Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

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Conceptualización teórica acerca de las denominaciones de la violencia juvenil

PDF: conceptualizacion-teorica-violencia-juvenil.pdf | Revista: 51-52 | Año: 2011

4. Caso clínico

Federico es un adolescente de 13 años que al momento de la consulta se encontraba cursando 8º año de la Educación General Básica (EGB). Solicita asistencia psicológica por pedido de la escuela a raíz de los reiterados “problemas de conducta” que presenta tanto con profesores como con compañeros de su curso. A la primera entrevista de admisión al Programa lo acompaña su madre, quien manifiesta que “lo mandaron de la escuela … yo ya no sé qué hacer con él”.

El Motivo de Consulta por el que es derivado al Programa por la escuela incluye el cambio de carácter, la presencia frecuente de malhumor, las peleas constantes con los compañeros de su curso y de otros cursos y el desafío a la autoridad. Su madre manifiesta que en el último tiempo comenzó a tajearse con un “cutter” y manifestó deseos de matarse. Al ser entrevistado, Federico explica que no se puede quedar sentado ni callado y que cuando lo hacen enojar revolea sillas o se “agarra a piñas”.

La familia está compuesta por su padre (empleado), su madre (docente) y cinco hermanos, una de las cuales es su melliza. Conviven en una vivienda que  posee tres habitaciones: un comedor, el dormitorio de los padres y un dormitorio en el que duermen los seis hermanos (las dos hermanas más pequeñas de 5 años comparten la misma cama).

Una vez realizado el proceso de admisión, es incluido en un Grupo de Terapia Focalizada- GTF, dispositivo específico desarrollado en el Programa para el abordaje terapéutico de los adolescentes violentos (Quiroga  y Cryan, 2004, 2008 c, Quiroga, Paradiso, Cryan, et.al., 2003, 2004, 2006).

Al iniciar el tratamiento, Federico muestra una actitud desafiante hacia la terapeuta intentando hacer alianza con los otros miembros del grupo y buscando ubicarse en una posición de líder. Si bien participa activamente intentando llamar la atención, son frecuentes las interrupciones y las descalificaciones hacia las intervenciones de la terapeuta o de sus compañeros de grupo, por ejemplo, suele fijar la mirada en el piso o conversar acerca de futbol o de música cuando le están hablando, canta canciones en voz alta que no permite escuchar a los demás integrantes, se mueve permanentemente, hace ruido golpeando la silla o la mesa, se para y se vuelve a sentar continuamente.

En la cuarta sesión manifiesta que venir al grupo “es una mierda, todo ésto es una mierda, esta cagada, venir acá a la psicóloga, para qué venir …ahora estaría ahí en mi casa mirando la televisión, en mi casa no hay nadie ahora,  tengo que venir a esta mierda!”. La misma expresión la utiliza en esa sesión para referirse a su vida: “es una mierda esta vida… ojalá me encuentre una bala perdida”. En sus palabras se puede observar la actitud de desesperanza con respecto a su vida presente y al futuro, lo cual es coincidente con la derivación escolar en la cual se hacía referencia a sus ideaciones suicidas.

En la sesión siguiente ocurre un hecho particular que marca un cambio de actitud en el paciente que finalmente le permite comenzar a verbalizar sus problemáticas familiares. En forma inesperada, Federico se levanta de su silla y sale corriendo del grupo intempestuosamente. La terapeuta, temiendo por su vida y por lo que pudiera ocurrirle si abandonaba la institución, decide salir a buscarlo dejando a la observadora a cargo del grupo terapéutico y lo convence de regresar al mismo. Al reintegrarse al grupo verbaliza: “volví para quedarme ….empecemos de vuelta”. Empezar de vuelta significó que pudiera comenzar a hablar y a relatar situaciones traumáticas y de violencia que acontecían en su familia. Con respecto a su madre, Federico expresa que “nada…, con mi mamá nada porque me rompe los huevos todo el tiempo”. Con respecto a su padre expresa que “a mi papá no lo aguanto más porque es alcohólico él  … una vez le pegó a mi hermanita que tenía dos años porque le tiró un vaso de vino … a mis hermanos y a mí también nos pega … a mí mamá no le pega porque yo lo mato … Una vez me había echado a mí y a mi hermano … me tiró toda la ropa y me dijo que me vaya .. yo estaba caminando por ahí y me había puesto a llorar y veo que de repente me hacen así de atrás (hace un gesto como que le tocan un hombro) y era mi mamá que estaba llorando … sí, porque mi hermanita se puso a llorar y entonces por eso volví y no me fuí de mi casa”.

En primer lugar podemos observar que en Federico se presentan dos de las categorías de violencia de acuerdo con el comportamiento del autor del acto violento que propone la OMS. Por un lado, Violencia dirigida contra uno mismo, ya que manifiesta ideaciones suicidas y se provoca autolesiones a través de los cortes con un “cutter”. Por otro lado, Violencia interpersonal en sus dos subcategorías: la violencia intrafamiliar que relata en su discurso en relación con el padre y la violencia comunitaria puesta de manifiesto en conductas violentas tanto con los profesores como con los compañeros de su curso en la escuela, institución que realiza la derivación a tratamiento psicológico.

Considerando la multicausalidad de la violencia juvenil, podemos observar la presencia de distintos factores: estructurales (pertenece a una familia de clase baja que vive en condiciones de hacinamiento), institucionales (debido a las carencias familiares que no puede ni registrar ni contener la violencia que presenta) y directos o facilitadores (por la disponibilidad de alcohol para el consumo en su casa y por la falta de un espacio propio en su hogar).

Desde el punto de vista psicodinámico, se presentan varios de los desarrollos expresados en este trabajo. En principio, se puede observar la presencia de comportamientos autodestructivos y destructivos hacia los otros, en los que se jerarquiza el acto por sobre la palabra. Es posible pensar en una deficiencia en la relación materna como el origen del trastocamiento de la autoconservación, lo cual compromete seriamente la vida debido a la falta de un objeto al cual investir, lo cual convierte la investidura paranoide de la identificación proyectiva en desinvestidura de objeto y de las funciones del yo, con su consecuente empobrecimiento y peligro de muerte física y psíquica. En este punto, es importante señalar que en una entrevista, su madre manifestó que no había querido tener a ninguno de los hijos: “conmigo los métodos anticonceptivos no funcionan”, mostrando de esta manera la disociación psíquica que presenta su narrativa donde por un lado, no quiere tener hijos pero por otro lado no pudo arbitrar los medios necesarios para evitarlo. Podríamos pensar varias causas como hipótesis: un sometimiento de género, la violencia familiar ligada a su vida sexual, la imposibilidad de pensar y planificar la descendencia, entre otras. Esta contradicción cognitiva en cuanto a las consecuencias de su vida sexual se manifiesta en el poco compromiso que manifiesta frente a su hijo del cual expresa como dijimos anteriormente: “ya no sé qué hacer con él”. Si bien destacamos la  asunción de impotencia frente al ejercicio de su función parental, rescatamos como saludable la búsqueda de ayuda en un profesional responsable y el compromiso con el tratamiento a partir de la derivación escolar.

Considerando esta carencia materna, podemos pensar que la misma conlleva a que en el paciente se presente un tipo de duelo sin cualificación que se podría denominar un “no duelo”, dado que carece de dolor, de subjetividad y de conciencia vinculado al concepto freudiano de “darse de baja a sí mismo” que como decíamos anteriormente implica dejarse morir o morir de muerte propia. Las manifestaciones de esta situación se ven reflejadas en los cortes que se genera a sí mismo en la piel, en las situaciones de violencia y riesgo a las que se expone y en el deseo manifiesto de que lo encuentre “una bala perdida”. A partir de estas manifestaciones destructivas y autodestructivas, se puede pensar en un estado de estasis libidinal, en el cual la libido improcesable es derivada al soma (cortes con “cutter”) y a la acción (peleas violentas con sus compañeros).

En relación con el entorno familiar, en su discurso se pudo constatar la ausencia parental real: un padre alcohólico y una madre deprimida que no pueden conectarse en forma empática con su hijo. Probablemente esta desconexión afectiva y cognitiva es lo que lleva al adolescente a buscar a través de actos que molestan a otros la expulsión de los contextos de pertenencia (hogar, escuela, tratamiento terapéutico) así como también a la búsqueda compulsiva de la muerte que ya ocurrió pero que no fue experimentada (de acuerdo con los desarrollos de Winnicott que presentamos anteriormente).

En este contexto, el hecho de que la terapeuta salga a buscarlo adquiere fundamental importancia para que comience a verbalizar las situaciones traumáticas que ha vivenciado, dado que en su familia ha sido expulsado de su casa por su propio padre. El expulsarse del paciente de manera violenta de la sesión podría equipararse a su vocabulario sádico-anal con el cual calificaba la terapia, la terapeuta y al grupo. En realidad, podemos pensar que el paciente se está expulsando a sí mismo del consultorio como un deshecho anal, como expresión de su propia descalificación. La terapeuta rescatándolo de la expulsión  transforma simbólicamente ese residuo anal en un parto, acogiéndolo así a sus brazos y volviéndolo al consultorio como el espacio protector tal como sería cuidado en la calidez de una sala de partos.

Por último, considerando los desarrollos postfreudianos, en el caso de Federico se pudo comprobar la presencia de un entorno social y un ambiente familiar altamente desfavorable, en el cual la violencia tiende a  perpetuarse transgeneracionalmente.

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