Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

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Aportes del psicoanálisis al conocimiento de la mente del niño: El juego

PDF: colas-aportes-psicoanalisis-juego.pdf | Revista: 25 | Año: 1998

Caso clínico

Es un niño de 8 años y 3 meses, el pequeño de 6 hermanos. Enviado por indicación del colegio, por problemas de conducta, llamadas de atención constantes, no entender las normas de la clase, levantándose frecuentemente, alzar la voz, no sabe leer ni escribir, no sabe jugar, ni participa en los juegos con los compañeros. Los padres me comentan que lo adoptaron cuando tenía 4 años y 6 meses. Tienen poca información previa, salvo que fue recogido por los servicios sociales con 3 años y medio, por su situación de abandono, “llevaba 3 años atado a la pata de una mesa, sólo gruñía, comía de un plato, en el suelo, como los perros”. Durante un año estuvo atendido por unas monjas de una Residencia. Cuando lo adoptaron, me dicen, que parecía un “subnormal”, tenía gestos de torsión de la cara, apretarse los dedos de la mano. No tenía la noción de “mamá” y “papá”, creía que eran los nombres de pila de los padres. Reaccionó muy despegado, yéndose con ellos fácilmente, olvidándose de las monjas con las que estuvo un año viviendo.

La madre le describe como un niño muy ávido de afecto, y atención, buscando se le haga caso constantemente. Con el agotamiento y a veces la irritabilidad que ello genera en la madre.

Aunque el niño no juega solo, ni sabe jugar con otros niños, existe un oso de peluche con el que el niño duerme. La madre intenta jugar con el oso, o le dice cosas a través del mismo. Por otro lado tiene amigos y se hace querer. Destacan la gran capacidad de contacto visual, le gusta observar y mirar por la ventana todo, interesándole mucho el mar y los coches, poco los programas de la T.V. Comentan el gran desarrollo de su lengua, atribuyéndolo a su uso de pequeño para lamer del plato en el suelo. No dibuja, come con gran voracidad, “parece tener miedo a que se le quite la comida”, busca restos de comida en papeleras a veces, aun recién acabado un bocadillo. Tiene plena autonomía personal para comer, vestirse, asearse.

1.ª Entrevista:
Tiene buen aspecto, con una mirada muy viva, está cauto, sentándose en una silla frente a mí. Después de un silencio largo, durante el que me mira y observa, y tangencialmente la cesta de juguetes. Inicia un jugueteo con sus dedos, y de los dedos con la boca, los mete y saca, los lame, los mordisquea.

Le comento que parece preferir jugar con su boca y sus dedos, no fiándose de mis cosas ni de mis juguetes.

Continúa con el juego, llegándose a meter íntegramente la mano dentro de la boca, con amplio gesto, disfrutándolo. Mientras lo hace, mantiene el contacto visual hacia mí, de forma muy expresiva.

Le comento que me está mostrando su hambre.

No contesta, continúa, iniciando unos sonidos guturales, entremezclado de pequeños gruñidos, aullidos y ladridos.

Yo me quedo presenciándolo. Percibo que algo quiere transmitirme. No entiendo, pero asocio a la información dada por los padres de, comer como los perros, y el uso de la lengua para lamer. Con todo ello y sin reflexionar más, yo empiezo a ladrar, en respuesta a sus ladridos.

El niño se ríe, continuando los dos, imitando y contestando el ladrido, que va adoptando tonos diferentes, que parecen de aviso, de dolor, cambia su fuerza y el ritmo.

Después de un rato me dice asustado, que tiene miedo a los perros. A continuación representa, con dos dedos de su mano y cambiando su voz, que es Pato Donald, va describiendo todo lo que ve en el despacho, con la voz de este personaje, vuelve a hablarme del miedo a los perros, que le muerden el culo. Preguntándome si su madre le estará esperando.

A continuación, manteniendo la posición sentada, juega a dormirse y comprobar si le miro. Luego me señala sus pies, diciéndome, “son pequeñitos”, empiezan a hablar de forma no entendible.

Le pido me lo traduzca, a lo que accede.

Me entero que, los pies pequeñitos tienen miedo y que se van haciendo mayores, para ello los va levantando, mientras continúa sentado, hasta la altura de su cabeza aproximadamente.

Al finalizar la entrevista, me muestra su deseo de volvernos a ver.

2.ª Entrevista:
La inicia con los sonidos guturales y los ladridos ya conocidos, respondiéndole de la misma forma. Transcurrido un tiempo, permaneciendo sentado, inicia una conversación, donde sus dos dedos, que son Pato Donald, me dicen, “tenía mucha hambre y se puso malito de empacho”, me habla también de sus enfados, que se le pasan por la noche.

Poco a poco, va apareciendo una temática, en la que cada vez que Pato Donald, abre la boca, escenificado con los dos dedos abiertos, y muestra su hambre, teme la aparición del trueno, acompañándolo de un fuerte sonido atronador, reacciona asustado, buscando refugio en la cueva, (que es el respaldo de la silla), quedando la boca cerrada.

Posteriormente representa el crecimiento y el hacerse mayor, a través de los pies pequeñitos, parecido a la sesión anterior. Después de repetirlo varias veces, se anima a dar unos pasos por el despacho, haciendo intentos de tocar con la boca el picaporte, la mesa, el radiador, apareciendo en esos momentos el trueno con su sonido, escondiéndose en el refugio de la silla – cueva. Se repite varias veces.

Estas entrevistas pueden dar pie a múltiples reflexiones, algo que invito a todos. La primera que yo adelanto, tiene relación con la actitud del terapeuta ante el niño y la respuesta contratransferencial, dejándome guiar por la percepción comunicativa que me transmitía el niño, fundamentalmente a través de su mirada. La segunda, poderme permitir, regresar, para ponerme a su nivel, como un igual, permitiendo que el niño me sintiera cercano y confiable. Para mostrarme algo de su interior, el “pequeñito”, con su voracidad, deseos de crecer y hacerse mayor. Junto a la amenaza y el temor que aparece, a través del trueno.

En este caso, extremo, creo que uno debe darse la libertad de estar con el niño. Dentro del objetivo, para el que, insisto, uno está como profesional. Poder establecer una relación, que sienta suficientemente fiable, para animarse a transmitirte sus necesidades, fantasías, y en definitiva su mundo interno. Para poderle comprender y ayudar a entender, lo que le ocurre, para poder manejar y adueñarse de su realidad, tanto interna como externa.

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