Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

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El ADHD y los diagnósticos en la infancia: la complejidad de las determinaciones

PDF: janin-adhd-diagnosticos-infancia.pdf | Revista: 41-42 | Año: 2006

Esto, vivido como un deseo de muerte del otro, reactualiza angustias de muerte muy tempranas (a veces, en niños que han sufrido situaciones de enfermedades u operaciones de muy pequeños) y promueve un intento, siempre fallido, de mostrarse vivo a pesar de todo. Cuando esto puede ser elaborado, el cambio es evidente.

En otros casos, no soportan sus propios deseos de muerte hacia sus progenitores. Así, un niño de cinco años pasaba sesiones arrojando objetos por el aire, sin poder parar en una especie de carrera desenfrenada. Un día, en que jugaba conmigo a una especie de lucha entre dos muñecos (cada uno de nosotros sostenía a uno pero él dirigía los movimientos de ambos), tira mi muñeco y dice que se cayó al agua y que se va a ahogar. Yo grito: “Papá, socorro”, y él me contesta: “No tenés papá, se murió”.

Entonces digo: “Mamá, salváme” y él responde: “También se murió. No tenés ni mamá ni papá”. Y, muy angustiado y casi llorando, susurra: “Yo no juego más”. A partir de esa sesión fue posible hablar de sus temores a la muerte de sus padres y nombrar los objetos que tiraba, poniéndoles nombres, ligándolos con sus deseos de tirar lejos a padres y hermanos. En la medida en que fuimos trabajando estos temores, su actividad se tornó mucho más organizada.

Una situación diferente en relación a la muerte se da en algunos niños que intentan despertar a adultos deprimidos, en estado de sopor. Son niños que se mueven alocadamente cumpliendo el mandato de mantener vivo y conectado a uno de los progenitores.

  • Un modo de defenderse de los deseos de pasivización

    Como no es casual que este síntoma se dé sobre todo en varones, a tal punto que se habla de un Trastorno de Déficit Atencional sin Hiperactividad, propio de las niñas, es imprescindible hacerse la pregunta acerca del por qué esta preferencia de los varones por este tipo de manifestaciones.
    Que los varones sean los que molestan en clase, es cosa sabida desde hace tiempo. Qué es lo que molesta de los varones, parece no quedar tan claro.

    Por los avatares del Edipo masculino, el varón supone que obedecer a otro y, sobre todo, quedarse pasivo frente a otro, es un equivalente de la feminización. Quedaría “castrado” frente a otro poderoso, activo. Es en gran medida por eso que los varones tienen muchas más dificultades que las niñas para adaptarse a un ritmo escolar en el que las maestras son las dueñas de la actividad y de la palabra.

    Cuando un niño supone que los otros lo quieren ver feminizado, puede rebelarse frente a lo que supone la intrusión femenina, el control de su cuerpo por parte de mujeres y el sometimiento al padre. Revertir esto puede pasar también por revalorizar la actividad y los deseos de investigación que suelen aparecer en estos niños.

  • VOLVIENDO AL DIAGNÓSTICO

    Si se los escucha, de diferentes modos, si no se habla por ellos sino con ellos, nuevas posibilidades se abren.

    Hablar entonces de diagnóstico puede tener diferentes sentidos.

    Lo que debe ser diagnosticado son los conflictos que están en juego, el modo en que el niño se defiende y de qué, si los conflictos son del orden de la fantasía o si hay una realidad perturbadora, cuáles son los elementos en conflicto, si éste es intra o intersubjetivo, si se trata en ese sentido de un síntoma o de un trastorno en la estructuración subjetiva, si viene variando y cómo, cuál es la movilidad de las defensas, cómo está operando la repetición y en quién.

    Y eso sí debemos diagnosticarlo para encontrar los medios adecuados para ayudarlo.

    Si nos confundimos y en lugar de problemáticas a descubrir, suponemos que tenemos que acallar un síntoma, el riesgo es que, al intentar sostener una supuesta tranquilidad, lo que se sostenga sea la “paz de los sepulcros”, contraria al bullicio de la vida, con lo que dejamos a un niño robotizado, transformado en una marioneta al servicio de intereses que lo desconocen como sujeto.

    En principio, hay un niño que necesita ayuda, que está sufriendo, que dice como puede lo que le pasa.
    Considero que ningún sujeto puede ser reducido a un “sello” sin desaparecer, como sujeto humano, complejo, contradictorio, en conflicto permanente, en relación a un entorno significativo y por ende, con un cierto grado de impredictibilidad, esa libertad posible… a la que intentamos acceder.

    En tanto sujeto en crecimiento, en constitución, ningún niño tiene su historia cerrada, coagulada, y lo que los profesionales podemos hacer es abrir el juego, permitir que se vayan armando nuevos caminos, que ese niño y esa familia vayan tejiendo una historia propia.

    1 Realizo una investigación personal para mi tesis de Doctorado en UCES.
    2 En numerosos trabajos se afirma que la Ritalina (metilfenidato) no debe ser usada en depresiones y que en niños psicóticos, su administración exacerba síntomas de comportamiento perturbado y desórdenes de pensamiento.

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