Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

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Crítica de libros

PDF: jarast-critica-libros.pdf | Revista: 30 | Año: 2000

Brett Kahr (1999). Donald Woods Winnicott. Retrato y biografía. Madrid: APM-Biblioteca Nueva. (Trad. De Vivienne A. Sarobe Sopranis)

Jarast, Ricardo
Miembro Titular A.P.M.

Aunque Winnicott nunca llegó a tener una comprensión talmúdica de Freud, se analizó con dos de sus pacientes, Strachey y Riviere, traductores de su obra al inglés. En una carta dirigida a su amigo Clifford Scott durante su primer mandato como presidente de la Asociación Psicoanalítica Británica, decía Winnicott: “Me siento raro cuando estoy en la silla presidencial porque no conozco a Freud como debería hacerlo un presidente. Sin embargo encuentro que tengo a Freud en mis huesos.”

Brett Kahr, en el elegante retrato biográfico editado por APM-Biblioteca Nueva afirma que con excepción de Freud “ninguna figura en la historia del psicoanálisis ha contribuido tanto a nuestra comprensión de los orígenes y del tratamiento del dolor mental como lo ha hecho DonaId Winnicott”.

Kahr nos presenta a un Winnicott de carne y hueso con debilidades y genialidades. Ofrece el testimonio de ochenta y siete personas que le conocieron. No intenta hacer un repaso de su trabajo, ni tampoco un informe sobre sus ideas y las influencias que éstas han tenido. Más bien esboza los detalles de su vida privada. Kahr sostiene que “las ideas teóricas no pueden ser separadas con facilidad de las propias historias personales”.

Confía en que, por medio de una mayor comprensión del entorno de los conceptos de Winnicott, se obtendrá una mayor comprensión de su obra. Prepara con este libro el terreno para un proyecto más extenso, una guía propia de la obra de Winnicott.

El libro tiene ocho capítulos: Infancia; El Internado; Medicina y Pediatría; Formación Psicoanalítica; Melanie Klein y Joan Riviére; Madurez Profesional; Vida Privada; Enfermedad y Muerte.

La preponderancia de mujeres en la infancia de Winnicott estimuló su fascinación por el mundo interno de la mujer. Dedicó más de cuarenta años de su vida a la exploración de la maternidad y a la investigación de la relación del niño con la madre.

En el internado disfrutó de la lectura de la obra de Darwin: “No podía dejar de leerlo, y esto me metió en serios problemas porque parecía mucho más importante que los deberes. Y creo que lo era.” Winnicott como Darwin toleraría el no saber. Darwin había escrito extensamente sobre la evolución de la especie humana, a pesar de que había grandes lagunas en los restos fósiles. Winnicott también soportó la incertidumbre de no saber aspectos de la historia de sus pacientes para reconstruir los orígenes de su sintomatología con gran agudeza clínica.

Su trabajo titánico como pediatra y psicoanalista, en parte estuvo motivado por su deuda generacional. Clare, su segunda mujer, dijo: “Muchos amigos cercanos murieron al comienzo de la guerra y toda su vida se vio afectado por ello, ya que siempre sintió la responsabilidad de vivir por los que habían muerto, además de por sí mismo”.

Winnicott se analizó diez años con Strachey a partir de 1924. La mayoría de los análisis de formación duraban en esa época uno o dos años, por lo que podemos pensar que la naturaleza de su enfermedad requería un viaje de descubrimiento prolongado bajo los cuidados de su analista. Strachey escribió muy pocos artículos profesionales pues dedicó la mayor parte de su tiempo a traducir a Freud. Sin embargo su artículo sobre “La naturaleza de la acción terapéutica del psicoanálisis”, de 1934, es un clásico. Allí introduce el concepto de “interpretación mutativa”, es decir interpretaciones que iluminan el mundo interno del paciente promoviendo el cambio psíquico y que son básicamente transferenciales. En esa línea el analista aparece como “superyo auxiliar”. Winnicott extendería esta idea e inauguraría un gran debate sobre las formas en que el psicoanalista podía convertirse en una figura parental auxiliar.

Su siguiente análisis con Joan Riviére fue más tormentoso. Riviére escribió ensayos sobresalientes sobre diferentes temas psicoanalíticos incluyendo una contribución sobre los casos especialmente difíciles de abordar. “Una contribución al análisis de la reacción terapéutica negativa” (1936), posiblemente haya influido en la búsqueda personal de Winnicott para trabajar con pacientes muy difíciles. En la medida en que Winnicott se fue diferenciando de Klein, Riviére se fue comportando de una forma más hostil. Winnicott reconocía el mundo interno dibujado por los kleinianos pero eligió estudiar cómo el mundo externo facilitaba o inhibía el crecimiento de la mente infantil. Los primeros kleinianos se sintieron muy amenazados por quienes retiraban la atención del mundo interno. Cuando Winnicott informó a Riviére sobre su plan de escribir un libro “…ella me dijo «Escribe un libro sobre el medio ambiente y te convertiré en rana!» Por supuesto no utilizó estas palabras pero eso es lo que me parecía que quería decir”. Desde principios de los años cincuenta, tras la muerte de su anciano padre y la separación de su primera mujer, Winnicott presentó problemas cardíacos. Sufrió un infarto muy doloroso que casi lo mató después de haber leído un artículo memorable en 1968 en la Asociación Psicoanalítica de Nueva York. Se trataba de “El uso de un objeto” y recibió una respuesta gélida. Winnicott no respondió. Más tarde dijo que ya comprendía por qué los norteamericanos se habían visto envueltos en la guerra de Vietnam.

Robert Langs, psicoanalista americano, le dijo a Brett Kahr que entendía bien por qué el artículo había provocado tanta hostilidad. En su formación en los Estados Unidos, Langs había aprendido que los pacientes proyectan su material neurótico sobre la figura del analista. El analista interpreta ese material. Winnicott introducía un modelo de tratamiento más interactivo, en el que el paciente usaba al analista e incluso intentaba destruirlo para mantener cierto sentido de equilibrio psíquico. Los analistas americanos de esa generación no estaban de acuerdo en ser usados por sus pacientes de la manera generosa en que Winnicott había permitido que lo utilizaran.

Durante el segundo mandato de Winnicott como presidente de la Asociación Psicoanalítica Británica, afirmó su fidelidad a Freud ofreciéndose a buscar fondos para que el escultor Oscar Nemon pudiese llevar a cabo la estatua de Freud en bronce. En 1906 Paul Federn, discípulo vienés de Freud, intentó que posara. Freud se negó durante veinticinco años hasta que se sentó ante Nemon. La escultura de yeso languideció en posesión de Nemon durante muchos años hasta que en 1970, fundida en bronce, fue descubierta en Londres por los nietos de Freud en una ceremonia especial.

Cuando Winnicott falleció en enero de 1971, William Gillis-pie, que fue presidente tanto de la Asociación Psicoanalítica Británica como de la Asociación Psicoanalítica Internacional, concluyó su tributo diciendo:

“Aunque Donald Winnicott era, sin duda, un experto prominente en niños, también fue un analista de adultos extraordinario y se le podría describir justamente como analista de analistas”.

En vida ya se habían publicado nueve volúmenes de su trabajo. Tras su muerte varios de sus leales editores, encabezados al principio por su viuda Clare, aseguraron la publicación de doce libros más. La biografía de Kahr nos sirve de brújula en este mar de creatividad.

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