Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

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Sobre los fundamentos del psiquismo

PDF: lasa-fundamentos-psiquismo.pdf | Revista: 15-16 | Año: 1993

Alberto Lasa
Presidente de S.E.P.Y.P.N.A. Psiquiatra. Profesor Titular de Psiquiatría de la Universidad del País Vasco. Jefe del Servicio de Psiquiatría de Niños y Adolescentes de Uribe. Osakidetza.

Conferencia Inaugural del VII Congreso Nacional Nacional de la Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente (S.E.P.Y.P.N.A.), celebrado en Salamanca del 8 al 11 de octubre de 1993, bajo el título “Prevención e intervención precoz en psicopatología infantil”.

Aún a riesgo de sorprenderles me voy a remontar en esta introducción al tema de nuestro congreso al siglo XII.

Cuenta la historia de un cierto Federico II de Apulia, que otros llaman de Aragón, noble y muy ilustrado aristócrata de su tiempo.

Se sabe que por razones de litigios dinásticos fue muy precozmente separado de su madre que murió siendo él niño. Fue criado en varias de las cortes más cultivadas de su tiempo y desarrolló un particular y precoz talento como políglota. Cuando llegó a la adolescencia ya era un experto militar implacablemente violento con sus enemigos. Ardoroso combatiente en los campos de batalla y en los del amor, también fue implacable, o al menos vengativo con algunas de las amantes que le decepcionaron.

Sin embargo alternó sus cruzadas y campañas militares con el mecenazgo de los más reputados sabios de su época, a los que reunía en su refinada corte. Gran observador del comportamiento humano y del de los halcones escribió, entre otras cosas, un tratado de cetrería que hizo historia.

Entre sus múltiples curiosidades tuvo una que le obsesionó. Quería saber que idioma era el auténticamente humano, saber en qué idioma hablaría un bebé sin la influencia de su entorno.

Como era poderoso, ordenó que un grupo de niños fuesen retirados a sus madres, y confiados a competentes nodrizas seleccionadas por la corte, en un ambiente palaciego. Ordenó que recibieran un trato privilegiado y solo y sobre todo, prohibió, bajo severas penas, que nadie dijera palabra alguna a ningún bebé.

Aunque posiblemente la fidelidad al hecho histórico se mezcle con aspectos míticos, los resultados de su experiencia han sido narrados escuetamente por los cronistas de su reinado. Todos los niños murieron antes de cumplir el año.

Dando un salto de siglos les recordaré, que en los años cuarenta R. Spitz, describió con detalle algo parecido. Nos relató en su célebre trabajo sobre lo que él llamó “hospitalismo”, las tremendas secuelas psicológicas, la depresión “analítica” y el marasmo corporal, que llegaba también hasta la muerte, que podían sufrir los niños separados bruscamente de sus madres, hacia el segundo semestre de vida.

Constataba así la naturaleza absolutamente inseparable de lo psíquico y lo corporal desde los primeros momentos del desarrollo del ser humano.

Conviene precisar, porque Spitz también lo hizo, que se trataba de una institución prestigiosa y de bebés cuya relación precoz con sus madres había sido intensa y favorable.

Ambas experiencias, y otras muchas, nos confirman cosas tan sabidas como sorprendentemente olvidadas.

Primera que el ser humano nace en un estado de indefensión tal que su supervivencia física depende de la calidad de la crianza que recibe. Y aún más, que esa calidad no viene dada por sus condiciones materiales, no basta con el alimento, con una buena cuna y con la higiene adecuadas. Hace falta algo más.

Segunda, que la especie humana es humana porque ha sabido rodear esa indefensión de un marco de protección, que ofrece más de lo necesario para sobrevivir. Satisfechas las necesidades vitales, surge en el bebé algo más.

El deseo de vivir, el deseo de repetir otras gratificaciones. Satisfechos el hambre y el sueño, el bebé quiere y busca otra cosa. La sonrisa, el tacto, la caricia, el olor, la mirada, el gesto la voz, la palabra. “Son estas cosas las que animan la carne” decía Ajuriaguerra. El psiquismo materno participa fundamentalmente en la libidinización corporal de su bebé, y en su integración y despertar psíquico. Y el cuerpo y las funciones corporales, sueño, alimentación, piel sensible y mirada ávida de encuentros, se constituyen como vías porosas abiertas a la influencia del entorno… encarnado en otra presencia corporal, y en los contactos carnales repletos de afectos y de palabras. Experiencia psico-corporal recíproca e inseparable que, otra vez Ajuriaguerra conceptualizó como “mutualidad”.

Todo esto, que no es satisfacción de una necesidad biológica, es sin embargo indispensable para la supervivencia psíquica. Y prueba de ello nos lo aporta la particular y sobrecogedora actitud de ciertos autistas, que una vez satisfechas sus necesidades no necesitan nada más, es decir, no necesitan de nadie. Como todos sabemos las consecuencias de tal desencuentro son mortales o cuando menos catastróficas para su desarrollo psíquico. (La intervención del Prof. Houzel nos ilustrará acerca de su experiencia clínica en la aproximación al autista desde la perspectiva de la observación de bebés).
Y es que el psiquismo humano se constituye en un encuentro milagroso.

Lo ha sabido la intuición de madres y abuelas de cualquier época…cuando hacían su experiencia de crianza.

El saber popular siempre ha dicho que los niños conocen y oyen y por tanto hay que hablarles como si entendieran. Otra cosa era sin embargo el saber científico. Les recuerdo que muy ilustres tratados pediátricos de nuestro siglo, designaban, hasta no hace mucho al primer trimestre de vida como “el trimestre estúpido”.

Con el predominio de esta postura lo que no era tan previsible era que la genial Melanie Klein, viniera desde el mundo psicoanalítico a darles la razón a madres y abuelas espontáneas, defendiendo con la contundencia y obstinación propias de su genio, que los bebés se enteraban de muchas más cosas de lo que parecía (a algunos), y que desde que nacían estaban vorazmente predispuestos a entrar en relación con su entorno. Como es ahora sabido, esta precocidad se ha visto confirmada por numerosas y exhaustivas investigaciones que demuestran las enormes capacidades (“competencias”)… potenciales y por tanto también frágiles, de las que dispone un bebé sano… y convenientemente estimulado.

Sin embargo, aún hoy, existen no pocas resistencias a aceptar que estos intercambios precoces, proyecciones mutuas, son esenciales no solo para constituir el psiquismo precoz, sino también para jugar un papel condicionante y a veces determinante de la organización psíquica posterior.

Creo que esta resistencia tiene que ver con la dificultad de admitir que tanto; (la esencia del psiquismo, el destino psíquico de una persona, o simplemente su supervivencia, dependa de algo tan azaroso y tan indeterminado como una relación humana, que además es particularmente frágil y sensible a múltiples acontecimientos vitales. (Las Dras. Concha Santos y Elena Pérez. han centrado sus ponencias en las dificultades del puerperio, en sus repercusiones sobre el funcionamiento maternal, y las posibilidades de intervención precoz sobre ellas).

La idea de que la crianza es un proceso natural y sencillo se basa en la experiencia de una crianza sana, sin dificultades. En cuanto se ve alterada por cualquiera de las muchas complicaciones que pueden afectarla, se convierte en un proceso complicado y doloroso. Es entonces cuando se comprueba, porque no aparecen, las enormes y complejas adquisiciones que sí que tienen lugar y que pasan casi desapercibidas en lo que consideramos un proceso de crianza “normal y natural”. (El Prof. Mazet nos hablará de las intervenciones precoces y su repercusión en la evolución psicológica ulterior).

Pero no solo ha habido resistencia a aceptar la importancia de la crianza. También han existido siempre y existen hacia la chochez (el embelesamiento) que la madres espontáneas muestran sin pudor hacia sus bebés, otras actitudes.

Desde la fascinación (acompañada de la envidia y la nostalgia hacia algo antaño conocido e irremediablemente perdido), y la sorpresa de descubrir cualidades y actitudes insospechables antes de su maternidad, hasta una respetuosa ironía hacia algo reconocido como enigmático. Enigma que a veces sorprende a la propia interesada.

Enigma al que Winnicott trató de dar respuesta con su conocida fórmula paradójica. “Los fundamentos de la salud psíquica dependen de un estado espontáneo de sana locura pasajera”.

Volvemos a una idea altamente inquietante. ¿Cómo tanto puede depender de algo tan aleatorio como una relación humana? ¿Qué ciencia es ésta que vincula la naturaleza humana con lo incierto?
¿Cómo es que la biología no determine nuestro destino con más garantías? ¿Además de nacernos, sin consultarnos, aún necesitamos suerte?

Quienes ignoran a Freud suelen acusarle de haber erigido al instinto sexual como motor fundamental del comportamiento humano.

Injusto reproche porque lo que él sí que hizo, fue explicar que el motor fundamental del psiquismo humano es la pulsión, que está muy lejos de ser un instinto predeterminado genéticamente e invariable en cada especie. Nadie sino él explicó que la sexualidad humana es el resultado final de la búsqueda previa y repetitiva, de otras satisfacciones parciales, vinculadas al cuerpo, a sus diferentes zonas erógenas y al objeto que las satisfacía y unificaba.

Por ello la satisfacción pulsional esta más cerca de la biografía personal que del programa genético y más cerca de la creación psíquica que del objeto inespecífico que satisface necesidades biológicas.
Para Freud la búsqueda de esta satisfacción que inicia la experiencia psíquica, y del objeto perdido que la proporcionaba, se convertirá en el motor del psiquismo. Y la simbolización de la ausencia del objeto primordial, y la alucinación de la satisfacción recibida, pondrán en marcha toda simbolización, y todo psiquismo posteriores.

Pero que la metapsicología no nos haga olvidar lo cotidiano.

Lo cotidiano es que el psiquismo se constituye de intercambios corporales precoces, y que en ellos se vehiculizan pulsiones y afectos, miradas y contactos, mímica y gestos, sentimientos y palabras.

Lo cotidiano es que cuando vemos madres con bebés en apuros, con dificultades, sabemos que asistimos a algo que puede ser determinante. Y asistir quiere decir que vemos (entre madre y bebé) una interacción visible, se hacen cosas, se dicen cosas, se piensan cosas. Y nosotros también hacemos cosas, decimos cosas, pensamos cosas. Es un momento delicado y trascendente. Y nuestra presencia rara vez será inocua. Será positiva o negativa pero siempre influyente y a veces determinante.

Y de ahí que aspiremos a saber cómo evaluar los efectos de nuestras intervenciones habituales (La intervención del Dr. Palacio Espasa se centrará en la evaluación de las psicoterapias breves madre-bebé).

Habitual y cotidiano es, por ejemplo, que veamos un bebé hipertónico y excitado que mama y abraza con torpeza, con intensidad, … y hasta con violencia. Tenemos el privilegio de asistir a esos primeros abrazos en los que se entrelazan el deseo de la fusión voluntaria en la ternura…. y en caso de no producirse ésta, el apasionado intento de violentar, de someter a un abrazo forzado. Ternura y pasión intensidad en el acercamiento y violencia en el rechazo, se entrelazan ya temprano. Como en el caso del ilustre noble que he mencionado al comienzo.

Y es que las tendencias sado-masoquistas quedan lejos de ser un fenómeno exclusivamente patológico (El Dr. Baró* aportará sus reflexiones acerca de una posible prevención primaria de la agresividad).
Y es que cuando, desde nuestra posición clínica, decimos algo la importancia de los detalles puede ser terrible. Por ejemplo, pensar y decir: “Este niño no puede quererle porque le odia”, es muy parecido pero radicalmente distinto que pensar y decir: “Este niño le odia porque no puede quererle”. Como se aprecia hablamos, sabedores o no de ello, desde una teoría pulsional. Saber, o no saber, que amor y odio se entrelazan, puede que convierta nuestras palabras, y sus efectos, de sutiles en brutales. Y si es un privilegio nuestra posición de prevenir, es decir curar en su origen, son también grandes los riesgos que corremos de intervenciones desafortunadas.

Porque estoy convencido de la trascendencia que pequeños desarreglo tienen y porque creo en la prevención, y tiempo tendremos de debatir acerca del estado actual de la prevención en nuestra psiquiatría infantil, me alegro de la elección del tema de este Congreso. Estoy seguro que nos estimulará a lo que, por citarle una vez más en forma de homenaje voluntario a su reciente desaparición, Ajuriaguerra consideraba tarea fundamental del psiquiatra “estudiar al hombre desde su comienzo”.

* Publicado en el N.º 10 de Cuadernos de Psiquiatría y Psicoterapia Infantil.

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