Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

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Investigaciones sobre el desarrollo cerebral y emocional: Sus indicativos en relación a la crianza

PDF: investigaciones-desarrollo-cerebral-emocional.pdf | Revista: 49 | Año: 2010

Eulalia Torras de Bea
Psiquiatra. Psicoanalista. Fundación Eulalia Torras.

RESUMEN

Las importantes investigaciones por neuroimagen de los últimos veinte años no dejan duda acerca del rol fundamental de las interacciones tempranas bebé-madre/padres para el desarrollo cerebral y emocional, por tanto para la salud mental. Las capacidades psíquicas, intelectuales y sociales dependen de este desarrollo. A pesar de que hoy en día esto es bien conocido, a menudo, en grave contradicción con estos conocimientos, ponemos a nuestros bebés demasiadas horas y demasiado pronto en institución y les ofrecemos un exceso de interacciones difíciles de integrar y por tanto no estructurantes. La autora se pregunta hasta qué punto lo que llamamos “nuevas patologías” son el resultado directo del actual sistema de crianza.

Palabras clave: neurociencias, neuroimagen, cerebro, crianza, desarrollo emocional, desarrollo intelectual.

ABSTRACT

Important research with neuroimaging during the last twenty years leaves no doubt as to the fundamental role of early babymother/parents interactions in cerebral and emotional development, therefore in mental health. Psychological, intellectual and social capabilities depend on this development. Even though this is well known today, we often contradict ourselves and give our babies too many hours of institutional care at a too early age. This high level of institutionalization is worrying as it offers an excess of interactions which are difficult to integrate and, therefore, are non-structuring. In this paper the author questions up to what point what we call “new psychopathologies” are the direct result of our current way of child rearing.

Keywords: neuroscience, neuroimaging, brain, child rearing, emotional development, intellectual development.

INTRODUCCIÓN

Actualmente, no es novedad hablar de la importancia de las primeras relaciones del bebé con su entorno y su influencia sobre la evolución emocional, intelectual y social. Hace más de 50 años que se sabe que según las vicisitudes que el bebé atraviesa en su crianza, su evolución será muy diferente: estará en mejores o peores condiciones para desarrollar salud mental (Bowlby, 1951; Spitz, 1968; Bethelheim, 1974; Brazelton y Cramer, 1993). Pero a pesar de nuestra larga experiencia en este campo, no siempre hacemos caso de lo que sabemos, aun poniendo en riesgo la salud mental de nuestros congéneres más pequeños.

Para explicar esto me referiré a las interacciones tempranas y su papel en el desarrollo del sistema nervioso central y de las funciones psíquicas, según las investigaciones por neuroimagen y sobre el vínculo y el apego. Me referiré también al papel de los sistemas de crianza en relación a la calidad de las interacciones tempranas actuales y a las responsabilidades sociales y políticas en relación a ellos.

INVESTIGACIONES SOBRE EL VÍNCULO Y LA TEORÍA DEL APEGO: SU RELACIÓN CON LAS INTERACCIONES TEMPRANAS

En 1951 la Organización Mundial de la Salud encargó a Bowlby un estudio sobre “los niños sin hogar en su país natal”. Como sabemos, de este estudio surgió el libro “Cuidados maternales y salud mental” (Bowlby, 1951), que tiene como principio de base la teoría etiológica de la salud mental y de sus perturbaciones. Según ésta, el bebé y el niño pequeño “deberán haber sido criados en una atmósfera cálida y haber estado unidos a su madre (o persona que hace función de madre) por un vínculo afectivo íntimo y constante, fuente de satisfacción y de alegría para ambos. Gracias a este vínculo afectivo, los sentimientos de ansiedad y de culpabilidad, cuyo desarrollo exagerado caracteriza la psicopatología, serán canalizados y ordenados”.

Considera que la carencia afectiva puede tener distintos grados y la repercusión de la privación de cuidados maternos varía en función de factores hereditarios, edad del niño, duración y grado de la carencia sufrida. Hoy en día, gracias a Cyrulnik, añadiríamos que la repercusión depende también de la resiliencia del niño. Según ésta, el niño supera en formas muy diversas las experiencias negativas, aunque hay que tener en cuenta que, según este autor, la resiliencia depende a su vez de haber tenido un vínculo afectivo suficientemente bien establecido en la primera etapa de la vida como para proporcionar una seguridad interna sostenedora. Nuevamente, después de una situación traumática, el niño evoluciona bien si tiene un “tutor de resiliencia”, alguien con quien pueda establecer vínculos seguros, apego seguro.

Mario Marrone (2001) y Peter Fonagy (2004) son dos de los investigadores que han confirmado y desarrollado los primeros estudios de Bowlby y han ofrecido su propia conceptualización sobre el apego. Así, Fonagy subraya el punto de vista de Bowlby de que las relaciones primarias perturbadas madre-hijo deben ser consideradas como un precursor clave de la enfermedad mental. Además, destaca como contribución crucial de Bowlby su inalterable opinión de la necesidad del niño de un temprano apego seguro a la madre. Bowlby pensaba que el niño que no desarrolla este apego podía presentar signos de deprivación parcial: una necesidad excesiva de ser amado o por el contrario, una reacción de resentimiento, venganza, intensa culpabilidad y depresión; o también signos de deprivación completa: apatía, indiferencia, retardo en el desarrollo y, más tarde signos de superficialidad, falta de sentimientos profundos, tendencia a la falsedad y al robo compulsivo.

Fonagy dice que la teoría del apego significaba, desde el principio, más que el simple vínculo al cuidador. La figura de apego provee, en los primeros años, la seguridad básica esencial para poder explorar (Ainsworth y col., 1978) y es en esta capacidad que se basa la capacidad de aprender. Cuando se aleja la persona central en el apego del bebé, éste inhibe su tendencia a explorar y queda a la espera. Si la madre no tarda en volver, el niño reanuda su interés en la exploración de su entorno. Esta capacidad de explorar, que para desarrollarse necesita de un apego seguro y de la disponibilidad del cuidador, es básica para el desarrollo de la capacidad de aprender y de la autonomía. Por esta razón, el apego seguro tiene una función evolutiva clara. El apego no es un fin en sí mismo, sino que se trata de un sistema adaptado en vistas a la evolución para llevar a cabo tareas psicológicas, fisiológicas y ontogénicas esenciales.

Esto nos lleva a plantearnos la importante función del apego y de las interacciones tempranas en el desarrollo de las funciones psíquicas.

DESARROLLO DE LAS FUNCIONES PSÍQUICAS: DESTINO DE LAS INTERACCIONES TEMPRANAS ESTRUCTURANTES

De la interacción entre el bebé y su madre o cuidador principal (1) dependen funciones tan fundamentales como el interés, la motivación, la atención focal, la tendencia a explorar, etc., todas básicas para el aprendizaje y la autonomía. Estas funciones del bebé emergen de las funciones que la madre pone en marcha en la interacción con él.

¿Qué aportan sus sonrisas, sus juegos, sus abrazos, su contacto físico, sus sonidos, las palabras de la madre en su “conversación” con el bebé y tantos otros imponderable? Como sabemos, ese intercambio sobre todo emocional, intuitivo, sensible, atinado, aporta, no solamente algo poético, emocionante, bello, sino básicamente los fermentos de toda la evolución. Así, del interés y de la atención focal de la madre centradas en su hijo, emerge el interés y la capacidad de atención focal del bebé y su capacidad de concentrarse, que al principio y desde muy temprano el bebé le dirige casi exclusivamente a ella. De la comunicación de la madre con su bebé y de su verbalización, surge la capacidad de comunicarse del niño y luego su lenguaje verbal. A su vez, la capacidad de diferenciar y de orientarse entre los estados de ánimo y las necesidades del bebé y de responder coherentemente a ellos, es el fundamento de toda capacidad de diferenciación, síntesis y abstracción del pequeño, por tanto de todo aprendizaje conceptual y de la posibilidad de llegar a desarrollar criterios, nada menos que algo tan importante en la vida adulta y autónoma. El amor y el apego sano que se desarrollan entre la madre y su hijo, son la base de la capacidad de amar y del desarrollo social del pequeño. Es en los cuidados maternos y en los juegos donde el bebé construye su Esquema Corporal y todas las funciones que dependen de éste: orientación en el espacio y en el tiempo, equilibrio y motricidad, que son también básicas en el aprendizaje (Torras, 2002). O sea, estamos hablando del fundamento de todo el desarrollo humano. Por tanto, no se trata solamente de “juego”, en el sentido de algo entretenido, simpático, divertido pero en el fondo intrascendente, sino que es el trabajo del bebé con su madre en los fundamentos de su vida adulta.

Todo esto, que los investigadores estudiaban prodigando las observaciones experimentales, los profesionales podíamos comprenderlo en la medida en que sus resultados eran coherentes e iluminaban nuestra observación clínica. Pero hoy en día estos conocimientos están documentados desde las investigaciones por neuroimagen.

DESARROLLO DEL SNC: INVESTIGACIONES EN NEUROCIENCIAS SOBRE EL PAPEL DE LAS INTERACCIONES TEMPRANAS ESTRUCTURANTES

Como sabemos, el cerebro en el recién nacido está por hacer. Su sistema nervioso goza de plasticidad, la plasticidad neuronal, que permite que el cerebro se construya según las interacciones y las experiencias que el bebé vive. Estas interacciones y experiencias son los estímulos que van creando la estructura anatómica y funcional del cerebro, procesos que han sido estudiados en base a las nuevas tecnologías sobre la neuroimagen. Es indiscutible que es sobre esta estructura anatómica y funcional que se desarrollan la mente y sus funciones, las funciones psíquicas.

Los estudios por neuroimagen demuestran que el desarrollo de las neuronas, de sus dendritas o arborizaciones, de sus sinapsis, de los neurotransmisores necesarios para las conexiones y de la mielinización, dependen, desde el principio de la vida, de la calidad y cantidad de estímulos que el niño reciba en su interacción con su entorno. Eso determinará la calidad de las funciones del sistema nervioso y el desarrollo psíquico de ese niño también cuando sea adulto.

Para que las interacciones del bebé con su entorno puedan facilitar el correcto desarrollo del sistema nervioso deben ser significativas para el niño, para que sean integrables. Eso quiere decir que las manifestaciones y la conducta del bebé deben ser significativas para la madre, que ella debe ser capaz de interpretar bien las señales que da el bebé. Cuando, por el contrario, se crea un círculo de incomprensión mutua debido a que la persona que cuida conoce poco a su bebé, como sucede por ejemplo con los niños institucionalizados, se produce un menor desarrollo de arborizaciones dendríticas y de sinapsis, y una mayor “poda” de neuronas de lo deseable, que afecta especialmente las que corresponden a las funciones menos o peor estimuladas. Si la pérdida neuronal y de conexiones se prolonga, llega a ser irreversible. Esta pérdida de conexiones significa un empobrecimiento de las capacidades psíquicas del niño, del adolescente y del adulto en las distintas áreas: intelectual, emocional, social, capacidad de aprendizaje…

Estas investigaciones son definitivamente importantes en la medida en que documentan las bases cerebrales del desarrollo mental y nos enseñan que el desarrollo del cerebro depende de la calidad de la crianza. Por tanto nos muestran el atentado contra una buena evolución y por tanto contra la salud mental que son aquellos sistemas de crianza que impiden el establecimiento de un vínculo y de un apego seguros y una interacción y estimulación de calidad.

Y qué es lo que nuestro sistema occidental de crianza ofrece hoy en día para el desarrollo mental saludable del bebé y por ende de las siguientes edades?

SISTEMAS ACTUALES DE CRIANZA: DESTINO DE LAS INTERACCIONES NO ESTRUCTURANTES

La crianza no es una cuestión que deciden los padres solos. Por un lado, ellos están influidos por su propia historia, por su personalidad, capacidades, necesidades, etc. Pero además, ellos están inmersos en un contexto cultural, social y laboral que influye sus decisiones y sus posibilidades, mucho más allá de lo que ellos mismos creen.

En la actualidad los sistemas de crianza, y por tanto las interacciones tempranas que ofrecemos a nuestros bebés, no tienen mayormente en cuenta los conocimientos emanados de las investigaciones citadas y por tanto se produce una contradicción flagrante: los bebés son cuidados en la ausencia de figuras suficientemente constantes como para conocerlos a fondo y que en consecuencia puedan ofrecer mayormente respuestas adecuadas, realistas y coherentes y por tanto significativas y estructurantes (Torras, 2002). En estas condiciones la organización de su personalidad está comprometida. En este tipo de cuidado, los bebés, desde edades cada vez más tempranas, suelen pasar la mayor parte de las horas de vigilia en la guardería. Esto influye en el tipo de vinculación que se produce, como siempre que participan demasiados cuidadores demasiado pronto, con la consecuente dificultad para el bebé de orientarse y vincularse, y el riesgo de dispersión. Todo esto produce un cierto grado de “institucionalización”. Para el niño pequeño, que aún no ha incorporado la experiencia de objeto permanente, la separación de la persona central en su mundo, significa la desaparición de la seguridad y la exposición a todos los peligros. En términos psicoanalíticos, significa la pérdida del objeto protector, que es lo mismo que decir la amenaza que son aquellos sistemas de crianza que impiden el establecimiento de un vínculo y de un apego seguros y una interacción y estimulación de calidad.

Y qué es lo que nuestro sistema occidental de crianza ofrece hoy en día para el desarrollo mental saludable del bebé y por ende de las siguientes edades?

SISTEMAS ACTUALES DE CRIANZA: DESTINO DE LAS INTERACCIONES NO ESTRUCTURANTES

La crianza no es una cuestión que deciden los padres solos. Por un lado, ellos están influidos por su propia historia, por su personalidad, capacidades, necesidades, etc. Pero además, ellos están inmersos en un contexto cultural, social y laboral que influye sus decisiones y sus posibilidades, mucho más allá de lo que ellos mismos creen.

En la actualidad los sistemas de crianza, y por tanto las interacciones tempranas que ofrecemos a nuestros bebés, no tienen mayormente en cuenta los conocimientos emanados de las investigaciones citadas y por tanto se produce una contradicción flagrante: los bebés son cuidados en la ausencia de figuras suficientemente constantes como para conocerlos a fondo y que en consecuencia puedan ofrecer mayormente respuestas adecuadas, realistas y coherentes y por tanto significativas y estructurantes (Torras, 2002). En estas condiciones la organización de su personalidad está comprometida. En este tipo de cuidado, los bebés, desde edades cada vez más tempranas, suelen pasar la mayor parte de las horas de vigilia en la guardería. Esto influye en el tipo de vinculación que se produce, como siempre que participan demasiados cuidadores demasiado pronto, con la consecuente dificultad para el bebé de orientarse y vincularse, y el riesgo de dispersión. Todo esto produce un cierto grado de “institucionalización”. Para el niño pequeño, que aún no ha incorporado la experiencia de objeto permanente, la separación de la persona central en su mundo, significa la desaparición de la seguridad y la exposición a todos los peligros. En términos psicoanalíticos, significa la pérdida del objeto protector, que es lo mismo que decir la amenaza del objeto peligroso. Los puntos de referencia se pierden, el niño se desorganiza.

Como consecuencia del escaso contacto, las madres conocen poco a sus hijos; los grandes acontecimientos como iniciar la marcha, los primeros bisílabos y palabras, sacar pañales y enseñar el control de esfínteres, suceden en la guardería, por lo que ellas, y por supuesto los padres, no suelen conocer los datos de evolución psicomotora; cuando se les pregunta, a menudo deben consultar en la guardería. La relación con los padres se diluye, el sistema de apego se desactiva (Rygaard, 2008). Las madres, como consecuencia, se sienten inseguras en relación a lo que deben hacer con sus hijos; esto también, a menudo, deben consultarlo en la guardería. La madre pierde sensibilidad y empatía hacia las necesidades del niño, y confianza en su habilidad para interpretar las señales del bebé y en su capacidad de tomar decisiones en relación a su cuidado. A menudo vive creciente ambivalencia y sentimientos de desapego. Ante esto, el bebé organiza sus propias defensas y por tanto su evolución se resiente: un ejemplo sería: la madre se va? el niño sigue jugando; la madre vuelve? el niño continúa jugando, aparentemente no se entera. Los padres dicen que es tan sociable que acepta ser tomado en brazos por cualquier persona… y además sin mirarla a la cara. El niño tiene una vinculación dispersa, indiferenciada, apagada, “confiada”. Todo lo contrario de la ansiedad de los ocho meses, que nos indica su progreso en la capacidad de diferenciar, función esencialmente estructurante.

Rygaard (2008) dice que en experimentación con chimpancés se ha demostrado que la separación aún corta (14 días) produce en el pequeño alteraciones del EEG que se mantienen aún cuando se recupera el contacto. También se produce disminución de la función inmunitaria. Los chimpancés que durante su primer año habían estado separados de sus madres se convirtieron en adultos con comportamiento inseguro, temerosos y que reclamaban mucha atención; en términos humanos, temor neurótico a la separación. Se les podía observar constantemente abrazados el uno al otro sin participar en las actividades normales del grupo, como jugar y despiojarse. Los que habían estado separados continuamente durante el primer y fuga, no podían reconocer a otros monos ni someterse a las reglas de la sociedad chimpancé y por eso los otros los evitaban. Eran asociales. En otro estudio se observaba un retraso en el desarrollo de las dendritas del sistema límbico.

Volviendo a las madres, en estos sistemas de crianza ellas a menudo viven sentimientos de culpa que estimulan la generación de un sistema defensivo de justificaciones y tranquilizaciones, que trasluce las dudas de fondo e incluso el conocimiento intuitivo, instintivo, de que aquello no es lo que necesita su hijo. Dentro de este sistema, tiene mucha importancia la excusa social: “todos los bebés van a la guardería, por tanto está bien, es lo que hay que hacer”, “más se socializan”, “necesitan estar con otros niños”, “cuanto antes van a la escuela mejor serán sus resultados escolares en el futuro…”. Engaño que se ha esgrimido desde diferentes ámbitos, escondiendo el riesgo de una crianza de poca calidad y negando lo que hoy en día se sabe bien. Estos sistemas defensivos con frecuencia crean un circuito recíproco de incomprensión y de necesidades insatisfechas entre la madre y el hijo. Por supuesto el padre se halla también en este circuito.

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