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Declaración de Santiago sobre malestar social y salud mental Reflexiones por una salud mental para todas y todos Durante los últimos meses, la salud mental ha adquirido un protagonismo inusitado en los foros públicos con opiniones diversas tratando de explicar el incremento del malestar psicológico por la pandemia que, a menudo con un cierto tono de confusión, acaba convirtiéndose en sinónimo de aumento de los trastornos o la patología mental. Se ha presentado un proyecto de estrategia por parte del Ministerio de Sanidad y un plan de acciones, la primera el servicio telefónico de atención al suicidio. Las posiciones oscilan entre enfatizar la falta endémica en nuestro país de recursos para atender la salud mental –situación que es real en una parte importante del territorio- o entre apelar a una cierta prudencia, sosteniendo que los recursos públicos -siempre limitados- deben tener como prioridad atender los trastornos graves. Estos siguen existiendo y, aunque no hay evidencia de que hayan aumentado, quizás son los que más han podido verse afectados por la pandemia, y ahora se corre el riesgo de quedarse relegados al tener que atender numerosas consultas relacionadas con las reacciones emocionales de la población. La pandemia parece que ha sido el desencadenante, pero ya se venía observando bastantes años antes. Las incertidumbres y limitaciones de la emergencia sanitaria han descubierto las fragilidades de nuestras sociedades del supuesto bienestar y seguridad. Las vivencias de la ciudadanía, sin duda, han sido muy diversas. El rasgo más común –estaríamos de acuerdo- han sido las pérdidas, la inseguridad y las restricciones. Tras las sucesivas olas de la pandemia y las limitaciones más estrictas, la situación sanitaria y social retomó su pulso gracias -en gran parte- a la vacunación de la población. El sistema educativo – hay que decirlo con claridad- ha cumplido, y sigue haciéndolo, un papel relevante al mantener las escuelas abiertas en condiciones muy complicadas. Volvamos a la salud mental de la infancia y la adolescencia. La realidad se ha impuesto: el último año estamos viviendo un crecimiento desbordado de consultas en los centros de salud mental públicos, pero también en los privados, en las urgencias y en las hospitalizaciones. La impresión que parece imponerse a menudo es que las respuestas son –deberían ser- sanitarias. Partiendo, como hemos dicho, de que la salud mental se ha ido convirtiendo en algo cada vez más fundamental en nuestra sociedad, queremos reivindicarlo como un valor -y una responsabilidad- de todos los ciudadanos. Nos preocupa enormemente ceder a esta presión “buenista” que se nos ofrece –y, al mismo tiempo, exige- a los profesionales de la salud mental de creer que la respuesta es sobre todo sanitaria. Es necesario asumir nuestras responsabilidades, sin duda, y recibimos con esperanza la toma en consideración de que hay necesidad de recursos –más en unas comunidades que en otras, como ya hemos dicho antes- pero somos críticos con la ilusión de que con ello sin más tendremos la solución. Debemos pensar también en hacer algunas cosas de manera distinta. La comprensión de las diferentes manifestaciones (síntomas) de este fenómeno (social)-sanitario es multifactorial y es necesario aceptar esta complejidad para poder articular respuestas, evidentemente también sanitarias. Malestar psíquico o emocional no es sinónimo de trastorno mental. El malestar es parte de la vida y lo gestionamos con nuestros recursos psíquicos y el apoyo también de nuestro entorno de relaciones. Han sido tiempos difíciles para todos y nos sentimos afectados. Pero, debemos reconocer que ha habido desigualdad en los recursos externos -económicos, materiales, apoyos familiares-sociales- sanitarios- e internos -personales, psíquicos- de los que disponían niños, niñas y adolescentes, y sus familias. Esta nueva época que se va conformando -todavía incierta- nos va a obligar, con nuestra formación y experiencia, y aceptando lo mucho que aún no conocemos, a adoptar formas de acompañamiento comprensivo con nuestros menores y sus familias para dar cuenta de la experiencia vivida y, sobre todo, escuchar sus malestares. El modo en que el conjunto de nuestra sociedad hace esta interlocución es fundamental. Escuchar y dirigirnos a ellos, incluido lo que entendemos: la gravedad y la alarma, la preocupación serena, la disponibilidad y la esperanza que como adultos les devolvemos. Fernando González Serrano |
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Os presentamos el documento que la Plataforma de Asociaciones de Psiquiatría y Psicología Clínica por la Salud Mental de la Infancia y Adolescencia, de la que Sepypna formamos parte, ha realizado en relación a los efectos de la pandemia por COVID-19 sobre la salud mental de los niños, niñas y adolescentes de nuestro país. Este documento se ha ha enviado tanto al Ministerio de Sanidad como a las autoridades sanitarias de las comunidades autónomas, y a diversos medios de comunicación. En dicho trabajo hay un apartado que recoge los datos de la encuesta a profesionales que muchos de vosotros respondisteis sobre vuestra experiencia asistencial durante el reciente periodo de emergencia sanitaria. Esperamos que sea de vuestro interés y que nos ayudéis en su difusión. |
«Cartas de opinión» Nos gustaría retomar y potenciar la participación de los socios, recogiendo reflexiones y comentarios ante situaciones o hechos que os parezcan de interés. Ver propuesta Exensión máxima de 1.000 palabras ( dos folios) |
Comenzamos a publicar una serie de vídeos en YouTube en el que vertimos opiniones sobre la situación de confinamiento generado por la pandemia en relación a nuestra disciplina en la infancia y adolescencia. VER |
Manifiesto de SEPYPNA en relación a la pandemia de COVID-19 Ver |
¿Conoces nuestra revista Cuadernos de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente?, en ella encontrarás
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