Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

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La simbolización y el proceso psicodiagnóstico: apuntes para un seminario

PDF: puertas-simbolizacion-proceso-psicodiagnostico.pdf | Revista: 25 | Año: 1998

4. LA CONSTITUCIÓN DEL ESPACIO INTERNO, EL ACCESO A LO EDÍPICO

Hemos visto que el espacio mental es coetáneo a la fase de separación-diferenciación. Es el momento en que el niño más instalado en la fase depresiva percibe la presencia del tercero, del padre (ya que aceptar a la madre como objeto separado lleva al reconocimiento del padre no ya como objeto parcial de la madre sino formando parte de su mundo). Una función importantísima del padre en estos momentos es parar el bombardeo de identificaciones proyectivas mutuas entre el niño y la madre. El padre posibilita también la separación, media entre el bebé y la madre para no perpetuar el estado de indiferenciación, para encaminar la situación de la madre-bebé a la madre y bebé.

Bion dice que si la relación entre el continente y el contenido es buena dará lugar a un tercer objeto de manera que se pueda compartir. Si no ha sido suficientemente buena dará lugar a un tercero destructivo para los tres. Ya que el niño con el fin de preservar el objeto materno deposita “lo malo” en el tercero. Este tercero es una zona clivada peligrosa, el padre se erige en el receptor ideal para tales proyecciones, si no son masivamente persecutorias (buena relación previa) y él es un buen continente se pueden ir elaborando para acceder a una trinidad en armonía.

R. Britton (1989) condensa de esta manera lo dicho: “La constatación por parte del niño de la relación de los padres entre ellos constituye la unidad de su mundo psíquico, limitándolo a un mundo compartido con sus dos padres, en el cual diferentes relaciones de objeto pueden existir. El cierre del triángulo edípico por el reconocimiento del vínculo que une los padres procura una frontera que establece los límites al mundo interno”.

En esta situación el tercero excluido de las diferentes relaciones que se pueden ir dando (madre-niño excluido: padre; padre-niño excluido: madre; padre-madre excluido: niño) no tiene porqué ser hostil.

Es un observador benévolo.

Segal relata un sueño de una paciente que me parece ilustra claramente este momento: la analista le pide a su paciente que al día siguiente acuda diez minutos antes a la sesión, dicha paciente da aparentemente buenas razones para explicar que eso no era posible, entonces Segal le comenta que para ella es inevitable salir diez minutos antes, fue entonces cuando encontró la manera de llegar esos diez minutos antes. Al día siguiente llevó el siguiente sueño a su analista: “Caminaba por una carretera agradable, rodeada de árboles frondosos. Cuando llegó al final de la carretera no había forma de continuar. Volvió sobre sus pasos y vio un claro en el cual había una pareja teniendo una relación sexual muy intensa. La relación no era solamente física. El hombre parecía decirle a la mujer cuán apasionadamente la amaba. Ella observaba esta escena con gran interés. Su primera asociación fue decir que esta escena no tenía nada de voyeurista o exhibicionista, asocia también el final del camino a lo que Segal le había dicho de terminar diez minutos antes. La interpretación sería que la carretera frondosa representaba su fantasma de encontrarse en el interior de su analista y de controlarla. La frustración a propósito del adelanto de unos minutos le muestra que eso se ha acabado. Cuando ella renuncia a ese fantasma queda confrontada a una apertura sobre otro espacio. Un claro en el cual aparece la relación sexual de los padres y en el sueño esto no está estropeado por proyecciones voyeurista.

Esta parte benéfica que observa será un aspecto necesario en la vida mental para la existencia del insight, será la base de una actitud constructiva epistemofílica. Esta parte que observa se convierte en ese aspecto yoico que posibilita la autoobservación, la reflexión, el sujeto se convierte en intérprete de sus propias vivencias. En el momento en que el bebé es capaz de vivenciarse como intérprete de sus percepciones nace el bebé como sujeto. Toda vivencia a partir de ese punto es una creación personal.

Para Winnicott, el periodo de fenómenos transicionales se puede entender como la fase de internalización por parte del bebé de la matriz psicológica. Lo que se internaliza para Winnicott es la madre como entorno sustentador, no la madre como objeto. Aquí está cerca de Bion cuando habla de la internalización de la función alfa.

Cuando hablamos del espacio interno hablamos de un espacio contenedor en el que trabajamos creativamente, en el que descansamos de forma organizada, en el que soñamos, en el que jugamos.
Sintetizando las diferentes aportaciones teóricas, el espacio psíquico se constituye en la internalización de una madre continente-sustentadora que se relaciona con un padre benéfico, que posibilita la internalización en este hijo de un aspecto yoico que le convierte en sujeto intérprete.

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