Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

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Hiperactividad y trastornos de la personalidad II: sobre la personalidad límite

PDF: lasa-hiperactividad-trastornos-personalidad2.pdf | Revista: 34-35 | Año: 2003

Estas situaciones incluyen episodios y manifestaciones normales, aunque llamativas y a veces inquietantes, tales como: omnipotencia e idealización del pensamiento; oscilaciones entre desvalorización y euforia hipomaníaca; deseos y temores de relaciones de dependencia fusional; reacciones de hipersensibilidad al abandono; tendencias dismorfofóbicas y sensibilidad autoreferenciales; oscilaciones entre períodos de hiperactividad y de inhibición y apoltronamiento; tendencia a quejas hipocondríacas regresivas.

Si, de un lado, el adolescente normal presenta tales manifestaciones “casi border-line”, de otro lado, el auténtico border-line que entra en la adolescencia con su identidad inconsistente y su particular inestabilidad emocional y relacional, se ve llevado a mimetizar, calcar y someterse a los clichés habituales de los grupos de adolescentes, en los que generalmente trata de entrar sin consolidar una pertenencia estable en ellos.

En segundo lugar, merece particular atención la facilidad con que se contagian de las habituales tendencias y conductas “psicopatiformes o psicopatizantes” de los grupos de adolescentes.

Señalo alguna de ellas, que se extienden fácilmente, por la tendencia natural de todo adolescente al respeto y fidelidad total a las leyes y hábitos de su grupo, porque necesita de esta sintonía incuestionable para reafirmar su “neoidentidad” grupal:

  • Contagio de tono hipomaníaco y megalómano: “no hay nadie como nosotros, todos los demás son unos pringaos”.
  • Tendencia compartida a la obtención de gratificación inmediata (avidez oral) y a la exigencia violenta (sadismo anal): “que nos lo den ya y si no se van a enterar”.
  • Dilución de la responsabilidad y la culpa individual en el anonimato colectivo protector: “hemos sido todos”.
  • Desculpabilización y aconflictividad de la arrogancia: “hago lo que harían todos si no fuesen tontos o caguetas”.

En tercer lugar, hay que valorar los aspectos clínicos derivados de la intensa necesidad de autoafirmación narcisista del adolescente, que plantea dudas clínicas porque la exacerbación de la hipersensibilidad hacia el otro y hacia su propia imagen nos obliga a diferenciarlo de un verdadero un trastorno narcisista de la personalidad.

Reseñando estas tendencias naturales del adolescente, –y también veremos en el border-line su imitación o consolidación–:

  • Fragilidad-hipersensibilidad y dependencia de la opinión y de la mirada del otro.
  • Tendencia al egocentrismo y la autoreferencia.
  • Actitudes de arrogancia y la necesidad de construir un ideal de yo (autoimagen) grandioso.
  • Actitudes menospreciantes, sobre todo de padres y de otros adultos.
  • Reacciones de fanfarronería, orgullo y prestancia (fijación al narcisismo fálico).
  • Descargas de sadismo y autoritarismo (fijación al narcisismo anal).
  • Hipocondría regresiva acaparadora.

PLANTEAMIENTOS Y PROBLEMAS TERAPÉUTICOS

Los parámetros psicopatológicos

Trataré de resumir los “ejes” sobre los que basamos nuestra observación clínica, que son tambien los “temas” en torno a los que se organiza la intervención psicoterapéutica (sea individualmente o compartida en equipo con intervenciones psicoeducativas complementarias: reeducación psicomotriz y del lenguaje, pedagogía relacional individualizada, etc.).

Todos ellos resultan de los mecanismos psicopatológicos que he ido describiendo, y que deben calificarse como tales por:

  • su tendencia repetitiva;
  • la incapacidad del niño para modificarlos sin ayuda externa;
  • su efecto amputante de las capacidades potenciales del niño;
  • su repercusión constante y cada vez más irreversible en el desarrollo psíquico.

Por lo tanto cualquier variación, a mejor o a peor, en estos mecanismos, supone un criterio de evaluación y pronóstico y una guia para la intervención terapéutica.

Como se ve también todos tienen una doble particularidad:

  • la de estar presentes tanto en el funcionamiento límite como, en mayor o menor grado, en otros muchos niños hiperactivos, por no decir en todos;
  • la de condicionar cualquier intento de relación que además es indispensable para que se pueda intentar modificarlos.

Defensas maníacas
Se plasman en una actitud que dificulta cualquier intervención relacional y cuyos elementos fundamentales son:

Como mecanismo antidepresivo que son, tratan de combatir un sentimiento de desvalorización que les lleva a no aceptar ninguna necesidad de ayuda, en gran parte por temor a nuevos fracasos.
Cualquier intento terapéutico choca con su tendencia general a negar sus propias dificultades y a iniciar tareas difíciles.

Las constantes proyecciones acusatorias y las ideas y sensaciones de autoreferencia acompañantes, “confirmadas” por experiencias de fracaso anteriores, se oponen activamente a una relación terapéutica basada en la confianza.

La posición del terapeuta tendrá que insistir en su intención de ayuda, salvando las dificultades contratransferenciales inevitables que esta actitud maníaca del niño conlleva (rechazo, menosprecio, “indiferencia” y “desinterés”). En contrapartida, el punto esencial sobre el cual se basan las posibilidades terapéuticas es la necesidad desesperada, del niño; de agarrase a una relación estable en la que apoyarse “para todo”.

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