Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

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La institución, el equipo de trabajo y la psicoterapia de grupos

PDF: hebe-institucion-equipo-trabajo.pdf | Revista: 39-40 | Año: 2005

La realización de un psicodiagnóstico, como proceso previo al tratamiento psicológico, nos permite conocer con qué paciente nos enfrentamos, pero más aún, sirve para que el mismo paciente (o entre ambos: paciente y terapeuta) pueda ir reconstruyendo aquellos aspectos que han quedado ocultos para su comprensión. Al modo de un iceberg, aquello que presenta determinada apariencia, esconde bajo el agua su masa más prominente. El proceso diagnóstico, realizado con las técnicas apropiadas y acordes a la formación teórica del psicoterapeuta, permite solo reconocer la estructura o el esqueleto, el cual podrá ir tomando forma y cuerpo en el “transcurrir”, es decir, cuando se vaya permitiendo la emergencia paulatina de todo aquello que se mantenía en la oscuridad. Cuando se trata de grupos, en nuestra experiencia hemos podido observar que este proceso tiene otras características, ya que los aspectos ocultos se hacen visibles con mayor facilidad y permiten al terapeuta observar en vivo, el “cómo”, “cuándo” y “donde” ocurren las situaciones angustiantes que aquejan al paciente, así como sus defensas, resistencias y elementos saludables que se ponen al servicio del tratamiento.

Al proponernos describir las características diagnósticas de un grupo terapéutico, lo que intentamos detectar es la presencia de aspectos manifiestos y/o latentes que caracterizan un momento dado, al estilo de un corte transversal, en la vida de un grupo. Las primeras sesiones, en general, nos proporcionan el material suficiente para el conocimiento del mismo en términos de:

  • Características y fuerza de la resistencia
  • Tipo de defensas. Diversidad, rigidez o plasticidad de las mismas.
  • Reconocimiento de los fenómenos inconscientes señalados como supuestos básicos por Bion.
  • Particularidades de la regresión

Con relación a las posibilidades que ofrece el grupo para el análisis diagnóstico de sus miembros, queremos señalar que en nuestra experiencia siempre hemos partido de un diagnóstico individual previo, que fue realizado por ambos miembros del equipo terapéutico y que consistía en:

  1. Entrevistas diagnósticas.
  2. Pruebas proyectivas gráficas (“Gestaltico Visomotor” de Bender; “Casa árbol, persona”; “Persona bajo la lluvia”).
  3. Desiderativo.

Estas evaluaciones nos permitieron tomar contacto con los posibles integrantes, teniendo en cuenta que no se incluirían personas que presentaran una estructura de personalidad borderline o psicótica, con tendencias suicidas claras y personas que estuvieran atravesando una situación de duelo muy reciente o sin ninguna elaboración.

Si bien los integrantes de los grupos compartían manifestaciones sintomáticas -dificultades relacionadas a dar exámenes, concentración para estudiar, y otras formas de problemas de adaptación a la universidad- éstos eran heterogéneos en relación con las diferentes técnicas (histéricas, obsesivas, paranoides, fóbicas) o modos de defenderse que utilizaba cada uno de sus miembros. Esto hacía imprescindible la aplicación de la batería diagnóstica previa al ingreso. Los resultados fueron luego comparados con las primeras sesiones del grupo terapéutico, y en dicha confrontación observamos la puesta en escena de todo aquello que habíamos deducido a través de las verbalizaciones o de las pruebas proyectivas que habíamos usado. El despliegue dinámico nos mostraba detalles ampliados de lo que conocíamos por el diagnóstico previo. La manera en que cada uno se posicionaba y se relacionaba con el resto de sus compañeros y con los terapeutas, fueron dando cuenta de las modalidades que adquiría la transferencia, que en esta situación se presentaba como un fenómeno multi-personal, social, siendo depositarios de la misma todos los integrantes del grupo. Así también fue muy ilustrativa la manera en que, en algunos casos, se hace uso de la identificación proyectiva, situación que posiblemente no hubiera surgido con tanta nitidez ni tan prontamente tratándose de una terapia individual. La experiencia grupal graficaba con mayor claridad lo observado en la instancia anterior, especialmente en lo que se refería a las características que adquiría la conformación de la red vincular para cada uno de los integrantes. Esta diferencia se explica por el nivel primitivo que se despliega en la instancia grupal, lo que hace que se presenten en forma descarnada y se vivencien en el aquí y ahora en todo su potencial. De ahí la importancia de analizar la transferencia desde los distintos niveles:

  • con los terapeutas,
  • con los otros miembros considerados individualmente,
  • con el grupo como totalidad.

Consideramos necesario continuar en la búsqueda de criterios que nos permitan realizar aproximaciones más certeras en cuanto a las características diagnósticas de los grupos terapéuticos, así como las perspectivas pronósticas de los mismos. En cambio, se aprecian con mayor nitidez las posibilidades que ofrece esta modalidad de intervención para el diagnóstico de sus miembros. Brinda además la posibilidad de establecer e introyectar nuevas modalidades vinculares, indispensables en la generación del cambio psíquico.

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