Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

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La analidad: frontera evolutiva

PDF: puertas-tejedor-analidad-frontera-evolutiva.pdf | Revista: 53 | Año: 2012

ÓPTICA NARCISISTA DE LA FENOMENOLOGÍA ANAL

Recordemos a Freud: El decía que una estructuración de la personalidad efectuada bajo el primado de lo genital y de lo triangular edípico, supone una completud edípica suficiente previamente realizada tras el pasado relacional pre-genital del sujeto.

No me voy a detener en la estructuración narcisista pregenital porque esto merecería, por sí mismo, un seminario cómo el que nos ocupa. Pasaré someramente a describir la conquista de ese equipamiento, me refiero al equipamiento narcisista, que se irá dando a lo largo de la primera infancia, y es la consecuencia de un acoplamiento exitoso con el objeto.

Las primeras formas de satisfacción, es decir, el primer vínculo supone la construcción y el encuentro con un objeto doble de uno, no es fusión, es un semejante. Es el concepto de relación homosexual primera en doble, núcleo de la experiencia de satisfacción del Narcisismo primario. El objeto acepta “jugar” de forma satisfactoria, es la función de Espejo Primario. Se va organizando un vínculo suficientemente seguro con un objeto investido progresivamente “percibido-construido” y concebido como un doble de sí. Se instaura el placer captado en el ballet del encuentro con otro, lo suficientemente similar y lo suficientemente diferente. El fracaso en este “ballet Corporal” inicial implican los fallos narcisistas (Rousillon “La naissance de l’objet” (2010),

La vivencia de uno mismo, pues, es una conquista del Yo, asistido por un objeto que refleja, como en el mito de Narciso, la imagen proyectada en el estanque de la mirada objetal. La condición es que el estanque no contenga aguas turbias o contaminadas con una carga propia que enturbie

la visión del niño. Es en este caso cuando se darían las ingerencias de los narcisismos parentales que van a interferir en el equipamiento propio. (El texto de Francisco Palacios y Juan Manzano sobre los escenarios narcisistas de la parentalidad, darían cuenta de este tipo de ingerencias).

Se va estableciendo el juego de reflejos internos del llamado “doble autoerótico” en el que el sujeto es al mismo tiempo objeto pasivo-observado y sujeto activo-observante. Este proceso conlleva investir incesantemente el cuerpo erógeno, apropiarse de sus propios miembros, de sus zonas erógenas, que van eclosionando, precisamente, al contacto con el objeto y con la participación de su investidura libidinal. De ahí su cualidad, a la vez, de separar y unir; el Yo-Cuerpo y la representación de sí, le serán tributarias.

Sobre la vivencia de un cuerpo investido libidinalmebnte por el objeto, se va erigiendo la capacidad de observarse, que deriva en el llamado Yo Observador de la tercera dimensión psíquica, dónde el sujeto va a desarrollar la capacidad de auto-observarse. Todos los verbos reflexivos testimonian la función de ese Yo Observador: pensarse, cuestionarse, quererse, compadecerse, etc…

La conquista narcisista pregenital podría definirse, como la conquista de vivirse siendo uno diferente del objeto, con una investidura auto, estable, con ligeras incursiones ocasionales al reclutamiento de la sostenibilidad del objeto, para verse y reconocerse.

Va a ser en el 2a subestadío anal, dónde va a culminar el llamado Narcisismo Secundario que respalda la vivencia, no sólo de ser, sino de contener, valía, poder…, es el narcisismo mas uno que dice Eiguer, el anterior era el básico, el narcisismo cero.

Este movimiento hacia el narcisismo secundario va a requerir el aporte donado por los padres que, a su vez, pudieron albergar ese sentimiento de autovalía, inviolable que puede compartirse y se puede donar. Esto implica una representación narcisista íntima bien asentada por parte de ellos con una investidura estable, que al ser transferida no se daña o desgarra, sino que se renueva permanentemente. Los padres, pues, necesitan haber desarrollado un Ideal del Yo funcionando adecuadamente, propulsando hacia un logro narcisista satisfactorio en el presente, pudiendo favorecer la reparación de las heridas de estos logros, con una expectativa proyectada hacia el futuro, en una negociación continua, en dónde la espera y la temporalidad mantienen el esfuerzo, con la ilusión del logro en el futuro.

Es pues, en la fase llamada fálica, soldada al 2o Subestadío Anal, en dónde el niño se siente atravesado por ese don simbólico de poder que los padres le dan, es el llamado falo. La vía fantasmática de incorporación del falo paterno-materno es anal. A diferencia del pene, con el que suele confundírsele, el falo es un objeto imaginario y simbólico, de naturaleza eminentemente narcisista, común al hombre y a la mujer. El pene es el órgano sexual real masculino.

Al adquirir el falo, el niño debe dejarse penetrar por él, no masoquistamente, sino entregarse a un deseo de incorporar algo que viene de fuera, que no daña o humilla sino que se desea obtener. Ese “algo que viene de fuera” debe estar sostenido por unos padres a los que se puede mirar con admiración.

Veamos cómo lo describe Bergeret: “Para obtener uno mismo el derecho al poder narcisista íntimo de base, habría que someterse a este poder simbólico parental, universal, todavía no sexuado, dejarse penetrar por él, pero no sádicamente sino en una posición de recepción de un don simbólico de poder por aquellos reconocidos como albergándolo. Muy por el contrario, un aporte tal, refuerza la integridad del sujeto y su plenitud.

Todas las religiones recomiendan una posición simbólica de aspecto genupectoral, de respeto y de espera hacia el potencial de poder susceptible de ser otorgado por la divinidad. En una regresión simbólica más avanzada la incorporación del Poder, se vuelve oral. (:…) También lo encontramos en la forma de armar un caballero en la edad Media, (…) de nuevo para que esto se dé, el niño no tiene que temer los efectos molestos del narcisismo parental, sino ser capaz de reconocer poco a poco lo positivo de los padres, y ver nacer, también progresivamente, las ganas de apoderarse de tales capacidades para su desarrollo”.

Evolutivamente, va a ser el falo de la madre, el que una vez incorporado, dará entrada al del padre. En el varón éste ultimo sostiene la identificación masculina.

El niño poco a poco, irá sintiendo sus erecciones, no sólo narcisistas, sino progresivamente sexualizadas, aquí se va a abrir a la heterosexualidad, y al reconocimiento de las diferencia sexual, solicitando al otro sexo diferente, para su satisfacción, la erección como un regalo no como un arma de dominio.

Es el control fálico el que, también, preparará a la niña para el goce vaginal. Cuando imagina haber dejado penetrar en su interior, y haber `podido controlar e integrar el falo materno y el falo paterno, éste último podrá ser vivido después como un pene. La sexualización de esta representación del falo vuelto pene, sostiene el principio de la identificación secundaria, y por tanto sexual, y transpone la identificación, hasta entonces primaria, -por tanto narcisista- de la niña con la madre y el padre, a Identificación Secundaria.

La incorporación del falo en ambos sexos ha requerido una integración pulsional que atempere la violencia del estado anterior y rescate al sujeto de un manejo de sus emociones con retenciones y evacuaciones intempestivas. La vivencia del intercambio se va sosteniendo en un poder dar y recibir, sin perder la integridad, ni despojar al otro de la suya.

Todo el empuje narcisista adquirido en a analidad va a permitir ir hacia los objetos desde el Deseo, sosteniéndose ambos sexos por unas identificaciones, como decíamos, de género que han sido la cosecha de una incorporación fálica adecuada. De ahí que la analidad sea considerada la bisagra entre el narcisismo y la sexualidad.

Nuestro sujeto culminando este periodo, puede recrearse en una territorialidad propia, con una demarcación más perfilada. Un continente con la posibilidad de abrirse al intercambio en función de la propia voluntad. Continente que alberga un contenido valioso y consistente, dónde el sujeto puede retirarse a descansar y protegerse de las frustraciones, que el mundo exterior, inevitablemente, le va a prodigar.

Las dificultades en la configuración de lo fálico en la fase narcisista, darán lugar a una fetichización de la sexualidad, confundiendo el falo con el pene, requiriéndolo a través de la sexualidad ávidamente en ambos sexos en una búsqueda narcisista Inagotable. El fracaso en esta adquisición lo ilustra muy bien, como dice Chasseguet-Smirgel (1978) colocando al Marqués de Sade como ejemplo de aquellos que viven en un “mundo anal” dónde todo se reduce a la misma materia y toda diferencia se elimina. La autora concibe esta degradación reductiva como la esencia del sadismo anal y la explica fundamentalmente, como una reacción ante la envidia activada por las diferencias de genero y diferencias generacionales. Todos los peligros psicológicos entre los que se incluye la herida narcisista y la envidia del pecho y del pene, pueden generar la amenaza de una regresión hacia la nada: la indiscriminación, el anonimato, la pérdida de identidad e individualidad hasta la deshumanización.

Voy a ilustrar las dificultades en la integración del Narcisismo Secundario y del aprovisionamiento en el interior de una vivencia fálica que sostiene el narcisismo, con 2 viñetas clínicas. La primera se trata de una paciente que acude motivada por un insomnio recurrente desde hace un tiempo. Tiene un funcionamiento básicamente fobico con fijaciones anales que me permiten ilustrar los contenidos que vamos viendo.

P: “Me aclaró mucho el darme cuenta de que estoy demasiado centrada en lo que no hago, pendiente de lo que no he hecho, culpándome de vaga, inútil, estoy demasiado centrada ahí, y me doy cuenta de que no lo dedico tiempo a mis hijos o a lo que hago. No lo veo. Me estoy tratando de centrar en la aceptación que tiene el ser así, y que si no hago, no pasa nada. Se me va la vida pensando en esos errores, como en esa insatisfacción y me enfoco ahí, todo en lo que no tengo.

“Es esa obsesión porque todo tiene que estar terminado como una obra de arte que tiene que ser perfecta. Hasta el último detalle, como no veo el resultado final, no valoro, estoy siglos y siglos, dándole al cincel, y después me desplomo. Por ejemplo, me voy dando cuenta que llego a casa y está todo como un volcán y recojo, y recojo, y tiene que quedar perfecto, y eso me crea muchísimo stress. Me estresa la brecha y habrá que vivir en la brecha… el saber vivir en la imperfección. No sé hacer esto. Y me digo ¿para qué me sirve la inteligencia? Hice una carrera pero, eso que se llama la Inteligencia Emocional, no la tengo… Tengo que hacer un aprendizaje desde Cero. Verme imperfecta y aceptarlo”.

(Es un relato fidedigno de la angustia de vivir tiranizada por el Ideal, la obra perfecta, la incapacidad de tolerar la castración, el límite, la incapacidad de renunciar a una proyección ideal de la imagen de sí misma).

A: “Quizás en su casa, no se le ha podido transmitir esa tranquilidad de sentirse poderosa con la brecha”.

(En esta intervención trato de llevar la dificultad de la paciente a las identificaciones con unos padres que no han llegado a transmitir un narcisismo más evolucionado).

P: “En mi ama si veo ese stress, una brecha grande, siempre esa queja de su malestar físico, ella lo llama fibromialgia, y yo veo que está molida emocionalmente. He vivido su inquietud en no poder llegar, y toda la casa patas-arriba”.

A: “¿El querer llegar a todo y no llegar a lo esencial?”.

P: “Ella cosía redes en el puerto y quería llegar a todo. Cargaba con todo… ella empapelaba la casa, la pintaba, hacía la comida, cosía, ella lo sabe todo. Era como un ídolo, como un dios. Era activa y fuerte. Cuando soy adolescente, me pone de los nervios, sigue hiperactiva. Siendo mayor se hace daño con eso, todo el día corriendo y corriendo, y me doy cuenta de que yo me repito. Es el mismo perfil. Me quiero reprimir y controlar esos espasmos”.

A: “La diosa sigue muy vigente dentro”.
P: “Debe estar muy vigente, pero no me doy cuenta,

y si lo pienso, mi abuela era igual. Ella lo abarca todo”.

A: “Sin brechas”.

P: “No me gusta nada ese mundo, no hay afectos, no hay intimidad. Es un mundo sin brechas, no recibo. Es un mundo de libro, no se habla de sentimientos… Es una relación de necesidad más que de afecto y yo tengo un pensar infantil que si no me cobijo ahí, estoy perdida. Yo voy y voy pero sin afecto.”

(La reiteración de la paciente en un mundo sin afecto, sufrido y despiadado, es un excelente relato de la tiranía narcisista dónde la escisión de lo pulsional tiene que mantenerse para mantener el Yo Ideal).

Recordemos que : “El Yo Ideal no es fruto de identificaciones secundarias, sino de una imagen antipulsional de los padres víctimas, a su vez, de un Yo Ideal omnipotente. Al situarse en un todo o nada radical y sin matices, el fracaso ante la realidad se vive como una herida narcisista y no como un sentimiento de culpabilidad negocible.

El Yo Ideal va a ser un resto del narcisismo omnipotente del infante, la predominancia de la referencia narcisista en Yo Ideal, sitúa al sujeto bajo el signo de Thanatos (“El Malestar en el Superyo”. Revista APM. Eloísa Castellanos)

Voy ahora a exponer otro ejemplo dónde, otra paciente se desliza en esta confusión a la que hemos aludido entre el falo y el pene.

Se trata de una paciente que tuvo una descompensación depresiva en la adolescencia, y que acude a mí tras la ruptura con una pareja. Tiene ahora 28 años y venimos trabajando en sus identificaciones femeninas y la dificultad en hacerse con una conquista de una identidad, en la que se sienta deseable, querible y potente.

Esta sesión es posterior a una semana en la que ella ha pasado unas vacaciones con unas amigas, y empieza diciendo cómo le irritaba una de sus amigas, porque veía que dependía excesivamente de su novio. Asocia con que tuvo un percance en dónde ella coge una maleta que no era la suya, pero que era igual. Se da cuenta al llegar al hotel, el dueño de la maleta se la reclama y vuelve al aeropuerto pero su maleta está extraviada, asocia con que ella se siente muy excluída cuando sus amigas hablan con otros chicos y ella siente que ella no es tan deseable como sus amigas y se siente invisible.

P: “Veo que la base de todo esto es la autoestima. Si no soy protagonista, me quedo atrás, y también me doy cuenta de que no hay por qué ser rivales. Tengo esa tendencia a verlo todo desde el “Todo o la Nada”.

A: “Igual le irritaba su amiga porque hay una parte de Ud. que se identificaba con ella en el sentido de depender mucho del hombre para sentir que tiene “su maleta” en su poder. Si no está con un hombre, siente que le han robado la maleta…”

(La paciente también había hecho alusión a la sospecha de que le habían robado su propia maleta y me pareció que la maleta era un buen símbolo del robo de su feminidad, en ausencia del hombre. Aquí podemos comprobar cómo hay una confusión entre el tener el pene del hombre, -es decir la sexualidad en activo-, y la vivencia fálica femenina internalizada).

P: “Es como si fuera por la vida con al cabeza agachada ¿Es que acaso no existo…? Yo soy la que me estoy comportando así no son los demás. Me doy cuenta de que en una época era superfeliz, ahora es como si hubiera perdido eso…”

A: “Pedro le robó la maleta?”

(Pedro es el antiguo novio, tras cuya ruptura tuvo que acudir a tratamiento).

P: “Sí, y poco a poco tengo que ir recuperándola. Yo le quería tanto que te quedas dependiente. En la época feliz no quedaba tanto con él… pero siempre pensaba que iba a acabar estando con él, aquello se me ha olvidado…”

A: “Quizás se sentía feliz, porque sentía que él iba a estar siempre ahí, devolviéndole su valía”.
(Ella se veía a través de él, ahora se siente invisible).

P: “Me cuesta mucho nivelar la balanza.-No pensar que yo no valgo, y que ellos les prefieren a las otras. Y la balanza sería que no, que esto no es así, que algunos prefieren a otras porque son distintas. Yo también prefiero a unos más que a otros”.

Comentario: Este material testimonia la dificultad en la espera de una relación de pareja satisfactoria, la ausencia del hombre en su vida esta muy asociada a la castración narcisista que implica la identificación de genero, cuando hay una insuficiente elaboración de las diferencias de genero.

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