Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

Teléfono: 640 831 951sepypna@sepypna.com
Domicilio social: C/ Sta. Isabel, 51 - 28012 Madrid
Aula formación: C/ Montesa, 35 - 28006 Madrid

Autismo temprano, neuronas espejo, empatía, integración sensorial, intersubjetividad

PDF: larban-vera-autismo-temprano-neuronas-espejo.pdf | Revista: 54 | Año: 2012

Early autism, mirror neurons, empathy, sensory integration, intersubjectivity

Juan Larbán Vera
Psiquiatra y Psicoterapeuta de niños, adolescentes y adultos. Consulta privada.

RESUMEN

En este trabajo, el autor repasa brevemente las aportaciones recientes de las neurociencias, así como de la psicología y psicopatología del desarrollo, mostrando que un diálogo es posible entre estas diferentes disciplinas, esperando que se abra camino un abordaje integrador del autismo temprano infantil. Hoy día sabemos, gracias a los avances de la epigenómica, los recientes descubrimientos sobre la plasticidad cerebral y las neuronas espejo, así como los derivados del estudio de la neurogénesis cerebral, que el desarrollo psíquico y cerebral del ser humano es el resultado de la interacción entre lo genético-biológico-constitucional y el entorno psicosocial y socio-cultural en el que vivimos.
PALABRAS CLAVE: Autismo. Integración. Neurociencias. Psicología. Psicopatología.

ABSTRACT
In this work, the author briefly reviews the recent contributions to neuroscience, as well as the psychology and the psychopathology of the development, showing that a dialogue is possible between these different disciplines and hoping that a pathway is opened to confronting early childhood autism in an integrative manner. Nowadays we know, thanks to the advances of epigenetics, the recent discoveries about the cerebral plasticity and mirror neurons, as well as those derived from the cerebral neurogenic study, that the brain and mental development of the human being is the result of the interaction between the genetic-biological-constitutional and the psychosocial and socio-cultural environment in which we live.
KEY WORDS: Autism. Integration. Neurosciences. Psychology. Psychopathology.

NEUROCIENCIAS Y AUTISMO

Sobre el autismo hay creencias difundidas y alimentadas por aspectos más ideológicos que científicos que han logrado parasitar el pensamiento científico, impregnando la mentalidad de muchos profesionales de la salud mental. Creencias que habiendo arraigado en nuestra sociedad con la categoría de mitos, están influyendo muy negativamente en la confrontación adecuada del problema de los trastornos mentales, (incluido el autismo), y en su posible solución. El mito o creencia mítica consiste en atribuir a personas o cosas, una realidad de la que carecen, (Larbán, 2011).

Uno de los mitos “científicos” vigente hasta hace poco, era el de que el proceso de maduración orgánica, (concepto biológico) -en este caso del cerebro- transcurre por vías separadas y diferentes a las del desarrollo psíquico (concepto psicológico evolutivo y relacional) del ser humano. Hoy día sabemos, (gracias a los avances de la epigenética, o más bien de la epigenómica, los recientes descubrimientos sobre la plasticidad cerebral, así como los derivados del estudio de la neurogénesis cerebral), que ambos conceptos son inseparables ya que el desarrollo psíquico y cerebral del ser humano es el resultado de la interacción entre lo genético-biológico y el entorno psicosocial y socio-cultural en el que vivimos. Estos descubrimientos recientes de las neurociencias confirman la vieja intuición clínica de que en gran medida, el desarrollo de una función, “hace”, el órgano que la produce. Es decir, los estímulos adecuados como por ejemplo los visuales, facilitan y potencian el desarrollo del órgano de la visión. Así, es posible que, con un entorno proveedor de cuidados adecuados no solamente se facilite un proceso de maduración biológico y un desarrollo psicológico y neuronal sanos, sino que también se pueda evitar la aparición de algunas alteraciones y enfermedades que se sabe hoy día que no están genéticamente predeterminadas.

Desde que se ha conseguido el mapa genético del ser humano o su genoma, la genómica, (conjunto de ciencias y técnicas dedicadas al estudio integral del funcionamiento, la evolución y el origen de los genomas), nos muestra que los genes de un determinado genoma, (totalidad de la información genética que posee un organismo en particular), nunca trabajan solos sino que trabajan en red, y además, interactuando entre ellos. Por otra parte tenemos los avances logrados por la epigenómica, que estudia y describe al conjunto de interacciones existentes entre el genoma de un determinado organismo y su entorno que conducen a la expresión del fenotipo que son las manifestaciones visibles del genotipo (totalidad de la información genética que posee un organismo en particular, en forma de ADN) en un determinado ambiente. Dicho de otro modo; el material genético contenido en los genes, se activará, se expresará, se manifestará, y se hará visible o no, en función de la interacción con el medio. Es decir, la expresión genética o más bien genómica, así como su heredabilidad, tanto sana como patológica, pone de relieve una vez más, la importancia de la relación, así como la influencia de los aspectos psicosociales y socio-culturales y por ende, el importante papel de la crianza y la educación en el desarrollo del psiquismo y del cerebro humano.

Desde 2003, el Proyecto ENCODE intenta dilucidar los entresijos del ADN secuenciado y crear un catálogo con todos los elementos funcionales que contiene el genoma, que cuando se mezclan constituyen la información necesaria para formar todos los tipos de células y órganos del cuerpo humano. Esta información ha ayudado a los científicos a entender mejor cómo se regula la expresión de los genes, qué factores determinan que las proteínas se produzcan en las células apropiadas y en el momento adecuado, y permitirá nuevos avances en la comprensión de dolencias como la enfermedad de Crohn (del sistema inmunológico, de origen desconocido).

Los primeros resultados del proyecto ENCODE, (Enciclopedia de los Elementos del ADN) la investigación de mayor envergadura que en la actualidad se está llevando a cabo en el campo de la genómica, proyecto en el que participa un equipo internacional de investigadores con participación española, nos ha permitido descubrir cómo el 80% de nuestros genes, llamados hasta ahora “genes basura” y también, genes silenciados porque no expresan su código genético, permaneciendo inactivos en cuanto a la producción de las proteínas específicas necesarias para la constitución de cada órgano y el desarrollo de su función, en realidad cumplen un importante papel actuando como un gran panel de control con millones de interruptores que regulan la actividad de nuestros genes y sin los cuales los genes no funcionarían y aparecerían enfermedades. “Nuestro genoma sólo funciona gracias a los interruptores: millones de lugares que determinan si un gen se enciende o se apaga. Hemos encontrado que una gran parte del genoma está implicada en controlar cuándo y dónde se producen las proteínas, más allá de simplemente fabricarlas” afirmó Ewan Birney, coordinador del proyecto e investigador del Instituto Europeo de Bioinformáticos de Hinxton (Cambridgeshire, este de Inglaterra), en una rueda de prensa celebrada recientemente en el Museo de Ciencia de Londres, (Diario de Ibiza, 05-09-12).

El descubrimiento de la plasticidad cerebral nos muestra la capacidad del cerebro para estructurarse y conectarse en función de la interacción con el entorno. El concepto de plasticidad cerebral permite ver y comprender las influencias que el medio ambiente ejerce sobre el cerebro, su constitución y transformación. El cerebro posee una extraordinaria plasticidad neuronal en cuanto a su conectividad y función en todos los niveles de organización. La plasticidad neuronal se refiere a los cambios que ocurren en la organización del cerebro en áreas neocorticales y en áreas relacionadas con la memoria como resultado de una experiencia. Una actividad del cerebro asociada a una función determinada puede localizarse en otra área como consecuencia de una experiencia normal, de un daño cerebral y/o de una recuperación posterior. Este descubrimiento, permite relativizar la posición de los que defienden que regiones determinadas del cerebro ejercen siempre unas determinadas funciones.

Por otra parte, los recientes avances logrados gracias al estudio anatómico-funcional del cerebro humano nos permiten comprender que no solamente es modelable el desarrollo cerebral a través de la influencia ambiental sino que además, se ha descubierto que la producción y regeneración de las células del sistema nervioso central (neurogénesis) no es patrimonio exclusivo de la infancia y adolescencia como se creía antes; ocurre en el adulto, y puede persistir en la vejez. Durante el desarrollo fetal el ser humano crea muchas más neuronas de las que necesita, por lo que las que funcionalmente resultan superfluas mueren. Esta muerte neuronal puede alcanzar a entre el 25 y el 75% de las neuronas creadas.

Lo que se ha visto que ocurre con el cerebro humano es el fenómeno llamado “apoptosis neuronal“” que ha sido considerada como la muerte celular, programada genéticamente. Hoy día se sabe que este fenómeno contribuye a la neurogénesis, a través de lo que podríamos llamar “poda neuronal” Es decir, las redes neuronales que no se utilizan durante mucho tiempo pierden su función y mueren. La desaparición de redes neuronales no utilizadas se hace en beneficio de otras redes neuronales que se desarrollan más al ser más utilizadas. Vemos que la estimulación del entorno, según sea la adecuada o no, puede facilitar o impedir no solamente el desarrollo psíquico de una función determinada en el niño, sino también, el desarrollo de las redes neuronales encargadas de esa función.

El desarrollo del cerebro requiere de formas específicas de experiencia para dar origen y promover el crecimiento de los circuitos neuronales involucrados en los procesos mentales tales como la atención, la memoria, la emoción y la auto-reflexión. Es condición necesaria la interacción adecuada con los adultos cuidadores, para lograr el desarrollo de las estructuras nerviosas responsables de estas funciones en el niño pequeño.

AUTISMO, NEURONAS ESPEJO Y EMPATÍA

El descubrimiento de la existencia en el cerebro humano de redes neuronales llamadas “neuronas espejo”, soporte biológico de la empatía que es un concepto psicológico, y la estrecha interacción entre ambos sistemas, cuyo buen funcionamiento es básico para el desarrollo de la capacidad de comunicarse y relacionarse con los demás, nos impide seguir pensando de forma disociada como hacíamos antes ya que como estamos viendo, lo genético-biológico-constitucional del ser humano se desarrolla en estrecha interacción con lo psicosocial y sociocultural de su entorno.

La investigación en neurociencias ha puesto en evidencia que la capacidad de relacionarse y comunicarse con empatía con el otro, tiene su correlato anatómico-fisiológico en redes neuronales llamadas “neuronas espejo”, (Rizzolatti, 1996; Rizolatti, 1998; Gallese, 2001), en alusión a la relación especular que se establece con el otro a través de la empatía, que sería la capacidad de ponerse en el lugar del otro sin confundirse con él.

Es como si el sujeto observador, pudiese vivir de forma “virtual”, la experiencia del otro en la interacción que mantiene con él. Gracias a esta capacidad, a la vez neurológica, (neuronas espejo), y psicológica, (empatía), el ser humano, en etapas muy precoces de su desarrollo psíquico, puede compartir la experiencia emocional y cognitiva con el otro así como predecir y anticipar las intenciones y respuestas del otro, facilitando de esta forma, el ajuste y adaptación recíprocos en la interacción entre ambos. El acceso a la capacidad de compartir la experiencia vivida con el otro, se ve así enormemente facilitado por el desarrollo de la empatía que a su vez, de forma interactiva, permite un mayor y mejor desarrollo de las redes neuronales llamadas neuronas espejo y éstas a su vez, con su desarrollo, facilitan y potencian la empatía.

Además de las neuronas motoras que determinan lo que vamos a hacer, está el sistema de las neuronas espejo que al hacer un gesto, se activan también, dando al cuerpo la sensación de haber hecho ese movimiento. Lo extraordinario de sus funciones es que el interlocutor atento a lo que yo digo puede captar no solamente el contenido de la información transmitida a nivel verbal y no verbal, sino también, el contenido consciente e inconsciente. El interlocutor atento a lo que yo digo puede sentir tras las palabras lo que siento y pensar lo que pienso. El otro hace la experiencia virtual de participar en mi acción. Esta posibilidad y facultad, está frecuentemente ausente o poco presente y a veces, también está profundamente alterada en el niño/a, con funcionamiento autista.
Este descubrimiento nos permite considerar la comunicación y comprensión empática como la base de toda interacción facilitadora del desarrollo psíquico y cerebral del ser humano.

En 1996 el equipo de Giacomo Rizzolatti, de la Universidad de Parma (Italia), estaba estudiando el cerebro de monos cuando descubrió un curioso grupo de neuronas. Las células cerebrales no sólo se encendían cuando el animal ejecutaba ciertos movimientos sino que, simplemente con contemplar a otros hacerlo, también se activaban. Se les llamó neuronas espejo o especulares. En un principio se pensó que simplemente se trataba de un sistema de imitación. Sin embargo, los múltiples trabajos que se han hecho desde su descubrimiento, el último de los cuales se publicó en Science, indican que las implicaciones trascienden, y mucho, el campo de la neurofisiología pura. El sistema de las neuronas espejo permite hacer propias las acciones, sensaciones y emociones de los demás. Su potencial trascendencia para la ciencia es tanta que el especialista Vilayanur Ramachandran ha llegado a afirmar: “El descubrimiento de las neuronas espejo hará por la psicología lo que el ADN por la biología”
Rizzolatti estuvo en Madrid para participar en el simposio EI Sustrato de la Sociedad del Conocimiento: El Cerebro. Avances Recientes en Neurociencia organizado por el Instituto Pluridisciplinar de la Universidad Complutense y por la Fundación Vodafone.

Transcribimos a continuación la entrevista que se le hizo a Giacomo Rizzolatti, neurobiólogo y descubridor junto con su equipo de investigación de las neuronas espejo, en el periódico “El País”, el 19-10-2005.

Pregunta. ¿Qué le parece el hecho de que se comparen las neuronas espejo con el ADN?
Respuesta. Es un poco exagerado, pero quizá Ramachandran tenga razón porque el mecanismo de espejo explica muchas cosas que antes no se comprendían.

P. ¿Qué explica?
R. Por ejemplo, la imitación. ¿Cómo podemos imitar? Cuando se observa una acción hecha por otra persona se codifica en términos visuales, y hay que hacerlo en términos motores. Antes no estaba claro cómo se transfería la información visual en movimiento. Otra cuestión muy importante es la comprensión. No sólo se entiende a otra persona de forma superficial, sino que se puede comprender hasta lo que piensa. El sistema de espejo hace precisamente eso, te pone en el lugar del otro. La base de nuestro comportamiento social es que exista la capacidad de tener empatía e imaginar lo que el otro está pensando.

P. ¿Se puede decir que las neuronas espejo son el centro de la empatía?
R. El mensaje más importante de las neuronas espejo es que demuestran que verdaderamente somos seres sociales. La sociedad, la familia y la comunidad son valores realmente innatos. Ahora, nuestra sociedad intenta negarlo y por eso los jóvenes están tan descontentos, porque no crean lazos. Ocurre algo similar con la imitación; en occidente está muy mal vista y sin embargo, es la base de la cultura. Se dice: “No imites, tienes que ser original”, pero es un error. Primero tienes que imitar y después puedes ser original. Para comprenderlo no hay más que fijarse en los grandes pintores.

P. Uno de los hallazgos más sorprendentes relacionados con este tipo de neuronas es que permiten captar las intenciones de los otros ¿Cómo es posible si se supone que la intención de algo está encerrada en el cerebro del prójimo?
R. Estas neuronas se activan incluso cuando no ves la acción, cuando hay una representación mental. Su puesta en marcha se corresponde con las ideas. La parte más importante de las neuronas espejo es que es un sistema que resuena. El ser humano está concebido para estar en contacto, para reaccionar ante los otros. Yo creo que cuando la gente dice que no es feliz y que no sabe la razón es porque no tiene contacto social.

P. Pero para que el sistema de espejo funcione es necesario que exista previamente la información en el cerebro que refleja. ¿No es así?
R. En el útero de la madre se aprende el vocabulario motor básico, o sea que ya tenemos ese conocimiento, el básico, que es puramente motor. Más tarde, al ver a otras personas, el individuo se sitúa en su propio interior y comprende a los demás. La visión es la que proporciona el vínculo con el otro.

P. ¿Hacia dónde irán ahora sus investigaciones?
R. Queremos estudiar las bases neuronales de la empatía emocional en animales. Me gustaría ver si las ratas, al igual que los monos en los que se han identificado ya varios tipos de neuronas espejo, tienen el sistema de espejo porque en ese caso, las podríamos utilizar para la investigación médica, porque los monos son animales demasiados preciosos como para hacer este tipo de trabajos.

P. ¿Y en humanos?
R. Estoy convencido de que los trastornos básicos en el autismo se dan en el sistema motor. Estos pacientes tienen problemas para organizar su propio sistema motor y como consecuencia no se desarrolla el sistema de neuronas espejo. Debido a esto no entienden a los otros porque no pueden relacionar sus movimientos con los que ven en los demás y el resultado es que un gesto simple es para un autista una amenaza.

Para G. Rizzolatti en el autismo hay un déficit en el sistema de neuronas espejo.
La investigación antes mencionada que culminó con el hallazgo casual de las redes neuronales llamadas neuronas espejo tuvo lugar entre las décadas de los años 1980-1990 y fue llevada a cabo por los investigadores, Giacomo Rizzolatti, Leonardo Fogassi y Vittorio Gallese en la Universidad de Parma, en Italia. Localizaron un grupo de neuronas en la corteza premotora F5 del mono y en área PF parietal, que denominaron neuronas espejo, porque parecían “imitar”, reflejando en el cerebro del observador las acciones del otro.

Investigaciones realizadas utilizando IRMF, es decir, el estudio neurorradiológico de imágenes cerebrales obtenidas por Resonancia Magnética Funcional, comprobaron la existencia de sistemas neuronales similares en el ser humano. Éstos se encuentran en la corteza frontal inferior, cerca del área de Broca, región del lenguaje.

Las neuronas espejo se activan cuando el sujeto ejecuta una acción con una meta determinada y cuando observa la misma acción realizada por otro (agarrar para comer). Se activa tanto cuando se visualiza como cuando hay una representación de una acción. Al observar una acción hecha por otra persona, se codifica en términos visuales, auditivos y sensoriales y se realiza en términos motores.

Este sistema de neuronas espejo tiene la capacidad de proporcionar un mecanismo para comprender la acción, categorizarla, aprender por imitación y la simulación imitativa (por identificación) del comportamiento de los demás. Estudios efectuados las vinculan con la comprensión de objetivos e intenciones. No solo se entiende a otra persona sino que se puede comprender lo que piensa.
Este sistema nos pone en el lugar del otro, es un sistema que nos hace resonar emocional y cognitivamente con el otro.
El sistema de las neuronas espejo está implicado en el entendimiento de estados emocionales trasmitidos a través de expresiones faciales. La observación de una cara expresando emociones activa las áreas somático-sensoriales que corresponden al observador. Estudios recientes sugieren la existencia de que este sistema permite la detección de las emociones y posibilita imitar-reflejar las emociones de quiénes nos rodean. De esta forma, y debido a que existe una red neuronal como esta, es posible la observación y detección de las emociones desde muy temprano en la vida del ser humano. Este sistema revela cómo el cerebro es capaz de integrar conocimiento perceptivo con acción motora, para crear las representaciones internas de los estados intencionales y emocionales en los otros. Utilizamos el contenido de nuestra mente para entender lo que ocurre en la otra persona.

Recientes hallazgos sugieren que la empatía radica en una simulación mental o imitación (más bien identificación) con lo que le ocurre a los otros. La percepción y representación de ciertos estados emocionales del otro hacen resonar estados equivalentes en nosotros y provocan una mímica similar (“contagia”, “entona”). A través del mecanismo espejo, (“mirror matching mechanism”) es posible la comunicación y la “lectura mental” de los demás. Este mecanismo especular, de reflejo, puede ser un mecanismo general implicado en la regulación del comportamiento emocional.

En un artículo de la revista Nature Neuroscience del 2007, se afirma que nuestro cerebro siente el dolor de los otros debido a la activación de estas neuronas, cuando se observa a los otros sufrir. Usando IRM funcional se determinó que se activan las mismas zonas del cerebro, la ínsula anterior bilateral (AI), la corteza cingular rostral anterior (ACC), el tronco cerebral y el cerebelo, tanto si experimentamos nuestro propio dolor como ante el dolor del otro.

En otros estudios realizados con IRMF se detectaron emociones positivas y las estructuras cerebrales correspondientes con esta conducta. En un grupo de madres que miraban fotografías de sus propios hijos y las de un niño extraño, frente al estímulo del hijo propio se observó la activación de una red neuronal que incluye la amígdala, el cuerpo paracingulado anterior, la ínsula, el surco temporal superior y la corteza orbito frontal. Este fenómeno fue llamado “el efecto amor maternal o de apego materno” y esta red se la denominó, circuito de la detección de emociones positivas.

Los estudios electroencefalográficos de los sujetos con trastornos del espectro autista (TEA) proporcionan algunos indicios sobre los aspectos funcionales del cerebro en esta patología. El ritmo “mu” (onda eléctrica cerebral visible en el electroencefalograma) puede ser reactivo (supresión mu) a los propios movimientos y a los movimientos llevados a cabo por otros. Se considera que estas reactividades están relacionadas con la actividad de las neuronas espejo. Los sujetos con TEA muestran una supresión “mu” significativa a sus propios movimientos, pero fallan al reaccionar a los movimientos realizados por otras personas. Estos hallazgos apoyan la hipótesis de un sistema de neuronas espejo disfuncional en los individuos con TEA. Además, la disfunción de las neuronas espejo podría relacionarse con las alteraciones sociales y comunicativas, los déficit cognitivos y la alteración de las habilidades de imitación asociados con los TEA, (Palau-Baduell, 2011).
Otras investigaciones de Barón Cohen relacionan una deficiencia en la construcción y desarrollo de la “Teoría de la Mente” e incapacidad de empatía, en un trastorno como el autismo. Estudios de neuroimagen han demostrado la existencia de un sistema neural subyacente a la “Teoría de la Mente”. El acceder a la Teoría de la Mente implica el desarrollo de la capacidad de comprender las acciones de otros a través de la identificación.

Numerosos grupos estudian ahora las neuronas espejo. Se han encontrado como hemos visto, también en el hombre, y en casi las mismas áreas cerebrales que en los macacos, aunque no con registros de actividad de una sola neurona, algo no factible en humanos, sino con técnicas no invasivas de registro de actividad cerebral (mediante electroencefalograma o resonancia magnética). Se sabe ya que estas neuronas se activan no sólo a través de estímulos visuales, sino también auditivos. Por ejemplo, una neurona de mono que se activa cuando él mismo rasga un papel, se activará cuando vea a una persona u otro mono rasgar un papel, pero también cuando sólo escuche el sonido.

Por eso se ha postulado que una de las funciones de este sistema podría ser ayudar a interpretar las acciones
de los demás. También se ha visto que, dentro del sistema de neuronas espejo, algunas de las células podrían estar especializadas en detectar intencionalidad, para predecir las acciones siguientes del sujeto observado. Y se ha analizado mucho la relación del sistema con las emociones, estudiando la actividad cerebral de sujetos mientras observaban o imitaban expresiones faciales y corporales asociadas a distintas emociones. Los resultados han mostrado la existencia de interconexiones entre el sistema de neuronas espejo y varias estructuras en el cerebro profundo implicadas en las emociones, el llamado sistema límbico.

Además, como señalan Marco Iacoboni y Mirella Dapretto, investigadores de la Universidad de California, (Los Ángeles, EE.UU.) en un reciente artículo publicado en Nature Reviews Neuroscience, (Iacoboni, 2010) “la actividad en toda la red de interconexiones entre neuronas espejo y estructuras límbicas aumentó durante la imitación de las conductas, como se ha demostrado habitualmente en las áreas donde están las neuronas espejo, al realizar otras acciones no relacionadas con la emoción”
Tanto la capacidad de predecir intencionalidad como la de reconocer e interiorizar el estado emocional de los demás son habilidades consideradas necesarias para la socialización. De ahí la idea de un posible vínculo entre un sistema de neuronas espejo dañado o poco desarrollado y el autismo, trastorno psíquico caracterizado por la tendencia hacia el aislamiento social de quien lo padece.

«La hipótesis de la relación entre neuronas espejo y autismo ha sido desarrollada en profundidad sugiriendo que el sistema de neuronas espejo permite crearse un modelo del comportamiento de otras personas, a través de un mecanismo de representación interna de estados corporales asociados a acciones y emociones», escriben Iacoboni y Dapretto. Esta representación interna proporcionaría una forma directa de experimentar lo que sienten los demás.
Esta presunción se está poniendo a prueba mediante distintos abordajes. Por ejemplo, un reciente estudio con resonancia magnética de Mirella Dapretto midió directamente la actividad del sistema de neuronas espejo en niños mientras observaban e imitaban expresiones faciales que reflejaban distintas emociones. «Los niños con un espectro de autismo demostraban menos actividad en el sistema de neuronas espejo en comparación con los niños con desarrollo normal», explica Dapretto. «Es más, la actividad medida durante las tareas en neuronas espejo de niños con autismo se correlacionaba con el grado de gravedad del trastorno, medido con las escalas usadas habitualmente en la clínica». Estos datos apoyan la idea de que un mal funcionamiento en el sistema de neuronas espejo es un problema importante en el autismo, afirma Dapretto. Y sugiere, además, que el registro de la actividad de las neuronas espejo en tareas de imitación o sociales, podría usarse como biomarcador del grado de profundidad del trastorno, (Pfeifer, 2007).

Estos estudios no tienen sólo un interés básico. Si hay un defecto funcional en una estructura cerebral se plantea también la posibilidad de actuar sobre él. Una posible vía, sugieren los expertos, es la imitación-identificación. «Las evidencias acerca del papel del sistema de neuronas espejo en el autismo, y los vínculos entre este mismo sistema y la “imitación”, sugiere que ésta podría ser usada como forma de tratamiento efectivo en niños con autismo», escribe Iacoboni en su libro sobre las neuronas espejo, (Iacoboni, 2009). Este experto recuerda que existen ya estudios de comportamiento que apoyan esta idea. Un ejemplo de ello es un trabajo en el que un adulto imitaba las acciones de un grupo de niños, mientras que con el grupo control se relacionaba con ellos pero no hacía tareas de imitación; los niños cuyas acciones eran imitadas mostraban una mayor tendencia a iniciar interacciones sociales en sesiones posteriores, en comparación con el grupo de niños que no habían sido “imitados” por el adulto.

La investigación del sistema de neuronas espejo no ha hecho más que empezar. El equipo liderado por Caroline Catmur, de la Universidad de Oxford (Reino Unido), ha descubierto recientemente que el funcionamiento del sistema de las neuronas espejo no es innato, y que puede ser alterado con un entrenamiento adecuado. Los autores emplearon una técnica de estimulación trans-craneal para analizar la corteza motora de voluntarios mientras miraban el vídeo de una mano. Cuando los voluntarios veían moverse el dedo índice, los investigadores pudieron comprobar que la actividad en el músculo abductor de su propio dedo índice era mayor, y lo mismo ocurría en el dedo meñique cuando este dedo se movía en la pantalla.

Este fenómeno es atribuible a las neuronas espejo, aseguran los autores. Pero entonces, a la mitad de los voluntarios se les pidió que extendieran su dedo meñique cuando la imagen mostraba el dedo índice en movimiento, y viceversa. La otra mitad de los sujetos debían mover el mismo dedo que aparecía en pantalla. Tras los ensayos, los autores observaron un cambio en la respuesta espontánea a las imágenes (sin mover los dedos).
Los sujetos que movieron el índice cuando en pantalla se mostraba el meñique y viceversa mostraban ahora mayor actividad en los músculos del dedo distinto al que veían, lo que indicaría que la respuesta del sistema de neuronas espejo se habría revertido. Los investigadores concluyen con este estudio que las propiedades del sistema no son innatas, sino que “pueden ser entrenadas a través de la experiencia sensorial y motora”.

Este hallazgo implica que una interacción social insuficiente y las consiguientes experiencias sensoriales alteradas podrían influir en el desarrollo del sistema de neuronas motoras, por ejemplo, en niños con autismo, según señalan los investigadores, (Catmur, 2007).

Estos descubrimientos esperanzadores en cuanto a la prevención y tratamiento temprano del autismo infantil implican, que con intervenciones precoces y adecuadas en la interacción entorno cuidador-bebé se pueda modificar el estilo interactivo autistizante, facilitando en el bebé la constitución y el funcionamiento del sistema de las neuronas espejo y por tanto, la capacidad de comprensión y comunicación empática asociada así como un adecuado ajuste interactivo con el otro, y consecuentemente, una mayor y mejor adaptación e integración social.

AUTISMO, EMPATÍA INTERACTIVA, INTEGRACIÓN SENSORIAL, INTERSUBJETIVIDAD, Y DESARROLLO PSÍQUICO-CEREBRAL

El grado de empatía que tiene y desarrolla un sujeto determinado no es constante y depende además, de la personalidad e historia del sujeto. La persona sana tiene en mayor o menor grado esa capacidad de empatía. Déficits de empatía, sobre todo emocional más que cognitiva, así como de intersubjetividad, se dan en el autismo, y también, en trastornos psiquiátricos de base narcisista como ocurre con las personalidades psicosomáticas, las personalidades límite o fronterizas y las psicopáticas o caracteriales, también llamadas disociales o antisociales.

Para acceder a la intersubjetividad, es decir, lograr la comunicación intersubjetiva con el otro percibido como separado y diferente de si mismo, es necesario conseguir previamente la integración sensorial de los diferentes estímulos que le llegan al bebé a través de canales sensoriales diferentes en la interacción con su cuidador.
Ningún objeto puede ser experimentado como exterior a si mismo, mientras no sea aprehendido por al menos dos modalidades sensoriales simultaneas, lo que subraya la importancia de la comodalización perceptiva entre el bebé y su cuidador. Esta modalidad perceptiva compartida, permite la puesta en común, mediante la sintonización afectiva, de ritmos interactivos que sean congruentes y compatibles entre la presentación y la retirada de estímulos entre el bebé y su cuidador. A su vez, este acuerdo perceptivo posibilita en el bebé, la reunión de las diferentes percepciones que emanan del objeto-sujeto relacional, facilitándole la percepción transmodal, que permite el desplazamiento de lo percibido por un canal sensorial como el táctil de la succión a otro canal, el visual, con la capacidad de identificar visualmente la tetina habitual a través de las sensaciones táctiles de succión.

Todo esto, lo consigue el bebé cuando está ensimismado en el momento de tomar el pecho o el biberón, y también, cuando cierra los ojos tras una interacción emocionalmente intensa con quien le cuida. Estos momentos de ensimismamiento con desvinculación transitoria de la interacción con el otro pero en presencia del otro, son fundamentales para que el bebé vaya consiguiendo la necesaria integración sensorial de los estímulos que le llegan desde diferentes canales sensoriales para hacerse una imagen mental global (base de la experiencia que deja una huella corporal, neuronal y psíquica, fundamental en el desarrollo de la capacidad de aprendizaje) de la realidad percibida. Para ello, tan importantes son las palabras y caricias tranquilizadoras de la persona que ejerce la función materna ante un ruido inesperado que asusta al bebé -para que pueda integrar el ruido percibido por el canal sensorial auditivo con el tono de las palabras del cuidador, con su mirada, (canal sensorial visual), y con las caricias, (canal sensorial táctil), en un contexto no amenazante y tranquilizador-, como el permitirle que a través de su ensimismamiento pueda desarrollar la percepción interoceptiva, (visceral, fundamental para la autorregulación psicosomática y la integración mente-cuerpo), así como interiorizar e integrar la experiencia vivida como algo interactivo-emocional, no amenazante y tranquilizador, en un contexto percibido como no hostil. De esta forma, el bebé va comprendiendo lo que está pasando y viviendo, no solamente con respecto al exterior y/o interior sino también y fundamentalmente en su interacción, primero emocional, y luego cognitiva con el otro, captando su sentido, (antes de comprender su significado) y situándolo en su contexto.
Como vemos, la comodalización perceptiva o acuerdo perceptivo, entre el bebé y su cuidador es un elemento esencial para lograr la integración sensorial y como consecuencia de ello, el acceso a la intersubjetividad. La integración y disociación perceptivas están presentes durante un tiempo en el bebé que se desarrolla normalmente; no ocurre lo mismo con el bebé autista que no puede lograr de forma satisfactoria la integración sensorial. No hay acceso posible a la intersubjetividad sin comodalidad perceptiva, de ahí la importancia del amamantamiento y de los otros equivalentes interactivos como “situación de máxima atracción consensuada” entre el bebé y su cuidador. No hay comodalidad perceptiva posible sin la voz de la persona que ejerce la función materna, la expresión de su rostro y su “holding”, como organizadores de esta comodalidad perceptiva.

El concepto de intersubjetividad –según Colwyn Trevarthen, investigador británico de las competencias del bebé y de sus primeras interacciones- implica un proceso en que la actividad mental, incluyendo la conciencia, motivación e intenciones, cognición y emoción, es transferida entre mentes. Se manifiesta como la capacidad de resonancia con sentimientos, conciencia y propósitos inteligentes en la interacción con los otros. Es transmitida especialmente por la cara, cuerdas vocales y manos, adaptadas para transmitir de forma inmediata información visual, auditiva o táctil sobre propósitos, intereses, emociones y simbolismos activos en las mentes de los sujetos. En ella asienta el aprendizaje cultural, la creación de la “realidad social”, de las creencias, los lenguajes, los rituales, las tecnologías. La educación está enraizada en la intersubjetividad preverbal y gestual. El diálogo humano, en el sentido lingüístico, también descansa en ella.

La intersubjetividad primaria (diálogo interactivo madre-bebé) se activa muy pronto después del nacimiento, dándose progresivamente el juego “protoconversacional” Este término comprende tanto la sutil búsqueda de respuesta del niño como la aceptación por parte de los progenitores de que el bebé está tratando de expresar algún tipo de mensaje. Ciertos comportamientos del niño son objeto de una interpretación por parte de sus padres y toman así un significado en el seno de los intercambios que se inscriben entonces en el campo de una intencionalidad comunicativa consciente o inconsciente. El proceso de atribución de sentido y significado a los comportamientos del bebé corresponde así a una transformación gradual de un cierto número de indicios en signos, gracias al trabajo psíquico de interpretación de los adultos que se ocupan del bebé. El ejemplo más clásico de este proceso es la transformación de la sonrisa beatífica, que tiene valor de índice del confort interno del bebé, a la sonrisa-respuesta, (sonrisa intencional o social) que tiene el valor de signo dirigido a un interlocutor. Subrayemos que esta transformación no es posible sino gracias a la anticipación materna, descrita bajo el término de ilusión anticipadora. Vemos que el trabajo psíquico de los cuidadores del bebé es esencial, en la medida en que permite al niño poner en marcha sus propios procesos de simbolización, atribuyendo también sentido y significado a lo que vive en la interacción con el otro. No es sino gracias a las intenciones interpretativas que quienes le cuidan tienen respecto al bebé que éste puede progresivamente organizar las intenciones dirigidas hacia él.

Posteriormente se desarrolla una intersubjetividad secundaria tendente a desarrollar una capacidad de compartir propósitos de acción con el otro. El lenguaje y otras convenciones simbólicas, desde esta perspectiva, enriquecen la intersubjetividad, generando ilimitadamente significaciones y estrategias de pensamiento, pero sin constituir las bases del conocimiento en lo interpersonal, La intersubjetividad como formación innata motivacional y primordial, está ligada a estructuras límbicas y subcorticales cerebrales, que embriológicamente son anteriores al desarrollo de la corteza cerebral, funcionando como reguladoras del desarrollo neural. De sus vicisitudes en el encuentro con el ambiente, donde en primer lugar están los otros humanos, nace la capacidad de representarse a sí mismo y a los otros, los sistemas motivacionales, el acceso al lenguaje en sus diferentes modalidades, así como los grandes avances posibles del ser humano, (Aiken, K.; Trevarthen, C. 1997; Trevarthen, C.; Aiken, K. 1994).
Trevarthen conceptualiza niveles progresivos de intersubjetividad. Las tres facetas fundamentales de las motivaciones y las emociones son el si-mismo, el otro, y el objeto.

Mientras que la “intersubjetividad primaria” se refiere a la coordinación del si-mismo y el otro, basada en correspondencias de forma, sincronía e intensidad, la “intersubjetividad secundaria” incluye a un objeto y se refiere a la inter-coordinación del si-mismo, el otro, y el objeto, basada en el intercambio cooperativo de gestos referenciales.

Aunque cierto tipo de conciencia del otro está presente desde los comienzos de la vida extrauterina, es sobre todo hacia el final del primer año que una auténtica percepción de si mismo y del otro se desarrolla. Daniel Stern ha mostrado que el sentido de si mismo, presente desde el nacimiento, diferente del sentido del otro, desarrollándose durante el segundo semestre, evolucionan hacia un sentido de si mismo con el otro, permitiendo de esta forma el acceso a estados más complejos de la conciencia de si mismo y del otro.

La intersubjetividad y como consecuencia de ella la empatía, se activa y desactiva en función de la intencionalidad de uno mismo y del otro así como de la investidura del objeto de atención y del contexto. La desactivación de la intersubjetividad que hoy día se sabe tiene también una base neuronal, sirve para poner límites a la empatía evitando así verse desbordado, inundado por el otro, y confundido con él.

La empatía, necesaria para el desarrollo del ser humano como sujeto, con subjetividad propia, posibilita el acceso a la intersubjetividad, facilitando el acceso a la capacidad de reproducir en nuestro propio psiquismo los sentimientos, los movimientos, las intenciones o motivaciones del otro y también, tomando como base y vehículo de transmisión las emociones, los pensamientos y representaciones asociados, sean conscientes o inconscientes, (Simas, 2008).

Las dificultades persistentes de comunicación y comprensión empáticas, así como de expresividad emocional por parte del cuidador hacia el bebé objeto de sus cuidados, suponen para este último un serio y a veces insuperable obstáculo para lograr el acceso a la comunicación intersubjetiva con el otro. La investigación y el estudio de estas dificultades de comunicación empática por parte de los padres hacia su hijo, tanto en el periodo prenatal como postnatal, podría proporcionarnos unos signos de alerta muy valiosos y útiles para la detección primaria y secundaria del trastorno autista temprano, así como para modificar precozmente y terapéuticamente ciertos estilos interactivos que constituyen factores de riesgo evolutivo del niño hacia un posible funcionamiento autista.

Se podría decir que la capacidad de intersubjetividad -que responde a una necesidad psicológica y biológica del ser humano-, permite regular la intimidad del sujeto en su relación con el otro y reforzar el sentido de pertenencia grupal. No es solamente diádica sino también grupal como muestran los estudios sobre el hecho de compartir los afectos y experiencias en la familia, (Stern, 2005; Fivaz-Depeursinge, 2005). Si no hay experiencias compartidas con el otro, con los otros, si no hay encuentro interactivo empático acompañado de separación diferenciación con el otro, no hay posibilidad de desarrollar la capacidad de establecer una relación intersubjetiva con el otro, es decir, de relacionarse con la subjetividad del otro, de los otros, desde nuestra propia subjetividad. El bebé tiene que asumir una vez más en este caso, otra curiosa paradoja en el sentido de Winnicott: “Para separarse hay que ser uno, para ser uno hay que separarse” (Winnicott, 2002).

En la balanza interactiva, tanto los excesos de empatía que llevan a una fusión-confusión con el otro, potenciando la dificultad de poder diferenciarse y separarse, como los defectos de empatía, que ocasionan desencuentros interactivos traumáticos, dolorosos y frustrantes, que cuando son frecuentes, repetitivos, duraderos, y no reparados, ponen en marcha como protección y defensa -por ambas partes de la interacción- mecanismos de desconexión emocional y conductas de evitación de la relación y comunicación, suponen para el miembro más necesitado y dependiente de la interacción, un factor importante de riesgo evolutivo hacia un funcionamiento autista.

En el primer caso de exceso de empatía, el exceso de estimulación inadecuada por parte del entorno cuidador (estímulos que tienen que ver más con el mundo interno de quien los emite que con el de quien los recibe), la persona necesitada de su ayuda puede sufrir un intenso malestar generado por la confusión, la desorganización y desbordamiento que ello le ocasiona.

La necesidad biológica y psicológica que tiene el ser humano de un espacio-tiempo de soledad, de sueño, de descanso relacional, de ensimismamiento, -necesaria para la autorregulación y equilibrio psicosomáticos, para la unión mente-cuerpo, así como para la integración sensorial de los estímulos (internos y externos) percibidos, y para a consiguiente regulación de la interacción con el otro- puede verse perturbada, y convertirse en una necesidad de desvinculación duradera, de aislamiento con retirada relacional y emocional, -en personas muy sensibles-, con respecto al otro partícipe de la interacción. “La necesidad de estar solo tiene fundamentos psicológicos y biológicos y es vital para el ser humano. Si la necesidad de un espacio de soledad y de un lugar de paz, no existiese, el bebé, que tiene tan poca memoria del otro, no tendría ningún medio de tranquilizarse sea en el sueño o despierto. Tendría todo el tiempo la impresión de impotencia y estaría constantemente reclamando al cuidador. En lugar de eso, la naturaleza nos ha hecho capaces a la vez de tejer vínculos sociales y de estar solos. El amplio tiempo de sueño sin interrupción que necesitan los bebés, y que queda como necesario a lo largo de la vida, constituye una protección natural de la necesidad de soledad. Incluso en momentos de vigilia, la necesidad de desvinculación del bebé es evidente” (Buchholz, 2000).

En el segundo caso de defecto de empatía, de déficit de aporte de estímulos adecuados y necesarios para el desarrollo como puede ser el caso de una desconexión emocional duradera y repetitiva del cuidador principal, la necesidad biológica y psicológica de establecer una vinculación de apego seguro (Bowlby, 1998, 1972) -que regula la curiosidad y el miedo- con el otro que le cuida, corre el riesgo de no producirse o de hacerse muy débilmente en personas muy sensibles y dependientes del otro, con lo cual, el miedo inhibiría la curiosidad exploratoria natural del niño.

La retirada relacional y emocional de la interacción con el cuidador tendría como objeto en los casos mencionados, el protegerse de los efectos traumáticos ocasionados por el sufrimiento no asimilado por el otro y del otro, así como defenderse del sufrimiento generado por los desencuentros interactivos duraderos y repetitivos vividos, mediante conductas de evitación y rechazo de la interacción, (mirada, cuerpo, sueño excesivo) buscando refugio compensatorio en la autoestimulación sensorial y en el sueño.

Daniel Stern, profesor honorario de Psicología de la Universidad de Ginebra, profesor adjunto del departamento de Psiquiatría de la Escuela de Medicina de la Universidad de Cornell y conferenciante del Centro de Docencia e Investigación del Psicoanálisis de la Universidad de Columbia, y destacado investigador de la interacción temprana padres-bebé, nos muestra que el bebé funciona como un organismo individualizado desde el nacimiento y disponiendo de tres sistemas inmediatamente operacionales, a saber, la percepción, la memoria y la actividad de representación. La construcción de los modelos de apego por parte del bebé, se basa en la puesta en marcha de lo que Stern llama representaciones de interacciones generalizadas en el seno de las cuales, la ausencia, la diferencia, y la separación, ocupan un lugar central, (Stern, 1978, 1991, 2002). El bebé, muy tempranamente, -si todo va bien en su desarrollo- es capaz de captar el estilo interactivo de su cuidador de referencia, diferenciándolo del de otras personas de su entorno, y ajustarse a ese estilo interactivo. Para lograrlo, el bebé, extrae de sus diversas experiencias interactivas una especie de media, de resultante ficticia, jamás cumplida como tal, pero sin embargo, profundamente inscrita en su psiquismo como una especie de abstracción del estilo interactivo de sus cuidadores de referencia, si entendemos bajo el término de abstracción una actividad de extracción de constantes. Después de cada encuentro interactivo efectivo en su realidad externa, el niño, mide de alguna manera la distancia existente entre lo que él vive en ese instante y la representación dinámica y prototípica que se ha construido del adulto, distancia que le informa acerca del estado emocional de éste, -según las modalidades de concordancia afectiva o de armonización de afectos- remitiéndole de hecho a la cuestión del tercero, es decir “al otro del sujeto-objeto relacional” La forma como la madre, presente en la interacción con su hijo, contiene al padre en su pensamiento como un tercero, modula en cierto sentido, su estilo interactivo.

LA DETECCIÓN DEL PROCESO AUTÍSTICO EN EL BEBÉ

Para una adecuada y eficaz detección del proceso interactivo autistizante y defensivo-autístico del bebé, en su primer año, o antes de los 18 meses de vida, y centrándonos en los factores de riesgo interactivos entre el bebé y su entorno cuidador, no podemos basarnos en los criterios diagnósticos de las clasificaciones internacionales como el DSM-IV o CIE-10, útiles para detecciones y diagnósticos más tardíos. La referencia a utilizar para la detección y diagnóstico tempranos tendría que ser a mi juicio el desarrollo de la capacidad -por parte del bebé- de acceder a la intersubjetividad, es decir, de establecer relaciones intersubjetivas con el otro cuidador y por extensión, con su entorno. Esto supone que el bebé, gracias a una interacción facilitadora de dicho proceso de comunicación y relación intersubjetiva pueda constituirse progresivamente como sujeto, con su propia subjetividad, y siendo capaz de interactuar progresivamente con el mundo subjetivo del otro a través de su propia subjetividad.

Actualmente, el autismo es considerado como un conjunto de condiciones que perturba en primer lugar el desarrollo de la comprensión interpersonal y las acciones cooperativas con el otro, (Volkmar, 2003). Las investiga-
ciones que se están realizando actualmente sobre el autismo temprano del bebé, algunas de ellas basadas sobre el estudio de filmaciones familiares antes del diagnóstico, de cuyos resultados con este método han hecho una revisión exhaustiva Palomo y colaboradores, (Palomo, 2006), así como el estudio de la literatura reciente sobre los bebés en situación de riesgo autístico, (Zwaigenbaum, 2005) demuestran que la falta de relación intersubjetiva (compartir la experiencia vivida en la interacción con el otro) es el mejor indicio para prevenir precozmente el autismo de los niños. Los últimos descubrimientos sobre el proceso de maduración biológica del cerebro a partir del nacimiento e incluso antes, hacen pensar que en el caso del autismo, las dificultades intersubjetivas han impedido la creación de conexiones normales en la red neuronal compleja cuyo desarrollo depende especialmente de la experiencia.

El autismo temprano del bebé estaría caracterizado por dificultades primarias en la habilidad para implicarse en interacciones que impliquen señales emocionales, gestos motores, y acciones comunicativas dirigidas hacia los otros, pudiendo considerarse por tanto como la consecuencia de un trastorno de la intersubjetividad primaria (interacción basada en el diálogo cuidador-bebé) y secundaria, (interacción cuidador-bebé basada en la atención compartida hacia un objeto externo), (Muratori, 2008, 2009, 2012).

HACIA UNA COMPRENSIÓN INTEGRADORA DEL AUTISMO

Desde hace varios años observo con preocupación cómo por cuestiones ideológicas, muy alejadas del pensamiento y actitud considerado científico, se confunden las consecuencias con las causas en el caso de la investigación etiológica o causal de los trastornos mentales. Los importantes descubrimientos que se están haciendo en el campo de las neurociencias son interpretados “interesadamente” por un sector de los profesionales de la salud mental que se proclaman portadores (con actitud intolerante y excluyente de lo diferente) de la “verdad científica”. Esta tendencia a la sacralización de la ciencia lleva a un cientificismo en el que la ciencia así concebida pasa a ser un dogma, sus divulgadores los nuevos sacerdotes, y sus resultados, la única esperanza, (Peteiro, 2010). Del imperialismo de lo psicológico, se está pasando en los últimos años, a través de un movimiento pendular a los que el proceso histórico nos tiene acostumbrados, a un imperialismo de lo biológico, Estudios experimentales muestran la atracción seductora de las explicaciones neurocientíficas, es decir, su magnetismo. Se ha visto que explicaciones irrelevantes se juzgan más favorablemente si contienen jerga neurocientífica. Independientemente del estatus científico y de su relevancia, las explicaciones neurocientíficas influyen en la gente, más allá de lo que la evidencia puede sostener, (Pérez-Álvarez, 2011 a). La cultura popular ha asumido el cerebrocentrismo como algo natural y la divulgación neurocientífica alimenta dicha tendencia ignorando que la plasticidad cerebral, según la cual el cerebro es capaz de modificarse en función de la experiencia, muestra que más que de las neuronas, dependemos de la conducta y de la cultura, (Pérez-Álvarez, 2011 b).

La confusión interesada y alejada del pensamiento científico se manifiesta por ejemplo, interpretando que un descubrimiento “X”, que muestra a través de la resonancia magnética u otra técnica de neuro-radio-imagen, que algunas regiones cerebrales tales como el Lóbulo Temporal Superior, (LTS) -de adultos o niños ya de cierta edad con funcionamiento autista-, presenta alteraciones anatómicas o funcionales, es un claro e inequívoco signo de que la causa del autismo es de etiología orgánica o genética, excluyendo la importancia de la interacción de lo genético-constitucional con el ambiente que incluye lo psico-social del ser humano. Esta actitud, omite el hecho de que en el momento de la investigación, y dada la edad del colectivo investigado, las perturbaciones precoces en la interacción entorno cuidador-bebé ya han podido alterar, tanto el proceso de maduración del cerebro y del sistema nervioso central, como el adecuado desarrollo de sus múltiples y complejas funciones, así como el proceso de constitución y desarrollo del psiquismo temprano del niño. Golse y Robel, en un interesante artículo a propósito de la investigación en psicoanálisis y abordando el debate entre el psicoanálisis, la psicopatología cognitiva y las neurociencias, nos muestran que el lóbulo temporal superior del cerebro se encuentra hoy día en el centro de las reflexiones en materia de autismo infantil, trastorno psicopatológico que representa el fracaso del acceso a la intersubjetividad con la imposibilidad de integrar el hecho de que el otro existe en tanto que otro, (Golse, 2009).

Los trabajos de investigación de los cognitivistas nos han mostrado que un objeto no puede ser percibido como exterior a si mismo si no es aprehendido a la vez por al menos dos canales sensoriales, (Streri, 1991, 2000). Este proceso de acceso a la intersubjetividad parece implicar al lóbulo temporal superior del cerebro humano debido a las diferentes funciones que en él se encuentran localizadas; reconocimiento de los rostros, (gyrus fusiforme del LTS) reconocimiento de la voz humana, (surco temporal superior del LTS) análisis de los movimientos del otro (zona occipital del LTS) y sobre todo, la articulación de los diferentes flujos sensoriales que emanan del objeto- sujeto relacional (surco temporal superior del LTS) permitiendo que éste pueda ser percibido como exterior a si mismo.

En el momento en que el abordaje psicoanalítico y el cognitivo (teoría de la mente) se juntan para considerar la intersubjetividad como el fruto de la integración del flujo sensorial percibido que proviene del objeto-sujeto relacional, estudios recientes de neuroimagen cerebral revelan anomalías anatómicas y funcionales del lóbulo temporal superior en los niños de cierta edad y en adultos con funcionamiento autista. Un diálogo es pues posible entre estas diferentes disciplinas, esperando que se abra camino un abordaje integrador del autismo infantil en el cual el lóbulo temporal superior podría ocupar un lugar central, no como el lugar de una hipotética causa primaria del autismo, sino como un eslabón intermediario y como reflejo del funcionamiento autístico temprano del niño.

CONCLUSIONES

A través de este breve recorrido por las diferentes disciplinas procedentes de la genética, de la neurobiología del desarrollo, así como de la psicología y psicopatología evolutivas, he intentado mostrar que el modelo relacional de comprensión y abordaje del autismo temprano infantil nos puede ofrecer una perspectiva integradora, siempre y cuando las diferentes intervenciones tempranas utilizadas para su detección, diagnóstico y tratamiento, incluso si son de tipo instrumental, se integren en la dinámica relacional subyacente.

Bibliografía

  • Aiken, K., Trevarthen, C. (1997). Self/other organization in human psychological Development. Development and psychopathology, 9, 653-677.
  • Bowlby, J. (1972). Cuidado maternal y amor. México: Fondo de Cultura Económica.
  • Bowlby, J. (1998). El apego. Barcelona: Paidos Ibérica. Buchholz, Es., Helbraum, El. (2000). Un modèle développemental et psychobiologique du besoin de « temps de solitude » chez l’enfant ; La psychiatrie de l’enfant, 43-1, 286-307.
  • Catmur, C., Walsh, W., Heyes, C. (2007). Sensorimotor Learning Configures the Human Mirror System; Current Biology, 17, 1527–1531.
  • Fivaz-Depeursinge, E. (2005): La communication intersubjective du bébé dans le triangle primaire; Psychothérapies, 25-4, 235-239.
  • Gallese, V. (2001): The shared manifold hypothesis from mirror neurons empathy; J. Consciousness Stud, 8, 33-50.
  • Golse, B., Robel, L. (2009). Pour une approche intégrative de l’autisme infantile; Recherches en Psychanalyse.
  • http://recherchespsychanalyse.revues.org/index146.html
  • Iacoboni, M., Dapretto, M. (2006). The mirror neuron system and the consequences of its dysfunction; Nature Reviews Neuroscience, 7, 942-951. Iacoboni, M. (2009). Las neuronas espejo. Argentina: Libros Tauro.
  • Larbán, J. (2011). Autismo: Mito y Realidad; Revista de Psicopatología y Salud Mental del Niño y del Adolescente, 18, 113-123.
  • Muratori, F. (2008). El autismo como efecto de un trastorno de la intersubjetividad primaria. Psicopatología y Salud Mental del niño y del adolescente, 12, 39-49. Muratori, F. (2009). El autismo como efecto de un trastorno de la intersubjetividad primaria (y II). Psicopatología y Salud Mental del niño y del adolescente, 13, 21-30. Muratori, F. (2012). L’autisme comme conséquence d’un trouble de l’intersubjectivité primaire. La psychiatrie de l’enfant, 55-1, 41-82.
  • Palau-Baduell, M., Valls-Santasusana, A., Salvadó-Salvadó, B. (2011). Trastornos del espectro autista y ritmo “mu”. Una nueva perspectiva neurofisiológica; Revista de Neurología, 52-1, S141-S146.
  • Palomo, R.; Belinchón M.; Ozonoff, S. (2006). Autism and family home movies: a comprehensive review; Journal of developmental behavioural paediatrics, 7, 59-68.
  • Pérez-Álvarez, M. (2011a). El magnetismo de las neuroimágenes; Papeles del Psicólogo, 32-2, 98-112.
  • Pérez-Álvarez, M. (2011 b). El mito del cerebro creador: Cuerpo, conducta y cultura. Madrid: Alianza Editorial.
  • Peteiro, J. (2010). El autoritarismo científico. Málaga: Miguel Gómez Ediciones.
  • Pfeifer, J. H., Lieberman, M. D., Dapretto, M. (2007). I Know You Are But What Am I?!»: Neural Bases of Selfand Social Knowledge Retrieval in Children and Adults. Journal of Cognitive Neuroscience, 19-8, 1323–1337.
  • Rizzolatti, G., Fadiga, L., Gallese, V. (1996). Premotor cortex and the recognition of motor actions. Brain. Res. Cogn. Brain. Res., 3, 131-141.
  • Rizolatti, G.; Arbib, M. A. (1998). Language within our grasp. Trends Neurosci. 21, 188-194.
  • Simas, R., Golse, B. (2008). Empathie(s) et intersubjectivité(s). Quelques réflexions autour de leur développement et de ses aléas. La psychiatrie de l’enfant, 51-2, 339-356.
  • Stern, D. (1978). La primera relación: madre-hijo. Madrid: Morata.
  • Stern, D. (1991). El mundo interpersonal del lactante. Barcelona: Paidós Ibérica.
  • Stern, D. (2002). Diario de un bebé. Barcelona: Paidós Ibérica.
  • Stern, D. (2005). Le désir d’intersubjectivité. Pourquoi? Comment? Psychothérapies, 25-4, 215-222.
  • Streri, A. (1991). Voir, atteindre, toucher. Paris: P.U.F. Streri, A. et al. (2000). Toucher pour connaître. Paris: P.U.F.
  • Trevarthen, C., Aiken, K. (1994). Brain development, infant communication, and Empathy disorders: intrinsic factors in child mental health. Development and Psychopathology, 6, 597-633.
  • Volkmar, F. R., Pauls, D. (2003). Autism. Lancet, 62, 1133-41.
  • Winnicott, W. D. (2002). Realidad y juego. España: Gedisa.
  • Zwaigenbaum, L.; Bryson, S., et al. (2005). Behavioral manifestations of autism in the first year of life. International journal of development neuroscience, 3, 143-152.

Subir