Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

Teléfono: 640 831 951sepypna@sepypna.com
Domicilio social: C/ Sta. Isabel, 51 - 28012 Madrid
Aula formación: C/ Montesa, 35 - 28006 Madrid

Violencia, aniquilación y desobjetalización

PDF: macias-violencia-aniquilacion-desobjetalizacion.pdf | Revista: 33-34 | Año: 2002

LA VIOLENCIA Y SU RELACIÓN CON LA DINÁMICA PULSIONAL

“Deberíamos acordarnos que nuestras hipótesis no pretenden tener otro valor que el de una representación figurada”
S. FREUD, Metapsicología.

Es probable que el siglo XX detenga el récord de haber sido uno de los más sangrientos, si pensamos en las guerras que se han sucedido o en los crímenes de Hitler, Staline, Pol Pot, Mao Tse-tung y todos los demás tiranos. FREUD vislumbra desde el principio los horrores que estaban aún por venir. En medio de la primera guerra mundial, comprende que las ideas republicanas del siglo XIX iban a ser anegadas por la potencia destructiva de las armas modernas, que afectaría a los civiles e incluiría el recurso a la propaganda y a la guerra psicológica. En la primavera de 1933, cuando los nazis quemaron por primera vez sus libros, parece que hizo un comentario irónico: “¡Cuanto progreso estamos haciendo. En la Edad Media me habrían quemado, ahora se contentan con quemar mis libros!”

FREUD tenía una visión eminentemente trágica de la humanidad, citando el antiguo dicho “Homo homini lupus” (“El hombre es un lobo para el hombre”). Estaba escépticamente convencido que la humanidad era capaz de realizar acciones horribles. Su concepto del inconsciente, que había situado en el centro de su teoría, se apoyaba sobre la presencia en cada uno de nosotros de una especie de maldad diabólica.

La reflexión psicoanalítica sobre la violencia prosigue, desde FREUD, a la sombra de dos grandes concepciones de la teoría: el punto de vista pulsional y el punto de vista objetal. Si por una parte la descarga pulsional violenta encuentra sus cartas de naturaleza en la PULSIÓN DE MUERTE, por otra parte la dependencia del bebé‚ del objeto primario que lo cuida y lo cría señala la función de las RELACIONES OBJÉTALES en la generación de la violencia ulterior.

Desde la hecatombe de la guerra del 14-18, FREUD se interroga por la destructividad del hombre. El caso Dora en 1905 le hizo ver la connotación agresiva de la relación de esta paciente con él mismo, profundizando entonces el concepto de transferencia negativa, es decir hostil al psicoanalista. No siguió sin embargo las proposiciones de ADLER sobre una pulsión agresiva autónoma, y se limita a oponer las pulsiones sexuales a las de conservación de la vida. Demuestra que la agresividad, el odio y el sadismo son el producto de la lucha del Yo por su conservación y afirmación. Pero es en 1920 en un ensayo con connotaciones nietzcheanas, “Más allá del principio del placer”, que va efectivamente más allá y define la PULSIÓN DE MUERTE.

Constata en el enfermo la repetición permanente de los mismos síntomas, en afecciones como las neurosis traumáticas o la neurosis de guerra, en las que el acontecimiento traumático se revive constantemente en los sueños, en fantasías e incluso en la relación de transferencia. En lugar de intentar buscar el placer, el paciente parece torturarse con la reminiscencia de escenas dolorosas. Este automatismo, que FREUD cataloga de demoníaco, lo explica por la tendencia de la psique a retornar a un estado anterior, es decir a volver del estado de ser al de no ser. La vida es un accidente de la muerte, la finalidad de la vida es la muerte, la vida no es más que un espacio antes de la desaparición, de la afanisis. Eros y Tanatos se enfrentan en esta visión grandiosa, en la que el objetivo de Tanatos, instinto de muerte, es el de convertir lo vivo en lo muerto. FREUD parece pronunciarse por una victoria de la muerte que conduce al silencio de este gran agitador que se llama Eros.

Estemos o no de acuerdo con esta visión mortífera, no cabe la menor duda que la crueldad, la violencia y todo el sistema que articulan los mecanismos de destrucción, no pueden comprenderse de otra manera que como derivados de una fuente pulsional tan potente y decisiva como la pulsión de muerte. Es por ello que desde la perspectiva freudiana, la destructividad deja de ser un fenómeno meramente coyuntural o accidental, par formar parte integrante de la estructura psíquica fundamental del ser humano.

Cuando en 1933 EINSTEIN somete a FREUD el estudio sobre las relaciones entre derecho y fuerza, la expresión suena bien en alemán: “Recht und Macht”. FREUD renuncia a la eufonía, y lo corrige prefiriendo a Recht, que designa también el Poder, el término de violencia que le parece más radical. Es la única vez en toda su obra que utilizará este término, refiriéndose más a menudo a la destructividad y a la agresividad que sitúa en el seno de la pulsión de muerte.

A diferencia de los integrantes de la Egopsychology, quienes liderados por HARTMANN tratan de laicizar el pensamiento freudiano, haciendo de sexualidad y agresividad una pareja de conceptos “razonables”, Melanie KLEIN intenta dar mayor calado a las ideas de FREUD. Hasta el punto que incluso se ha dicho que ella se refería a los instintos (de vida y de muerte) y no a las pulsiones como hace FREUD. Desde sus primeros trabajos, la libido se desplaza hacia la exacerbación del sadismo, infiltrando los fantasmas arcaicos de la posición esquizo-paranoide, de manera que el desarrollo de la libido planteado por FREUD parece a su lado un cuento de hadas. Cuando se refiere a las manifestaciones de Eros, como cuando ilustra las fantasías de destrucción, Melanie KLEIN aborda crudamente la cuestión de la violencia, que confundida a menudo con el sadismo, expresa el trabajo de una pulsión de muerte que no es silenciosa, sino omnipresente y voraz, lo que la conduce a tratar de remplazar, cada vez que la situación se lo permite, las fijaciones libidinales por sus equivalentes de destrucción. En su libro Love, Hate and Reparation, Melanie KLEIN desarrolla las relaciones de la agresividad con el odio, y con nociones tales como la avidez, la envidia y el deseo de posesión, de manera que la rivalidad edípica parece en comparación una caricatura..

Aunque no se ocupa directamente de la violencia, BION prosigue los estudios de Melanie KLEIN, a medida que introduce modificaciones fundamentales en su teoría. En sus primeros trabajos describe secuencias psicoanalíticas completas, mostrando las expresiones de una triple violencia: violencia de los afectos y de las pulsiones que se manifiestan en el discurso, violencia defensiva contra esas mismas pulsiones y contra la transferencia que provocan, y violencia interpretativa del analista. La destructividad es proporcional al grado de afectación esquizofrénica, pero daña más el propio pensamiento del paciente que a la persona del analista. BION introduce una nueva forma de violencia: el odio de la realidad interna y externa, de manera que el campo de la violencia afectará en lo sucesivo a la destrucción de la vida psíquica por los procesos de psicotización de la personalidad.

WINNICOTT también se autonomiza progresivamente de Melanie KLEIN, llegando a considerar que la agresividad se relaciona tanto con el amor como con el odio, cuando afirma que “un niño pequeño vive el amor y el odio con tanta violencia como un adulto”. Su idea fundamental es la de una agresividad pulsional primitiva, fuente de placer, que se ejerce sobre un objeto amado (ruthless love), lo que permite la fusión entre amor y agresividad. La doble naturaleza de la agresividad implica que es concebida como reacción a la frustración y al mismo tiempo como una fuente de energía vital para el individuo. Dicha energía se descarga mediante la motricidad y la utilización de los movimientos expulsivos del cuerpo que dan lugar a las lágrimas, a la saliva, a la orina y a los excrementos.

Desde que fue enunciada por FREUD, la cuestión de la pulsión atormenta y divide a los analistas. LACAN, por ejemplo, se vuelve hacia el lado del deseo inconsciente, del significante. Para los kleinianos, lo determinante no es la pulsión sino la relación de objeto. Sin embargo, y a pesar de todas las matizaciones posibles e imaginables, hoy en día la pulsión está en lo social, es allí donde se manifiesta. No ya sobre el diván, donde aparece más diluida, sino en las manifestaciones cotidianas de la violencia que inundan las páginas de los periódicos, infiltrándose en el discurso social y modificando radicalmente el mundo que conocemos.

En este sentido, es necesario que algún día terminemos por admitir que lo que hay sin duda de más subversivo en el pensamiento freudiano es que revoluciona la teoría de la subjetividad instalando en sus fundamentos el mito de la pulsión y haciendo del sujeto el sujeto de la pulsión. ¿Qué quiere decir SUJETO DE LA PULSION? La expresión, con toda su ambigüedad, es rica de sentidos. Toda pulsión es directamente o potencialmente violenta Decir que no hay sujeto sino como sujeto de la pulsión, es decir que la subjetividad se manifiesta ante un fin pulsional a alcanzar, ante un objeto que conquistar, movida por un empuje que surge de las entrañas del cuerpo y pone el ser en movimiento, haciéndolo salir de si mismo, invitándolo a realizarse en esa búsqueda. Lejos de nosotros la antigua concepción de un sujeto neutro, distante de sí mismo, sin pasión, maestro de su destino. En lo sucesivo, habría que hablar de sujeto de la pulsión de la misma manera que hablamos de “sujeto de su Majestad”.

Páginas: 1 2 3 4 5 6 7 8

Subir