Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

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El proceso evolutivo del ser humano: desde la dependencia adictiva hacia la autonomía

PDF: larban-proceso-evolutivo-ser-humano.pdf | Revista: 43-44 | Año: 2007

Otro de los elementos, que también está relacionado con el anterior, que puede ser potenciador de salud y que considero que es un elemento fundamental, es la capacidad (tanto del niño como del adulto) de llevar a cabo el proceso psíquico de duelo; proceso psíquico interno que uno experimenta cada vez que sufre pérdidas, tanto internas como externas, de algo valioso psicológicamente hablando para él. Estas pérdidas dejan momentáneamente un sentimiento de vacío, de soledad interior; es como si una parte de ti se fuese con lo que pierdes. Por tanto, si no tienes esa presencia interna de la que estábamos hablando anteriormente que te permite tolerar esos momentos de pérdida, es como si tú te fueses con lo que pierdes. En estos casos es cuando el duelo se convierte a menudo en depresión y, también, en angustia de aniquilación, (dejar de ser, de sentirse existir), en los casos más graves. Sobre esa base de desamparo interior es sobre la que se desarrolla una buena parte de la psico-patología, desde la fóbica a la obsesiva por ejemplo. Cuando hablas con una persona con una actitud fóbica, más que el miedo irracional que él tiene hacia algo, lo traumático para él es la situación de desamparo que vive frente a su propio miedo y que le deja indefenso e impotente ante él. Muchas de las obsesiones que vive el sujeto obsesivo, están destinadas a llenar un vacío o una soledad interior. Es a través de las obsesiones que intenta tapar ese agujero, llenar ese vacío, como las piezas de un puzzle que finalmente no encajan ni lo llenan porque no son las apropiadas. Esa soledad interior, ese sufrimiento, ese duelo por la pérdida, ese vacío que deja lo que pierdes, no lo puedes llenar más que con cosas tuyas, personales e internas, incluso con los propios sentimientos de vacío, de soledad, de desesperanza, de rabia, etc. Eso es lo que va llenando progresivamente ese vacío, porque eso que lo llena forma parte de tu ser.

Continúo con otro elemento importante para la salud mental: la capacidad de privilegiar el bien ser sobre el bien estar. El “bien ser” iría frecuentemente asociado al “bien estar”, pero también ocurre que es muchas veces antagónico y conflictivo, pues con frecuencia estamos más tentados de elegir el “bien estar” que el “bien ser”. Por ejemplo, los momentos de sufrimiento, de pena, de malestar, de no aceptación de aspectos de nosotros mismos que queremos evitar, rechazarlos, alejarlos, ignorarlos, negarlos, etc. Todos esos momentos nos llevan muchas veces a buscar otras cosas para sentirnos mejor, cuando en realidad estamos huyendo de nosotros mismos. Estamos facilitando un bienestar que va en contra del bien ser. Piensen en todo lo que representa la actual cultura del bienestar, incluida la definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS) cuando habla del concepto de salud en términos de bienestar bio-psico-social. Piensen en toda la publicidad alrededor del bienestar y en cómo nos van encaminando en un sentido contrario al de la salud. Piensen en el consumo de medicación para cualquier tipo de dolencia o sufrimiento.

Vuelvo a este escrito sobre la salud mental y la infancia para subrayar la indicación, tanto en positivo como en negativo, de la frase, “que recibe contradicciones de los mayores” o “que no recibe contradicciones de los mayores”. Aquí, la palabra contradicciones la pondría entrecomillada y diría que se trata de más bien, de proyecciones, conscientes e inconscientes, expectativas y vivencias internas de los padres y adultos cuidadores que, a menudo, proyectadas sobre el niño obstaculizan, dificultan, e incluso paralizan y destruyen, sus posibilidades de desarrollo. Del mismo modo, también hay otras proyecciones de los padres y la familia que lo facilitan y favorecen. Aquí estaría representado el interesante tema del patrimonio psico-genético del que depende el niño al nacer, puesto que su vida y desarrollo está en manos de los padres y su entorno.

Los padres a su vez, están condicionados por sus experiencias previas con sus propios padres y familia de origen; con la imagen interior que poseen de su propia infancia; con esos padres, no solamente reales, sino también los interiorizados (que forman parte de su propio mundo interno) y que guían muchas de sus acciones, haciendo que muchas veces seamos incapaces de cuidarnos de nosotros mismos, aunque lo deseemos, y que reproduzcamos sin querer, el modelo que hemos “mamado” y vivido, aunque lo hayamos detestado en nuestros propios padres y familia.

“El niño al que le gusta jugar y utilizar su imaginación”. Creo que tiene que ver con lo que les decía antes de la capacidad creativa de estar solo; de los juegos simbólicos de los niños y de la capacidad del adulto de estar solo de forma creativa. Aspecto que les comentaba de la necesidad de mantener un equilibrio más o menos estable o inestable ante la necesidad de cambio, tanto interno como externo del ser humano, y en el que la estabilidad vendría solamente a consolidar e integrar esos momentos de cambio, de aprendizaje y de enriquecimiento de la experiencia gracias al exterior y gracias al otro. De cómo, en esos momentos de estar consigo mismo, lo que recibimos, captamos o aprendemos del otro y del exterior, lo vamos haciendo nuestro, recibiéndolo, asimilándolo, olvidándolo y haciéndolo formar parte de nosotros, del núcleo del sí mismo, del ser.

Me permitiré, a costa de parecer reiterativo, recordar las dos definiciones de salud y de salud mental para que cada uno de nosotros pueda hacer su propio balance sobre qué capital de salud tiene según estas definiciones. Qué capital de salud tiene, ha tenido y puede transmitir a los que le rodean, sean familiares o no.

El binomio salud-enfermedad, sería un proceso dinámico que requiere un espacio y un tiempo de evolución.

Pueden ser vistos como un proceso evolutivo y dinámico consciente e inconsciente, en equilibrio más o menos estable, relacionado con la forma de ser y de vivir de la persona, con su personalidad, con su biografía, y en estrecha interacción con su medio familiar, ambiental y social. Pensemos en nuestra forma de ser y de vivir, en el grado de salud que tenemos, y lo que somos capaces de conseguir o no, en este sentido indicado.

En la aproximación a la comprensión del concepto de salud y, en especial, de salud mental les decía que se podía considerar la salud mental como la capacidad de adaptación, de integración, de superación de las experiencias de crisis y, personalmente he añadido algo que considero muy importante, de duelo; de cambio, tanto interno como externo, consciente e inconsciente, que forman parte del proceso evolutivo del sujeto y de su desarrollo en estrecha interacción con el medio en el que vive. Esto también nos interpela sobre nuestro grado de cronificación en según qué aspectos de nuestra vida, de nuestra personalidad y de nuestra forma de ser.

Voy a entrar de lleno en lo que he preparado para la charla de hoy. La verdad es que no ha sido fácil porque he intentado colocarme en este caso, a diferencia de otras veces donde he hablado de enfermedad, de detección precoz y de prevención, del lado de la salud.

Ya han visto alguna de las concepciones y factores potenciadores de la salud mental que antes les he comentado. He elegido una serie de distintos ejes, algunos de los cuales les comentaré más en profundidad y otros más brevemente.

El tema que les estoy comentando lo he subtitulado así: “Desde la dependencia adictiva hacia la autonomía. El proceso evolutivo del ser humano”.

Hablo de dependencia adictiva, es decir, que partimos de entrada con lo que podríamos considerar, en términos de salud, como una adicción. ¿Qué quiere decir esto? Pues que el pequeño humano con las condiciones de vulnerabilidad y de inmadurez con las que nace necesita establecer una relación de dependencia adictiva con su madre o con la persona que hace la función de madre. De la misma manera que la madre tiene que establecer una relación adictiva similar con el hijo.

Entiendo por relación adictiva, válida para cualquier adicción (juego, sexo, televisión, drogas, etc.): una relación pasional (y, por tanto, irracional; que escapa a la voluntad y a la lógica de la razón), exclusiva (al final acabas buscando y necesitando sólo eso), y excluyente (de todo lo demás y vendría a completar lo dicho anteriormente). Es decir, el niño necesita centrarse, sentir el vínculo de pertenencia con una persona que le cuida; ocurre lo mismo en el caso de la madre, la cual durante algún tiempo está “obsesionada” por el hijo. Cuando está con las amigas no habla ni piensa en otra cosa que en el hijo/a. Ese vínculo es necesario porque en él se juega la supervivencia y el desarrollo precoz de ese hijo o hija. Imagínense el largo recorrido que tiene que hacer ese pequeño ser humano para alcanzar una autonomía relativa. Por eso digo en el subtítulo “desde” y “hacia”, porque la autonomía considerada como autosuficiencia, aparte de ser un mito o un ideal y algo irrealizable e inalcanzable, pienso que es también una fuente de patología porque significa negar la necesidad del otro para continuar evolucionando. El ser humano, durante toda su vida, para evolucionar, tiene que intentar conciliar y, sobre todo, integrar, la necesidad de dependencia con el deseo de independencia. Observen que en un caso digo necesidad y en el otro deseo. Con la necesidad de dependencia se nace; la independencia sin embargo se conquista progresivamente pero sin negar que siempre dependeremos de algo o de alguien. El problema es cómo dependemos y si es en una sola dirección excluyente de otras o en varias, y si es una dependencia creativa o destructiva.

Ese proceso evolutivo del ser humano consistiría en pasar de la dependencia adictiva a una separación y diferenciación cada vez mayor de las personas que lo cuidan para lograr un mayor grado de individuación y autonomía. Para lograr con éxito este objetivo, es necesario desarrollar la capacidad creativa de estar a solas consigo mismo. El niño que puede interiorizar los cuidados que ha recibido en la relación, en ausencia de quien le cuida y los encuentra interiormente, puede recordar y puede recrear esa experiencia, puede aprender de otras experiencias anteriores, puede desplazar esa experiencia a otras situaciones que le pueden dar sensaciones e impresiones semejantes a las vividas cuando está cuidado y amparado por su madre o cuidador; esa capacidad del niño de crear y recrear esa experiencia en su interior y poder desplazarla de lo que es a lo que la representa es fundamental. Es la que permitirá al adulto encontrarse solo y no desamparado.

Como comprenderán, esto permite que sea mucho más fácil ese proceso de separación-diferenciación del que estábamos hablando antes. Individualización gracias a una separación progresiva, a una diferenciación, hasta llegar a una autonomía relativa. La capacidad de duelo de la que les hablaba viene a representar lo mismo. La persona que es capaz, a través de su proceso evolutivo, de integrar o de guardar en su interior algo de lo que pierde, de aceptar que algo pierde y que algo le faltará siempre; esa persona está en condiciones de hacer ese camino evolutivo que no es sino un encadenamiento de pérdidas, de poder superarlas y de poder avanzar. Es más, muchas depresiones tienen su origen en duelos no vividos y acumulativos. Es decir, muchas personas depresivas tienen el fantasma de que cualquier sentimiento que se aproxime a la tristeza o a vivencias de tipo depresivo, les va a sumir y hundir en una grave depresión. Probablemente ellos han vivido algo así anteriormente y, luego, es como si temiesen repetir la experiencia al no haber podido superarla ni integrarla. A veces es porque no se les ha permitido vivir esa experiencia de duelo. Muchas veces la familia y los propios padres no le han permitido al niño vivirla porque ellos mismos no han podido desarrollar esa capacidad de duelo. Son esos momentos en que los niños pequeños cuando se separan las primeras veces de la madre, o mejor dicho, cuando la madre se separa de ellos, se quejan, se lamentan, no encuentran todavía un objeto externo al que agarrarse que recree y recuerde la presencia de la madre. Y algunas madres no les dejan vivir ese momento porque les cogen en seguida en brazos, les presentan un objeto que les calme y les distraiga y, así les van impidiendo inconscientemente que en ese momento del encuentro con la soledad, el niño, si la relación es suficientemente buena, pueda encontrar algo en su interior que le pueda llevar a la capacidad de recordar y de crear, y luego desplazar esas propiedades a otros objetos y situaciones. Si no es así, el niño dependerá del cuerpo físico y de la presencia real de la madre, o de objetos que simplemente son meros sustitutos de su presencia real y de los cuales no se puede separar. Nosotros los llamamos “consoladores”. Son esos objetos que el niño necesita que le acompañen a todos los lados. El niño no puede desplazar las cualidades que le dan seguridad a otros objetos porque ese objeto, como la madre, es el que tiene las cualidades y no él, no pudiendo desarrollar su potencial creativo.

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