Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

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Catalina nunca duerme sola

PDF: hayez-catalina-nunca-duerme-sola.pdf | Revista: 37-38 | Año: 2004

PRIMERAS PROPUESTAS

  1. Nosotros comentábamos ciertas impresiones, por separado a Catalina y a sus padres y negociábamos las consecuencias. Con los padres solos, verificamos su tolerancia potencial a la idea de un acompañamiento delicado: esta tolerancia se revela grande, ya que, en el fondo, fueron testigos exteriores los que había presenciado el hecho de que Catalina tenía un serio problema. Por otro lado, a nuestra pregunta, ellos explican que la existencia del problema no pesaba sobre sus relaciones íntimas, que se realizaban en los momentos de la ausencia de la niña o durante el día. Finalmente, los tranquilizamos sobre el hecho que este comportamiento desaparecería necesariamente un día y esto cuanto más rápido, si Catalina no se siente amenazada con respecto a ellos.

    Teniendo así, el acuerdo de los adultos sobre el análisis y las grandes líneas del acompañamiento, resumimos nuestro punto de visa y nuestras propuestas con ellos y Catalina juntos, según lo que sigue a continuación:

    • Catalina no es una comediante. Por el momento, ella necesita de verdad, la presencia de su madre, durante la noche para sentirse bien; esta necesidad es de naturaleza bien misteriosa, al menos provisionalmente… es como una dimensión de Catalina que habría permanecido “pequeñita” y quisiera todavía sentir el cariño de un gran peluche viviente. Probablemente, por otro lado, estar de acuerdo con la demanda de Catalina, también de algo positivo, al menos a su madre.
    • Frente a esta necesidad que los padres reconocen, ellos no tienen la fuerza de rechazar a la niña el acceso a su cuarto. Sin embargo, Catalina debe respetar mejor su bienestar y su lugar de esposos, el uno al lado del otro. No es posible sacar al papá del lecho conyugal y hay que volver a instalar la pequeña cama y pedir firmemente, que ella la ocupe.
    • Estas decisiones se toman por una duración indeterminada, es decir, tanto tiempo cuanto Catalina sienta una fuerte necesidad y que no pida por ella misma que se le ayude a ir en otra dirección.
    • Proponemos encuentros regulares a la familia y a Catalina, una vez por mes para comenzar, para reflexionar sobre la evolución de todo esto y para hablar con la niña de su vida, sus proyectos y de sus malestares eventuales.
  2. Estas propuestas aplican nuestro método de trabajo con estos comportamientos problemáticos con una dimensión de adicción: a veces sucede que no tengamos la opción y que haya que luchar enérgicamente contra ellos, a veces con una cierta violencia terapéutica, porque son muy peligrosos y/o deshumanizantes (por ejemplo: consumo de solventes…, perversiones sexuales en vía de instalación…, anorexias llegando a límites peligrosos para la vida). Pero, muy a menudo, como es el caso para Catalina, la adicción no presenta estas características de inaceptabilidad. Entonces, el grado de motivación de la niña para hacer algo con respecto a su problema se vuelve un elemento clave en la organización del programa terapéutico.
    1. En una minoría de casos, el niño sufre mucho con su problema y quiere deshacerse de él sin demasiada ambivalencia (ejemplo: ciertas tricotilomanías…, ciertos problemas de la excreción); a menudo, se realiza una terapia de introspección (sobre todo si hay un componente conflictivo conjunto), una terapia cognitivo-conductista centrada sobre el comportamiento y una orientación parental; esta última destinada a sostener los esfuerzos del niños, evitarle los beneficios secundarios ligados al comportamiento problemático, encontrarle otras fuentes de placer y de manera más general, a reducir las fuentes de dificultades afectivas que alimentan el comportamiento.
    2. Pero, en una mayoría de casos, el niño parece indiferente a su problema, o al menos ambivalente: es el caso de Catalina. Entonces, la toma a cargo es infinitamente mucho más delicada.
    3. Cierto, si se trata principalmente de una adicción, siempre podemos decirnos que una violencia pedagógica aplicada muy firmemente y por el suficiente tiempo por los padres, con el apoyo activo de los terapeutas, podría disuadir al niño de continuar su comportamiento y orientarlo hacia otros placeres más socializados. La adhesión del niño seguiría a esto, sobre todo si explicamos las razones positivas de la prohibición y recompensamos los esfuerzos que él haría para conformarse a lo que se espera de él: ciertos programas norteamericanos van en este sentido y pretenden obtener resultados (a título de ejemplo: Krohn et coll., 1992; Steuart Watson et Allen, 1993).

      No escogimos esta vía, sobre todo porque, al inicio de nuestros encuentros, no me parecía que los padres de Catalina tenían la fuerza de carácter para mantener su posición y que el síntoma, objetivamente, no era molestoso de manera extraordinaria. Sin embargo, no nos escondemos detrás de afirmaciones éticas para justificar nuestra abstención: podemos concebir que ciertos comportamientos, como el mutismo selectivo, sean extraordinariamente costosos en invalidación o en energía familiar y que lleguemos a querer eliminarlos a través de posiciones muy directivas pero que no sean sádicas (Krohn et coll., 1992).

    4. Pero entonces, si no optamos por la insistencia firme, ¿cómo enfrentar a estos niños ambivalentes y atrapados en su adicción? Como lo veremos en lo que sigue del texto, podemos:
      • Proponerles encuentros de palabra que sean al inicio y antes que nada un encuentro con ellos mismos, en su proyecto de vida, como lo hacemos en toda psicoterapia: a veces, estos encuentros conducen a que se movilicen las otras raíces, más afectivas, del comportamiento problemático.
      • Aprovechar para hablar directamente con el niño: hacer una evaluación de sí mismo, reflexionar sobre los pros y los contras que tiene en mantener o abandonar, sin forzarlo, recordándole que no podemos doblegar su libertad, y si se lo ve más motivado, proceder entonces como en el punto A).
      • Trabajar paralelamente con los padres para que encuentren un punto óptimo de serenidad en sus relaciones con el niño (para comprender mejor cuál es su proyecto profundo, Catalina necesita paz y aceptación de su persona!); llevarlos a hacer el duelo de una rápida resolución, por parte del niño, de su comportamiento problemático y, al mismo tiempo, motivarlos a tomar disposiciones tales que este comportamiento no agote su energía y no cree demasiada molestia.

    Es en esta última dirección que nos encaminamos con Catalina y sus padres.

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