Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

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Los trastornos del comportamiento en el sistema de protección a la infancia y adolescencia: la conducta de los menores y el papel de los profesionales

PDF: galan-conducta-menores-papel-profesionales.pdf | Revista: 43-44 | Año: 2007

En todos los casos se trata de conductas disociales, no negativistas.

3.2. Los profesionales

Para cada una de las variables evaluadas, se obtuvo la mediana como medida de tendencia central. Además, en aquellos ámbitos donde se preguntaba por cuestiones individuales del profesional, se realizó una comparación entre los sujetos en función de la antigüedad en el puesto de trabajo; para ello, se establecieron cinco franjas temporales (0-12, 13-36, 37-60, 61-120, y 121-432 meses), y se aplicó la prueba de Kruskal-Wallis. A continuación presentamos los bloques de variables tal como fueron analizadas; en las tablas sólo se indica la significación cuando ésta resultó estadísticamente significativa.

A. Grado de satisfacción con las condiciones del recurso residencial

En la tabla 4 aparecen los niveles de satisfacción de los profesionales en cada uno de los ámbitos evaluados, puntuados en una escala de 1 a 5. En general, la satisfacción es media o alta. Los niveles medios de satisfacción se dan en la relación con las familias de los menores, las condiciones económicas, el ambiente físico, las perspectivas de futuro y la posibilidad de compatibilizar esta ocupación con otras. Y es mayor en lo relativo a las relaciones con los compañeros, los adolescentes, los niños, la dirección del recurso y el proyecto educativo.

Respecto a las diferencias según la franja de antigüedad, en varios ítems se produce una progresiva pérdida de satisfacción cuando se pasa de los tres años desempeñando la labor; este descenso se pararía al llegar al grupo con diez años o más años de antigüedad; en efecto, en este último grupo se produce un ligero aumento de satisfacción respecto al grupo de 5-10 años de antigüedad. Más en concreto, esta evolución temporal se da en la relación con los adolescentes y los niños, las condiciones económicas y las perspectivas de futuro.

B. Significado de trabajar en el recurso residencial

Cuando los profesionales valoran en una escala de 1 a 5 qué significa para ellos el desempeño de su actividad profesional, se obtienen los resultados que aparecen en la tabla 5. Las puntuaciones generales tienden a ofrecer una buena imagen de la labor que se realiza. En efecto, aparecen medianas de 4 al describir su labor como un reto por el que merece la pena esforzarse, o como una oportunidad de desarrollar la ocupación elegida, de autorrealización personal o de desempeñar una función social importante. En cambio, aparecen medianas de 2 al describir su trabajo como una tarea imposible o como un lugar estresante en el que continuamente se fracasa.

Las diferencias según las franjas de antigüedad muestran en todos los casos un empeoramiento en el compromiso con la labor (descripciones del trabajo como oportunidad de satisfacción personal, como una tarea imposible en la que no se ven resultado o como un lugar estresante en el que continuamente se fracasa); la visión más optimista es siempre de los trabajadores en su primer año, empeora ligeramente al pasar a la segunda franja (segundo y tercer años), sigue empeorando en la tercera franja (hasta el décimo año) y se produje una ligera mejoría para los sujetos con más de diez años de antigüedad laboral.

C. Recursos en el funcionamiento del Equipo

Al considerar cuán disponibles (en una escala de 1 a 5) están algunos recursos útiles para enfrentarse a situaciones difíciles, se obtienen los resultados que aparecen en la tabla 6. En gran medida se dispone de proyectos educativos y de la posibilidad de encontrar el apoyo del grupo (medianas de 4 y 5).

D. Creencias acerca de las necesidades para mejorar la calidad de la educación

Cuando se preguntó a los profesionales en torno a lo que consideraban necesario para la mejora en la calidad de la educación proporcionada a los menores (en una escala de 1 a 5), respondían que juzgaban conveniente la introducción de cambios en numerosos ámbitos del funcionamiento del recurso: las condiciones laborales (estabilidad, salario, reconocimiento, formación), los medios de trabajo (el entorno físico, recursos materiales, número de profesionales), el desarrollo de proyectos educativos, o la provisión de apoyo psicológico a menores y educadores (tabla 7). Aquél en el que se demandaba un cambio de forma más señalada (mediana de 5) es en proveer apoyo psicológico a los menores. En el resto de los ámbitos se obtenían medianas de 4.

Respecto a la variable “antigüedad”, aparecían diferencias en los tres ítems más referidos a las necesidades de los propios trabajadores; en efecto, el paso de los años implica un deseo de mayor reconocimiento salarial y profesional, y de un mayor apoyo psicológico; como en ítems anteriores, se advierte un ligero descenso para los profesionales con más de diez años de antigüedad. En cambio, para los factores más referidos al funcionamiento global del centro, no aparecían diferencias según el tiempo trabajado.

E. Necesidades de formación

Los profesionales reclaman formación en las nueve áreas que se propusieron como posibilidades (tabla 8). En efecto, las medianas eran de 4 y 5 (este último valor aparecía al demandar formación sobre cómo enseñar a los adolescentes a rechazar la violencia, cómo prevenir conductas auto-destructivas o de riesgo, y sobre educación emocional y prosocial). Respecto a las diferencias por antigüedad, sólo aparecen diferencias en cuanto a la demanda de formación sobre la adolescencia en general, cómo enseñar a los adolescentes a rechazar la violencia, de qué forma desarrollar una disciplina no autoritaria, la educación emocional y la educación prosocial. Resulta llamativo que sean sistemáticamente los más novatos quienes consideren menos necesaria la formación.

F. Modalidades formativas

Al preguntar a los profesionales sobre la modalidad formativa que les satisfaría y en la que participarían, usando una escala de 1 a 5, los resultados fueron los que aparecen en la tabla 9. En general, existe disposición a recibir formación en formatos muy diversos, obteniéndose medianas de 4 en las nueve modalidades. Además, apreciamos que no existen diferencias en relación a la antigüedad en el puesto de trabajo.

G. Agresiones sufridas por los profesionales

Entrando más directamente en el ámbito de las conductas disruptivas presentadas por los menores, se preguntó a los profesionales en qué medida (en una escala de 1 a 5) habían sido víctimas de agresiones en el último año, o habían sido testigos de las que sufrían sus compañeros. Los resultados aparecen en la tabla 10. Se advierte que las experiencias de agresión sufridas por uno mismo no son habituales, obteniéndose medianas de 1 en relación a las agresiones recibidas por el profesional o por sus posesiones; las agresiones psicológicas (insultos, humillaciones, etc.) son más habituales, con una mediana de 3. Al cuestionar acerca de experiencias en que se es espectador de agresiones, las medianas son mayores (3 para agresiones psicológicas o a las posesiones de compañeros, y 2 para violencia física). No aparecen diferencias según la antigüedad en el puesto de trabajo.

H. Actitud de los adultos ante agresiones entre adolescentes

Cuando se pidió a los profesionales que valoraran qué actitud y conducta muestran los adultos del recurso residencial cuando los adolescentes se pelean entre sí, los resultados fueron los que aparecen en la tabla 11 (con valoraciones de 1 a 5 para cada respuesta). A la hora de intervenir en agresiones entre adolescentes, la actitud menos habitual es la de limitarse a poner un castigo (mediana de 1). Tampoco es habitual no saber impedir esas agresiones, aunque esto ocurre algunas veces (mediana de 2). Las acciones más habituales (mediana de 4) son tratar de desarrollar alternativas a la conducta violenta, ayudar al agresor a ponerse en el lugar de la víctima, y trabajar individualmente con ambos. Aplicar sanciones en un contexto democrático es una medida que a veces se adopta (mediana de 3).

I. Acciones para prevenir la violencia de los adolescentes

Cuando se cuestionó a los profesionales por las actividades que se habían realizado en su recurso residencial para prevenir la violencia, se obtuvieron los porcentajes que aparecen en la tabla 12. Los resultados muestran que las acciones realizadas para prevenir la violencia entre adolescentes han sido el desarrollo en los menores de habilidades sociales y emocionales (88,4 %), la labor de grupo entre los adultos del centro para mejorar la eficacia conjunta (80,7 %) y el trabajo democrático sobre las normas de convivencia (80,7 %). Las menos utilizadas han sido formar a los educadores sobre los problemas de los adolescentes (30,4 %) y enseñar a los educadores cómo prevenir la violencia (27,9 %).

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