047, Madrid Tfno. 917 173 872.

Comunicación libre presentada en el XVIII Congreso Nacional de Sepypna que, bajo el título “Psicosis infantil: una visión actual”, se desarrolló en A Coruña del 20 al 22 de octubre de 2005.

Resumen del artículo: Durante los años de latencia el pequeño Charles Chaplin sufre las consecuencias de diversos brotes psicóticos de su madre. Ambos son separados e ingresados en instituciones especiales. En su autobiografía, Chaplin insiste en las intensas vivencias depresivas que él sufre desde la infancia y que le acompañan a lo largo de la vida. Apenas convivió unos meses con su padre, un actor alcohólico, quien falleció prematuramente. Junto con su hermanastro Sydney, Charles cuidó de su madre enferma mientras ella vivió.
Palabras clave: Madre psicótica. Depresión infantil. Ausencia paterna.

“Es un caso excepcionalmente simple y claro. Siempre se interpreta sólo a sí mismo en su deprimente juventud. No puede deshacerse de esas humillaciones sufridas en anteriores periodos de su vida” (Freud, 1931).

Charles Chaplin inicia su autobiografía, publicada en 1964 a los 75 años, con un preludio, fundamental a mi entender, al que podemos considerar algo así como un recuerdo pantalla.

Él tiene doce años cuando su madre, de treinta y siete, le pide, en un tono entre la indiferencia y el reproche, que se vaya a casa de unos vecinos. No hay comida, en su hogar no hay nada para él. Charles escribe: “Se leía el sufrimiento en su mirada. Una inefable tristeza me invadió y dentro de mí se trabó una lucha terrible entre el impulso a quedarme en casa a hacerle compañía y el deseo de alejarme de toda aquella miseria” (Autobiografía, pg. 9). Nuestro protagonista se va con culpa, “dejándola sola… sin darme cuenta de que pocos días después le esperaba una suerte terrible” (Autobiografía, pg. 10). Lo que siguió fue un reingreso de la madre en el manicomio, en un momento en que el muchacho comenzaba las tournées teatrales por su país.

El conflicto, entre el impulso a permanecer en casa con la madre y el deseo de huir de la pobreza y enfermedad que le rodeaban, significa un leitmotiv en su vida. El proceso normal de separación e individuación, es vivido con mucha culpa y falta la figura del padre para ayudarle a crecer con una mayor independencia. Hay además un conflicto incestuoso entre las pulsiones de vida que le empujan a buscar unos mejores investimientos e intereses vitales, y las pulsiones de muerte, ligadas a la fusión simbiótica con la madre, a la depresión culpógena que le retiene en casa. Las partes infantiles le mantienen junto a su madre y pugnan con las partes adultas que le empujan a partir para trabajar en aquello que le empieza a gustar.

Charles nació en 1889. Su madre fue actriz cómica en un teatro de variedades, como lo era su padre, cuya existencia apenas conocía. Hay pues una ausencia de realidad edípica cotidiana. Sus padres se habían separado al año de vida de su hijo. Desconocemos detalles sobre los cinco primeros años pero, a pesar de las mudanzas degradantes, Chaplin siente que su madre le transmitió valores como el amor, la compasión y la humanidad.

Únicamente a los cuatro años se recoge otro recuerdo encubridor que pudiera tener que ver con el papel de actor cómico. Durante una actuación la voz de la madre se quebró y el director de escena sacó a Charles solo al escenario. Cantó una canción conocida, pero se paró y dijo que primero recogería la lluvia de monedas que le echaban al escenario. La carcajada general se repitió cuando el niño siguió, lleno de ansiedad, al director de escena que salía con el dinero recogido. Después imitó la voz de su madre quebrándose y hubo más risas con dinero. “Aquella noche fue mi primera aparición en un escenario y la última de mi madre” (Autobiografía, pg. 17). Podemos imaginarnos el efecto cómico y humorístico de la situación.

Dada la pobreza extrema a la que llegaron, él y su hermanastro Sydney tuvieron que separarse de su madre para ingresar en un asilo y luego en unas escuelas para niños pobres. “Los primeros días me sentí solo y desgraciado… me sentía completamente deprimido” (Autobiografía, pgs. 26-27). Estos momentos de depresión infantil son los primeros de tal cariz que manifiesta en el relato de su vida, momentos que se irán repitiendo, negando, discutiendo y elaborando.

Un día se enteran de que su madre “se había vuelto loca y que la habían llevado al manicomio… ¿Por qué había hecho mi madre aquello?… Tuve una vaga sensación de que se había evadido de su propia mente de un modo deliberado y desertaba de nosotros. En mi desesperación, se me apareció como en una visión mirándome patéticamente, luego desaparecía en el vacío” (Autobiografía, pgs. 32-33). Esa dolorosa alucinación evidencia el amor por la madre y la lucha contra la vivencia depresiva de pérdida.

Quedan bajo la custodia del padre, quien apenas si iba a dormir a su casa. Los niños están a cargo de la segunda mujer: “No tenía yo todavía ocho años, pero aquellos días fueron los más largos y tristes de mi vida… sintiéndome profundamente deprimido” (Autobiografía, pg. 35).

Enmarcado en ese estado de ánimo describe un suceso significativo. Al llegar de la escuela no encuentra a nadie en casa: “Quizás me habían abandonado… empecé a echarles de menos… La habitación parecía triste y poco acogedora, y aquel vacío me asustaba… No había nada de comida… me marché, desolado, pasándome la tarde recorriendo los mercados vecinos… durante un rato me olvidé del hambre y de mi situación: Cuando regresé era de noche; llamé a la puerta, pero no contestó nadie… me sentía rendido y desgraciado… deprimido del todo”. Olvidó su desesperación oyendo a unos músicos. “Pronto acabó todo, y su marcha hizo que la noche fuera todavía más triste”. Llegó su madrastra borracha y echándole en cara que “ésta no es tu casa”. Charles ve entonces que llega su padre tambaleándose y le cuenta sollozando que ella no le quiere dejar entrar. El padre arroja violentamente un cepillo de ropa a su mujer, golpe que la deja inconsciente. A la vista de lo que podríamos entender como una escena primaria sadomasoquista, Charles reacciona pensando que “aquel gesto violento hizo que perdiera todo respeto por él” (Autobiografía, pgs. 36-39).

Poco después la madre sale del manicomio y, defensivamente, Chaplin niega lo ocurrido: “Estábamos juntos de nuevo. La salud de mi madre era excelente y nunca pasó por nuestra mente el pensamiento de que había estado enferma. No tengo ni la más remota idea de cómo vivimos con aquella temporada” (Autobiografía, pg. 40).

Charles frecuentó poco la escuela, le resultaba aburrida y sin interés. Pasados los años, reflexiona sobre la necesaria combinación de investimientos e identificaciones en el aprendizaje y agradece a su madre la labor de estímulo y confianza en sus capacidades. “Si alguien hubiera tenido habilidad, si me hubiera trazado un prólogo estimulante para cada materia de estudio que hubiese iluminado mi pensamiento, si me hubiera nutrido de fantasía y no de hechos. Si me hubiese divertido e intrigado con el cubileteo de los números, si hubiera poetizado los mapas, si me hubiese dado una visión histórica y enseñado la música de la poesía, acaso yo hubiera sido un hombre culto y estudioso”.

“Desde que mi madre había vuelto empezó a estimular de nuevo mi interés por el teatro. Me imbuyó el conocimiento de que tenía yo talento”. (Autobiografía, pg. 41).

Un monólogo recitado en el colegio le hizo disfrutar del éxito: “Ésta fue realmente la primera vez que gocé de un modo consciente el hechizo del teatro. La escuela se convirtió en algo emocionante. De un niño oscuro y tímido, había llegado a ser el centro de interés tanto de los maestros como de los niños” (Autobiografía, pg. 42)

Un conocido del padre convence a la madre para que Charles inicie su carrera en las tablas a los ocho años. Una de sus actuaciones fue a beneficio de su padre, “que había estado muy enfermo…, mi padre apareció en el escenario respirando con dificultad, y haciendo grandes esfuerzos pronunció un discurso. Yo estaba entre bastidores mirándolo, sin darme cuenta de que mi padre era ya un moribundo”. (Autobiografía, pg. 50).

Los fines de semana que estaban en Londres visitaban a su madre. Movida por temores de salud, le decía a Charles “que el baile dañaba sus pulmones”. Dejó el trabajo y “unas semanas más tarde tuve un ataque de asma. Durante varios meses paseé una verdadera agonía, al no poder respirar. A veces quería tirarme por la ventana… Mis recuerdos de aquel periodo son borrosos. La impresión más sobresaliente era la de una pesadilla de circunstancias miserables… Parecía que vagábamos de una vivienda a otra… Me daba muy bien cuenta del estigma que significaba nuestra pobreza” (Autobiografía, pg. 51). Me pregunto si en este asma no hay un componente psicosomático: acabo de transcribir la disnea del padre y la hipocondría respiratoria de la madre, sendas fuentes de identificación inconsciente; además, la fusión con la madre, al regresar con ella, parece actuar de desencadenante.

Su padre murió, por abusar del alcohol, a los 37 años de edad. Era en 1898 y Charles tenía nueve años. Cabe destacar aquí lo conflictiva que resultaría para Chaplin la figura interna de su padre, como testimonian los personajes masculinos a lo largo de sus películas. Unas veces autoridades y otras rivales amorosos. En todo caso, el entierro le resultó “macabro y horripilante y empecé a llorar… Cuando regresamos no había ni mota de comida en el armario… Mi madre no tenía ni un penique… Al regreso del funeral estábamos hambrientos… Yo llevaba dentro una fuerte vocación de comerciante. Siempre estaba dando vueltas en la cabeza a proyectos mercantiles… De cosas relacionadas con la comida… Llegué a ser veterano en desempeñar diversos oficios” (Autobiografía, pgs. 61-63).

Para colmo se avecinaba un nuevo brote psicótico de la madre. “De haber sido yo un poco mayor y más capaz de advertir la ansiedad de mi madre, me habría dado cuenta de lo que nos esperaba. Hubiera observado que llevaba varios días sentada, distraída junto a la ventana, que descuidaba la limpieza de la habitación y que se había vuelto extrañamente silenciosa”. Dejaron de darle trabajo, y “mi madre permanecía extrañamente apática e indiferente”. Una niña le dijo que “ha estado llamando a todas las puertas de nuestras casas repartiendo trozos de carbón y diciendo que eran regalos de cumpleaños para los niños” (Autobiografía, pgs. 70-71).

Indicado el ingreso, Chaplin miente y afirma que irá a vivir con su tía. “No olvidaré nunca aquella mirada desgarradora que me dirigió cuando se la llevaban. Recordé su trato cariñoso, su alegría y su cariño” (Autobiografía, pg. 73). “Cuando volví a la buhardilla, parecía como si me reprochara el estar vacía… no había nada de comida… en una esquina de la mesa estaba el caramelo que me había ofrecido. No pude resistir más y volví a echarme a llorar” (Autobiografía, pg. 74).

“Durante estas ocupaciones profesionales no había perdido nunca de vista mi objetivo último, que era llegar a ser actor” (Autobiografía, pg. 79). Un papel en una comedia le hizo sentir que “de repente abandonaba una vida de pobreza y entraba en el sueño deseado durante largo tiempo, un sueño del que mi madre hablaba a menudo, un sueño que ella había acariciado. ¡Iba a ser actor!” (Autobiografía, pg. 81).

En las giras teatrales, “como yo era demasiado joven para estar con los demás actores, viví solo… Empecé a sentirme melancólico… No aliviaba en modo alguno mi soledad”. Su hermano le escribía regularmente, “pero yo rara vez contestaba a sus cartas, por una razón, porque no sabía escribir bien… Cimentó un cariño fraternal que ha durado toda mi vida. Me acostumbré a vivir solo” (Autobiografía, pgs. 85-86).

Más de un año después reciben la noticia de que su madre ha recuperado la salud. “No pude menos de sentir ansiedad por la forma en que se acomodaría de nuevo a nuestras vidas, sabiendo que los estrechos lazos de otros días no volverían ya a existir entre nosotros”. La segunda individuación adolescente es ya un hecho doloroso. “Ahora su silencio resultaba desagradable, y a pesar de mi deseo de ser feliz, tuve que luchar contra la depresión. Mi pobre madre, que exigía tan poco de la vida para sentirse alegre y jovial, me recordó mi infeliz pasado”. ¿Por un juego de identificaciones proyectivas? “Muy pronto nos adaptamos uno a otro y desapareció mi depresión”. Chaplin elabora el duelo por el self y por las partes perdidas de él, con la independencia que otorga la pubertad. “Había pasado para nosotros la edad de la intimidad, pues ya no éramos niños, y esto hacía que la quisiéramos todavía más… De cuando en cuando se mostraba silenciosa y reservada y su alejamiento me entristecía. Aunque estábamos contentos de vivir con nuestra madre, también nos sentíamos satisfechos, en secreto, de salir otra vez de tournée”. En definitiva, de construir su propia vida.

Sin embargo, la madre vuelve a ser ingresada: “La noticia de la recaída de nuestra madre fue una puñalada en el corazón… La habían encontrado por las calles diciendo cosas incoherentes… Nunca recuperó la razón por completo. Durante varios años vegetó en el manicomio” (Autobiografía, pgs. 89-92).

Chaplin es consciente de que “había llegado a esa edad difícil y poco atractiva de la adolescencia” (Autobiografía, pg. 99). A finales de 1906, con 17 años, es contratado por Fred Karno y comienza a ser él, construyendo un personaje que “podía haber permanecido en el escenario cinco minutos haciendo reír al público sin pronunciar una sola palabra” (Autobiografía, pg. 107).

Un año después conoce a Hetty Kelly y se enamora de ella. Pero ella no le quería de igual modo y Charles se angustia, adelantándose al decirle a ella que era mejor que se despidieran y no se volvieran a ver. “Cuando desapareció en el metro sentí un vacío insoportable. ¿Qué había hecho? ¿Había yo sido demasiado impetuoso? No debí plantearle la cuestión. Había sido un solemne idiota y hecho imposible el verla de nuevo, a menos que me pusiera en ridículo. ¿Qué iba a hacer? Sólo sufrir. Si al menos pudiera sumir en el sueño aquella agonía mental hasta que la volviera a ver. A toda costa tenía que alejarme de ella, en espera de que deseara verme. Acaso era yo demasiado serio, demasiado profundo. La próxima vez que nos viéramos me mostraría frío y despreocupado. ¿Pero querría ella volver a verme? ¡Claro que tenía que verme! No me podía despedir tan fácilmente” (Autobiografía, pg. 114).

Estos pensamientos reflejan la confusión y los sentimientos de muchos adolescentes ante su primer amor. “Aunque sólo la había visto cinco veces y cada entrevista apenas duró más de veinte minutos, aquel breve encuentro me afectó largo tiempo” (Autobiografía, pg. 115).

Una pregunta pertinente es la de si le defiende la creatividad de la psicosis. No parece que sea así puesto que hay dos líneas de relación entre la madre y el niño. Por un lado está la locura de la madre y la depresión infantil del hijo. Por otro el estímulo teatral materno sobre el que asientan las identificaciones de Charles. Habría que pensar esto en términos de Bion sobre la coexistencia de partes neuróticas y de partes psicóticas.

Por eso a través de la obra creativa de Chaplin se advierten los progresos en la elaboración de la relación con la mujer. Charlot suele quedar excluido en sus cortos y ha de ceder lugar a la pareja que elige la figura femenina o materna. En sus películas posteriores intenta restaurar la relación con la madre y la familia, o la elabora incluyendo los aspectos negativos.

Una imagen muy difundida de Chaplin es la de que maltrataba y rompía las sucesivas relaciones de pareja. En sus escritos los últimos veinte años de su vida con Oona O´Neill fueron felices y le permitieron rehacer la fantasía de una relación positiva con la figura materna interna. De esta forma integraba la relación de pareja no sólo a través de su obra creativa sino también en su vida cotidiana.

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