Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

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Estudio de la construcción mental de los vínculos intergeneracionales en el abordaje psicoterapéutico grupal de adolescentes con conductas antisociales

PDF: quiroga-construccion-mental-vinculos-intergeneracionales.pdf | Revista: 41-42 | Año: 2006

2. MARCO TEÓRICO

2.1. Perspectiva Psicosocial

Los adolescentes atendidos en la Unidad de Violencia del Programa transcurren su desarrollo en un permanente contexto de alto riesgo y vulnerabilidad psicosocial debido a la predominancia de una realidad objetiva disruptiva y traumática. A continuación se analiza esta vulnerabilidad desde diversas perspectivas.

Desde el punto de vista sociodemográfico (Quiroga y Cryan, 2005), en un estudio epidemiológico realizado en la población consultante a esta Unidad, se observó que casi el 100 % de las familias vive en casas construidas precariamente donde existe un alto grado de hacinamiento en la densidad habitacional, y un 80 % de cohabitación y cohecho con otros miembros de la familia, mientras que sólo un quinto de estos adolescentes dispone de un espacio propio. Esta realidad psicosocial es, entre otras cosas, fuente de excitación erógena corporal continua, lo cual constituye un potencial traumático desorganizante que pone en riesgo el surgimiento, desarrollo y tramitación de los procesos endógenos en estos adolescentes. Los estímulos internos puberales son procesos que necesitan ser descargados; sin embargo, en esta población no encuentran una vía apropiada para realizar “acciones específicas” que cancelen las exigencias pulsionales de esta fase del desarrollo psicosexual (Freud, 1950).

Por otro lado, casi el 50 % de esta población establece viviendas transitorias en terrenos o casas tomadas. Desde el punto de vista contextual, esta situación genera una transgresión permanente de la ley que se instituye como un estilo de vida comunitario consensuado. Esta transgresión permanente genera fallas en la constitución de un Superyo protector, acorde a las normas y la ley, dando lugar en esta instancia psíquica a una configuración superyoica transgresora grupal.

Esta inestabilidad habitacional genera una carencia de continuidad contextual contenedora y estable, como por ejemplo el barrio o la escuela. La posibilidad de ser expulsados de los espacios de apropiación y el consiguiente cambio de contexto afectan tanto la deserción escolar y el abandono de tratamientos terapéuticos como la posibilidad de establecer vínculos intersubjetivos y grupales permanentes, necesarios para el desarrollo de esta etapa vital.

2.2. Perspectiva intrapsíquico – intersubjetivo

Desde el punto de vista intersubjetivo, estos pacientes se caracterizan ya sea por un déficit en los vínculos, que se pone de manifiesto en rasgos tales como apatía, abulia y/o desinterés por el otro (Kaës, 1991), o por la predominancia de vínculos de odio (Kernberg, 1989), que se manifiestan en el rechazo sistemático y descalificación hacia la persona del terapeuta o de sus pares en el grupo. Desde el punto de vista intrasubjetivo, se observa un déficit en la construcción de la trama representacional por la intensidad y la cualidad de situaciones vitales traumáticas acaecidas en la infancia y en la realidad familiar actual. (Quiroga y Cryan, 2004).

Siguiendo la definición de Laplanche y Pontalis (1996), entendemos el trauma (palabra del griego herida, derivada de perforar, designa una herida con efracción) como un acontecimiento de la vida del sujeto caracterizado por su intensidad, la incapacidad del sujeto de responder a él adecuadamente y el trastorno y los efectos patógenos duraderos que provoca en la organización psíquica.

Los diversos peligros que el infante afronta pueden precipitarse en una situación traumática en diferentes épocas de la vida: el nacimiento, la pérdida del amor de la madre, el temor a la castración y la pérdida del amor del superyo (Quiroga, 2001). En todas ellas, el trauma produce un efecto devastador sobre el aparato anímico debido a la energía pulsional sin ligar. El efecto del trauma, dice Freud (1926), genera dolor o estasis libidinal.

Destacados autores han investigado sobre la importancia de los traumas tempranos en la clínica de los trastornos de la personalidad. Bion (1959), apoyándose en las desarrollos teóricos de Melanie Klein (1934), sobre las fantasías sádicas de ataque al pecho, la escisión de los objetos por parte del lactante y la identificación proyectiva –mecanismo por el cual partes de la personalidad son escindidas y proyectadas en objetos externos–, considera a este vínculo como el prototipo de los ataques a los objetos vinculares y a la identificación proyectiva como el mecanismo de defensa utilizado por la mente para deshacerse de fragmentos del yo producidos por su propia destructividad. Siguiendo este desarrollo, Kernberg (1994) sostiene que el apego intenso a la madre frustradora es el origen último de la transformación de la ira en odio. En el marco de la teoría de las relaciones objetales, el autor entiende que la destrucción del “objeto malo” pretende restaurar mágicamente al “objeto idealizado”, pero este proceso defensivo conduce a la destrucción de la capacidad del “self” de relacionarse con el objeto externo. Fonagy (1996), por su parte, investigó que los sujetos con trastornos de personalidad fueron víctimas de abuso infantil y que en su crecimiento afrontan esta situación desestimando los pensamientos acerca de sus figuras de apego, evitando así tomar contacto psíquico con los deseos de dañarlos de sus cuidadores. Masud Khan (1974) plantea que la reiteración de situaciones amenazantes y disruptivas en la infancia trae aparejado lo que se conoce como trauma acumulativo o vivenciar traumático; situación intrapsíquica presente en la mayoría de nuestros pacientes que se observa en la limitación de la capacidad de la elaboración y en el desmantelamiento de la subjetividad. Desde otra perspectiva, Benyakar (2003) diferencia la realidad objetiva externa como capaz de ser potencialmente traumática, de la noción de trauma como injuria psíquica, que puede producirse o no ante efectos externos de carácter disruptivo.

2.3. Perspectiva Familiar

Desde el punto de vista familiar, se destaca el bajo nivel educativo de las figuras parentales, habiéndose encontrado que el 17 % de los padres no ha completado la instrucción básica primaria y que sólo el 4 % ha completado el secundario. Con respecto a las madres, el 50 % ha completado el primario y el 27 % tiene un estudio secundario o un oficio.

Los trabajos que desempeñan los padres son en su gran mayoría poco calificados y temporarios. Esta inestabilidad laboral y la necesidad económica de supervivencia genera dos tipos de respuesta: la entrada en contextos laborales transgresores como venta de drogas, robos, estafas, etc., o por el contrario, una resignación pasiva de la condición de desempleado. Esta falta de estabilidad laboral y habitacional o el estado permanente de trasgresión condiciona la aparición de psicopatologías familiares tales como desregulación emocional, violencia, depresión y abuso de sustancias, entre otras.

Por otra parte, siguiendo a Freud (1905), “los poderes anímicos que más tarde se presentarán como inhibiciones en el camino de la pulsión sexual y angostarán su curso a la manera de unos diques psíquicos (el asco, el sentimiento de vergüenza, los reclamos ideales en la estética y en lo moral)” se ven trastocados en el seno de estas configuraciones familiares, donde los vínculos intersubjetivos se instituyen en base a la ruptura de los diques y no en su constitución a favor de la cultura.

Con respecto a los factores familiares analizados desde el punto de vista psicoanalítico, Quiroga (1994, 2001) planteó ciertos determinantes familiares que inducen a los adolescentes a conductas autodestructivas o al suicidio. Estos determinantes pueden ser considerados relevantes en esta población, ya que en un primer momento la agresión observada en las familias de estos adolescentes se manifiesta hacia el exterior y en un segundo momento es vuelta contra la propia persona. Es frecuente encontrar en estos adolescentes peleas callejeras con uso de armas de fuego o armas blancas, accidentes de tránsito, o lo que ellos llaman “ajuste de cuentas”. Estos determinantes familiares se presentan en las siguientes modalidades:

  1. Los desbordes pulsionales: Tienen lugar en familias donde los adultos, constituidos como modelos, presentan graves patologías. Los hijos suelen soportar una conflictiva familiar básica, compulsivamente repetitiva y sin salida, cuyo desenfreno desemboca en situaciones límite, ya sea por desbordes violentos de maltrato, golpes o ataques con objetos (cuchillos, navajas, etc.) o por desbordes emocionales, catárticos donde los hijos son usados como objeto de descarga, tanto para consolar como para ser blanco de agresiones…”.
  2. El discurso especulador: “En estos casos la catarsis y el caos familiar no se manifiesta, pero en su lugar, el adolescente se siente objeto de un doble discurso, que bajo la apariencia de comprensión empática, en realidad pareciera ser objeto de especulación. Un tipo de vínculo superficial, inconsistente y desafectivizado, en el que uno o ambos padres busca la complicidad (consciente o no) del hijo para el logro de metas narcisistas…”.
  3. La escisión de los discursos: “Desde el contexto familiar provienen mandatos contradictorios originados en una escisión yoica y proyecciones indiscriminadas que involucran al hijo en actuaciones sin salida, obligándolo a tomar partido por uno u otro, mientras siente a la vez, que es explotado psicopáticamente por ambos…”.
  4. Desplazamiento del desamparo: “La situación de desamparo parental suele generar culpa por estar vivo. Durante la adolescencia este sentimiento es desplazado al contexto social, que es vivenciado como poco continente. Se siente exigido por figuras superyoicas (profesores, jefes) que visualiza como sádicas y abrumadoras. El rechazo, la tensión y el desconocimiento de sí mismo dentro del hogar son proyectados al exterior, que adquiere así características de no confiabilidad y persecución. El contexto se le torna amenazador y aumenta su vulnerabilidad, sus temores paranoides y sus fobias, combinado con una autoexigencia que le condiciona una salida patológica temprana como el desplazamiento actuado en la realidad familiar de los roles edípicos (por ejemplo, ser la madre o el padre de los hermanos, ocupar el lugar de pareja de la madre, “ser el padre”).
  5. Manejo de vínculos de dependencia-independencia: “Otra característica parental a considerar es el manejo contradictorio de la independencia de los hijos: por un lado lo consideran maduro y autónomo y lo expulsan prematuramente para aquello que les es favorable (como asumir el trabajo, atender a hermanos menores, etc.); por otro, evitan su independencia afectiva impidiendo la ruptura de vínculos simbióticos, narcisistas y totalizantes. Reclaman del hijo una fidelidad absoluta, por medio de amenazas de expulsión mortíferas que lo arroja al vacío y lo desestima como persona. Siguiendo el destino de desconocimiento en la mente de sus padres, el hijo se desestima a sí mismo en su sentir y pensar, perdiendo el sentido de la propia existencia…”.
  6. Identidad parental de fachada: “Otra manifestación de contradicción interna paralizante se observa en familias que presentan una fachada de perfección dentro de un sistema defensivo extremadamente rígido, que encubre la posibilidad de derrumbe psíquico (Winnicott, 1963). Son padres que se comunican desde el saber y la censura permanentes. Los adolescentes, asumen por proyección, el aspecto despreciado o idealizado de los padres. Nunca es suficiente lo que hacen y “siempre podría haberse logrado algo mejor”. Esta exigencia, que atenta contra la autoestima, puede tener varios desenlaces psíquicos: estados de pánico y paralización por desmantelamiento psíquico; sentimientos de culpa o autocastigo o actuaciones autodestructivas: adicciones, violencia, enfermedad psicosomática, etc. Estas conductas inmolatorias constituyen un intento de salida de la situación paradojal, son un mensaje a la familia, con la ilusión de provocar un cambio y poder ser escuchado…”.
  7. Vínculos de dependencia simbiótica: “Otro criterio clasificatorio de origen psicoanalítico toma en cuenta no sólo las manifestaciones sino la estructura interna de los vínculos, presentes en la patología familiar. En estos casos encontramos familias cuyas características simbióticas o aglutinadas (Bleger, 1967) impiden todo intento de discriminación del hijo, ya que ello es vivido como traición al núcleo familiar y se paga con la expulsión, cuyo significado es la muerte psíquica, y en ocasiones se transforma en muerte física… La rigidez en las interacciones es otra variante de estos vínculos familiares. Los padres deciden mantener a cualquier costo un tipo de defensa que convalide su propio equilibrio narcisista y el del grupo. Para ello apelan a impedir el cambio, aun a riesgo de la autodestrucción de los hijos. Esta constelación familiar conduce al aislamiento, la incomunicación y la pobreza afectiva de los miembros y engendra en el adolescente efectos de soledad, abandono y desestima de la propia vida”.

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