Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

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La infancia frente a los hechos de la vida: Los sueños en los personajes infantiles de las novelas contemporáneas de Don Benito Pérez Galdós

PDF: ingelmo-infancia-frente-hechos-vida.pdf | Revista: 43-44 | Año: 2007

LAS NOVELAS CONTEMPORÁNEAS DE GALDÓS: UN LARGO VIAJE HACIA LA SUBJETIVIDAD DEL SER HUMANO

Entre 1880 y 1890, Galdós escribió una serie de novelas, muchas de las cuales comparten los mismos personajes. La crítica ha denominado a este grupo de novelas galdosianas novelas contemporáneas, entre otras razones, porque en ellas Galdós intentó, con éxito, describir la España de su tiempo, que no es otro que el de la Restauración borbónica (Caudet, 1992 y 2002). Esta serie de novelas está constituida por La desheredada (1881), El amigo Manso (1982), El doctor Centeno (1883), Tormento (1884), La de Bringas (1884), Lo prohibido (1885), Fortunata y Jacinta (1887), Miau (1888) y Realidad (1989). Aunque las novelas contemporáneas galdosianas reflejan a la perfección el contexto socio-histórico en el que se mueven los personajes, en concreto la España de la Restauración, estas novelas no son propiamente novelas históricas. No son novelas históricas en el sentido que no son novelas sobre los hechos históricos de la España de la Restauración, sino que la historia es el telón de fondo sobre el que desarrollan las novelas, así como el contexto en el que los personajes se relacionan consigo mismo y con los demás. Pero, las novelas contemporáneas sí son novelas sobre la construcción afectiva de esos hechos históricos por parte de los personajes, sobre el impacto emocional que esos hechos provocan en los personajes. Realmente, y a pesar del magnífico retrato que hace de la España de la Restauración en sus novelas contemporáneas, Galdós es, básicamente, un moralista, que no sólo pretende alterar la estructura de la sociedad, sino que también, y sobre todo, pretende cambiar al hombre (Gullón, 1987).

Galdós sabía que los seres humanos somos mucho más complejos de lo que a primera vista parecemos, aún pareciéndolo mucho, y que ciertos factores determinantes de esa complejidad no nos son accesibles por los medios corrientes de conocimiento. Así, por ejemplo, en Ángel Guerra, novela de la denominada etapa espiritualista de Galdós, posterior a la etapa de las novelas contemporáneas, el protagonista dice en un momento: “En el mundo de nuestras ideas hay zonas desconocidas, no exploradas, que a lo mejor se abren, convidando a lanzarse por ellas; caminos oscuros que se aclaran de improviso, atlántidas que, cuando menos se piensa, conducen a continentes nunca vistos antes ni siquiera soñados”. Internándose por esas zonas desconocidas, Galdós, en las novelas contemporáneas y en el resto de su producción novelística, intentó llegar al conocimiento total del hombre y del mundo. Y de ahí, precisamente, la utilización de los sueños y también de algunos elementos psicopatológicos (fantasías, delirios, alucinaciones, estados crepusculares, insomnios, etc.): como una manera de que los personajes puedan mostrase en su total complejidad, como una manera de que los personajes puedan expresar aquello que les resulta difícil reconocer. Y, para que de esta manera, los lectores podamos entender mucho mejor a esos personajes.

Benigna, la protagonista de Misericordia, otra novela de la etapa espiritualista, dice lo siguiente, refiriéndose a los sueños: “Lo que uno sueña, ¿qué es? Pues cosas verdaderas de otro mundo que se vienen a éste (…) los sueños, los sueños, digan lo que quieran, son también de Dios”. No sería difícil que los psicoanalistas aprobásemos la fórmula galdosiana (“lo que uno sueña son cosas verdaderas de otro mundo que se vienen a éste”), todo dependerá de lo que se entienda por “otro mundo”. De acuerdo con Freud (1900), los sueños revelan un mundo secreto, el inconsciente, un mundo que actúa de alguna manera sobre el mundo cotidiano produciendo sus efectos. Y también, de acuerdo con Freud (1907), “los sueños que jamás fueron soñados, sino creados por poetas” muestran igualmente ese mundo secreto de lo inconsciente. Para Galdós, esas “cosas verdaderas” procedentes de otras esferas del ser humano vienen a la conciencia a través del sueño, y lo soñado se inserta en la cotidianeidad de los personajes.

Los sueños y también algunos elementos psicopatológicos van a ser utilizados por Galdós para hablar, en la más pura línea freudiana (por ejemplo, Freud, 1900, 1907), de aquello que no puede decirse ni en el diálogo con uno mismo ni en el diálogo con el otro. Todos estos elementos, por tanto, le van a servir a Galdós para hablar de lo indecible en el diálogo con el otro y en el diálogo con uno mismo. Y, ¿qué es lo que queda sin decir en el diálogo con el otro y con uno mismo? Según Galdós, lo que queda sin decir, lo que queda al margen del diálogo, es la masa de necesidades, de deseos, de fantasías, de impulsos, de afectos, que resultan inaccesibles a la palabra, porque la conciencia no los recoge o sólo lo hace fragmentariamente, pero que, en todo caso, no puede transmitirlos por medio del lenguaje.

Galdós, en la más pura línea freudiana, va a utilizar los sueños y la psicopatología (fantasías, delirios, alucinaciones, insomnios que posibilitan un monólogo interior, etc.) para poder hablar de aquello que queda al margen del diálogo y de esta manera expresar la complejidad de los personajes. En otras palabras, más cercanas al psicoanálisis, Galdós va a utilizar todos estos elementos para hablar de aquellos aspectos del ser humano que, posteriormente, Freud denominó aspectos inconscientes o, más simplemente, lo inconsciente. Por otra parte, Galdós va a utilizar también todos estos elementos como forma de dar cabida en el texto a otro aspecto también muy ligado a la obra de Freud y sus discípulos: los sueños y los síntomas van a servir para que los personajes puedan mentalizar (6) los acontecimientos que ocurren en sus vidas, para que puedan mentalizar el impacto emocional que esos acontecimientos producen en ellos. De esta manera, Galdós va a poder explicar la evolución de sus personajes. En este sentido, Galdós no sólo se aproxima a Freud y a sus teorías sobre la mentalización (7), sino que también se aproxima a los planteamientos que en 1931 realizó Sandor Ferenczi en torno a los sueños. Según este autor, todo sueño es un intento de obtener un mejor dominio y una mejor resolución de las experiencias traumáticas, lo que se hace más sencillo en la mayoría de los sueños por la disminución de la instancia crítica y el predominio del principio del placer. Posteriormente, Sullivan (1953), siguiendo una línea similar a Ferenczi, plantea que los sueños constituyen una válvula de seguridad para la personalidad facilitando la resolución de problemas interpersonales; planteamiento que está también muy cercano a lo que Galdós piensa sobre los sueños y los síntomas, en tanto que elementos que facilitan la resolución de los problemas interpersonales. Por último, los planteamientos de Galdós están en consonancia con lo expuesto por algunos autores actuales (Fosshage, 1997 y 2000, entre otros) en el sentido de que los sueños actúan, en la más pura línea bioniana (Bion, 1962a y 1962b) (8) como procesadores y organizadores de la información que, desde diversos niveles, va recibiendo el sujeto, y que seguramente ésta sea una de las funciones más específicas de los sueños. En este sentido, los sueños de los personajes infantiles de las novelas contemporáneas son paradigmáticos: los sueños que tienen Isabelita Bringas en La de Bringas y Luisito Cadalso en Miau son intentos, por parte de los personajes, en una línea muy bioniana (Bion, 1962a y 1962b), de poder contener y poder mentalizar los impactos emocionales que les producen los acontecimientos que les ha tocado vivir en el seno de sus familias y de la sociedad de su tiempo. En otros términos, se trata de sueños en los que ambos niños intentan dar cuenta (mentalizar/simbolizar/elaborar psíquicamente) de lo que Money-Kyrle (1968) ha denominado los “hechos de la vida”. Este autor considera que todo acto de pensamiento queda obstaculizado por el reconocimiento de ciertos aspectos fundamentales de la realidad, y entre estos “hechos de la vida” considera que hay tres que tienen una importancia primordial. Se trata de aspectos reales que parecen particularmente difíciles de aceptar, y sin los cuales no es posible aceptar otros de forma adecuada. Money-Kyrle (1968) considera que existen tres hechos de extrema importancia. En primer lugar, el reconocimiento de la bondad del objeto externo. En segundo lugar, el reconocimiento que el vínculo sexual entre los objetos externos es un acto creativo
de suprema importancia. Y, por último, el reconocimiento de que el paso del tiempo y la muerte son inevitables. Sin embargo, como veremos más adelante, los protagonistas infantiles de las novelas contemporáneas tienen que elaborar psíquicamente unos “hechos de la vida” un tanto más complejos que los planteados por Money-Kyrle (1986). En este sentido, no tienen que enfrentarse sólo a la bondad del objeto externo, sino también a la maldad de este objeto externo. En segundo lugar, no tienen que reconocer sólo que el vínculo sexual es un acto creativo importante, sino también enfrentase a que el vínculo sexual conlleva elementos destructivos. Y, por último, sí tienen que reconocer que el paso del tiempo y la muerte son inevitables.

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