Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

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Teoría del apego y psicoanálisis. Hacia una convergencia clínica

PDF: fernandez-teoria-apego-psicoanalisis.pdf | Revista: 33-34 | Año: 2002

Bowlby presenta sus planteamientos como un nuevo desarrollo metapsicológico, basado en la segunda teoría de la angustia que Freud sostiene en su artículo de 1926 Inhibición, síntoma y angustia, llamada teoría de la angustia-señal. En este artículo, Freud reflexiona sobre el problema de la pérdida y sus consecuencias en el psiquismo, concluyendo que el ser humano se siente amenazado por diferentes pérdidas y no solo por la castración: pérdida del Objeto, pérdida del amor del Objeto, etc.) y propone un cambio revolucionario en su concepción de la angustia que pasa de ser “libido transformada” a ser una señal emitida por el Yo frente a la amenaza de pérdida.

Freud luchó toda su vida con el problema de integrar en una sola secuencia las diferentes reacciones ante la pérdida, como eran la angustia, el duelo y las defensas. En su última obra, Esquema del psicoanálisis, publicada póstumamente, parece encontrar una solución y ahora “advierte con toda claridad… –dice Bowlby, citando a Freud– que la ansiedad es la reacción producida ante el peligro de la pérdida del objeto, el duelo es la respuesta producida ante la pérdida real de aquel, y las defensas protegen al Yo contra demandas instintuales que amenazan dominarlo y que pueden producirse… en ausencia del Objeto” (Bowlby, 1985, citando a Freud, Amorrortu ed. 20, 159 y sig.).

En una aplicación de la teoría, tan sencilla y elegante como ella misma, Bowlby sostiene que las tres fases de la reacción del infante a la separación coinciden plenamente con la proposición de Freud:

Fase de protesta – angustia de separación – reacción a la amenaza de pérdida.

Fase de desesperanza – duelo – reacción a la pérdida real.

Fase de desapego – defensa del Yo.

Como decía, las críticas despertadas por la publicación de estos trabajos fueron virulentas: esto no es psicoanálisis, es conductismo, psicología evolutiva, etc.

Anna Freud, “provocada” por Bowlby, que la citaba como pionera en la observación de los efectos de la separación (3), se vio obligada a precisar su posición teórica sobre un fenómeno que había descrito vivamente pero que no había explicado. Sin renunciar a la teoría del apuntalamiento, colocaba la angustia de separación dentro de su concepto de líneas de desarrollo como correspondiente a una fase evolutiva, la de “unidad biológica madre-bebé” y situándola entre las angustias primitivas de aniquilación y la angustia de pérdida del Objeto que correspondería a la fase de constancia objetal. (4)

La psicología del Yo, representada por Max Schur, consideraba que el niño, a causa de la inmadurez de su Yo, era incapaz de hacer un duelo (idea compartida también por Anna) y por tanto, desechó en bloque el paralelismo establecido por Bowlby entre duelo adulto y reacción del niño a la separación que demostraba la persistencia del apego a lo largo de la vida.

A sensu contrario, Bowlby no fue menos crítico.

La preponderancia dada por Klein a la fantasía inconsciente era rebatida, a la luz de la importancia, probada en la observación, de los padres reales.

Consideraba que Anna Freud y la psicología del Yo habían construido sus teorías antes de la publicación de Freud del 26 y que no se habían ocupado de revisarlas.

La equivalencia que hace Spitz entre la “angustia del 8.º mes”, angustia frente al extraño, y la angustia de separación es falsa para Bowlby. Primero, porque los hechos clínicos desmienten esa hipótesis, ya que la angustia ante el extraño tiene lugar con mucha frecuencia en presencia de la madre, de manera que no es cierto que el extraño represente la ausencia de la madre y, además, porque el argumento de que el miedo al extraño no puede ser primario ya que éste no le ha hecho ningún daño al niño es absurdo: lo desconocido, lo extraño causa miedo per se.

Mahler también yerra, según Bowlby, al colocar la teoría como un prejuicio ante los hechos clínicos, de tal manera que considera los fenómenos de apego –que están presentes a lo largo de la vida– como fases de desarrollo.

Pero, en todo caso, desde esa fecha, 1960, se retira de controversias inútiles, profundizando en el trabajo sobre los hechos observados y acercándose a ciencias emergentes como la etología y los desarrollos biológicos que venían de la teoría de sistemas y de la teoría del control.

De la etología toma los conceptos que dejan de hablar de la conducta para hacerlo de sistemas de conducta, modelos preprogramados genéticamente, que se desarrollan en función del ambiente (5).

De la teoría del control toma planteamientos que en esos años habían hecho avanzar a la biología y la fisiología, como los mecanismos de retroalimentación (feed back) y la homeostasis, etc.

De estas aperturas a otros paradigmas nace su concepto fundamental: los modelos operantes internos (6), que supone una visión diferente de la estructura del aparato psíquico, una nueva tópica. Según el concepto de modelo operante interno, lo que la tradición psicoanalítica conceptualiza como mecanismos de defensa o como expresiones de conflicto y compromiso, son modelos de representación de sí mismo y de los otros que se han ido adquiriendo a lo largo de la vida, modelos en su mayor parte no conscientes. La suma articulada jerárquicamente de los modelos operativos internos constituiría la estructura de la personalidad, el modo en que un sujeto determinado constituye su visión del mundo externo y de sí mismo. Estos modelos, en su mayor parte inconscientes, representarían la forma en que el sujeto, en su interacción con el ambiente, y como parte fundamental de este ambiente, con sus figuras de apego, va constituyendo su representación del mundo y de sí mismo como parte integrante de ese mismo mundo.

A estas alturas, el pensamiento de Bowlby se ha alejado mucho más de la metapsicología freudiana de lo que lo hacía al principio. Junto a la teoría del apuntalamiento, han caído los conceptos de energía psíquica y de pulsión.

La energía psíquica, postulada como una extrapolación de la energía física, es indemostrable. Los organismos vivos no funcionan como los inanimados. El concepto de entropía, por ejemplo, es inaplicable y es este concepto el que le hacía proponer a Freud la idea de que el “aparato psíquico” tenía como finalidad reducir la tensión al mínimo y, por tanto, defenderse de los estímulos. En el modelo biológico de Bowlby, la finalidad del aparato psíquico es la homeostasis, la regulación del afecto.

El concepto de pulsión como una fuerza constante, para la que no se consideran condiciones de activación ni de extinción y que reduce la motivación a un único –o dos– motivos es también incompatible con los datos de la biología.

Así mismo, los conceptos de fijación y de regresión son sustituidos (al igual que las fases de desarrollo psicosexual) por los de sistemas de conducta activados o extinguidos, etc.

Sin embargo, en todos sus escritos y hasta el final de sus días, Bowlby pensó que estaba buscando –y encontrando– nuevos caminos para la metapsicología concordantes con los nuevos avances de la biología, la etología y la evolución y que, al hacerlo así, se mantenía fiel a Freud (al espíritu, no a la letra). En todos sus trabajos hay múltiples referencias al Freud de la observación directa (el juego de la bobina, por ejemplo), al Freud etólogo, etc.

Teoría del apego: la historia continúa… la era interaccional. Mary S. Ainsworth

Pero la continuidad de la obra de Bowlby no vino de la mano del psicoanálisis sino de la psicología evolutiva, en realidad de la mano de una única persona: Mary Salter Ainsworth.

Mary Ainsworth trabajó con Bowlby, en el Instituto Tavistock de Relaciones Humanas durante unos nueve años, entre 1945 y 1954, pero siempre permaneció ligada a su pensamiento que desarrolló de manera fecunda.

El diseño de un instrumento de observación tan simple como fructífero, la Strange situation, situación de extrañeza o situación ante el extraño, le permitió avanzar en el estudio de las conductas de apego (7).

Se trata de una situación de observación en la cual el niño es colocado en un “ambiente extraño” (si bien, no excesivamente), una pequeña sala provista de un par de sillas y una tercera, en el extremo más alejado, con juguetes. A partir de ahí, se establece una secuencia de cortos períodos (3 minutos) en la cual primero el niño permanece sólo con la madre; segundo, entra un desconocido; tercero, la madre se ausenta; cuarto, el desconocido sale también y el niño se queda solo. Luego, la madre regresa; vuelve el desconocido…, etc.

El propósito de Ainsworth al realizar esa exploración era demostrar la teoría de Bowlby respecto al carácter universal de la respuesta de los niños pequeños a la separación de su madre y, por tanto, estableció la hipótesis de que “los indicios naturales de peligro”(ambiente extraño, presencia de un desconocido, ausencia de la madre) provocarían el llanto del bebé (protesta), y una recuperación rápida de su interés por los juguetes (conducta exploratoria) al regreso de la madre. Una vez que ambos se reuniesen, se suponía que la presencia de la madre proveería la seguridad suficiente (8) como para permitir que el niño volviese a jugar.

Sin embargo, los resultados obtenidos en su estudio (realizado por primera vez en Baltimore, con un grupo de 23 niños de un año) la confrontaron con algunas sorpresas.

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