Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente

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La simbolización y el proceso psicodiagnóstico: apuntes para un seminario

PDF: puertas-simbolizacion-proceso-psicodiagnostico.pdf | Revista: 25 | Año: 1998

Otro ejemplo:
Una paciente anoréxico-bulímica en grupo: a los cuatro meses de proceso grupal comenta: “Ayer me di cuenta de algo… estaba en casa con mi novio y escuché una canción que me gustaba, él estaba viendo la televisión, le llamé y no vino. Me puse inmediatamente a hacer gimnasia. Me llamó la atención la reacción que tuve ¿por qué me pondría yo a hacer gimnasia?” Aquí vemos el inicio de esa trinidad:

Aquí vemos como se está organizando un espacio psíquico en donde la paciente por primera vez puede interrogarse acerca de una conducta. Ella ha encontrado una asociación entre dicha conducta y un suceso anterior, está diciendo que la realidad tiene una incidencia subjetiva que provoca una conducta. Está asumiendo su propia subjetividad. Está pudiendo funcionar como un aliado terapéutico, sólo en este estadio se puede hablar de alianza terapéutica, cuando ese Yo autoobservante colabora con el del terapeuta.

El espacio triangular es también el espacio de la creación de un nuevo bebé. Cuando no hay saturación por las proyecciones mutuas es cuando se permite el nacimiento de nuevos pensamientos, dos pueden unirse como los padres para generar algo nuevo: niños-pensamientos.

Para Meltzer, el espacio tridimensional está precedido por el unidimensional y el bidimensional y le sucede cuatridimensional. El hace una teorización interesante poniendo en paralelo la espacialidad psíquica y la prevalencia de diferentes mecanismos de identificación que generan diferentes cualidades de relaciones de objeto y da acceso a la temporalidad. Así:

  1. El espacio unidimensional propio del autismo está caracterizado por la ausencia de actividad mental. La distancia y el tiempo están confundidos.
  2. El espacio bidimensional será la sede de las identificaciones adhesivas que marcará una relación superficial con los objetos y el self, incapaz de albergar un pensamiento que procese la experiencia vital más allá de la experiencia sensorial. El tiempo será vivido de forma circular y el acceso al “aprendiendo de la experiencia” bioniano esta vedado.
  3. El espacio tridimensional posibilita una relación en profundidad con el objeto: tanto el self como el objeto son percibidos conteniendo espacios potenciales aunque la prevalencia de la omnipotencia determina la de las identificaciones proyectivas. El tiempo oscilatorio del estadio anterior tienen que pasar, con la renuncia de la identificación proyectiva como eje de organización en la relación de objeto, a convertirse en unidireccional, esta tendencia se va a consolidar con la conquista de la cuatridimensionalidad.
  4. El espacio cuatridimensional: decíamos que con la renuncia a la omnipotencia se conquista una concepción del mundo en cuatro dimensiones, la cuarta dimensión marcada por el vector tiempo. En este contexto interno se pueden desarrollar las identificaciones introyectivas. Estas entran en juego para liberar la vida mental de la esfera narcisística, posibilitan el enriquecimiento progresivo con la participación vivencial en la realidad. Meltzer las define así: “La renuncia es su condición previa, el tiempo es su amiga y la esperanza su seña de identidad”.

Ya Ferenczi, en su artículo “El cuerpo de introyección” (1912), había definido este movimiento psíquico: “He descrito la introyección como la extensión hacia el mundo exterior del interés en origen autoerótico, introduciendo los objetos exteriores en la esfera del Yo (….) Considero todo amor objetal como una extensión del Yo o introyección”. Para Ferenczi, la introyección representa el proceso que está en el mismo núcleo de la constitución del Yo. Insiste sobre la idea de proceso diferenciándolo de mecanismo. Para él, la incorporación es un mecanismo primitivo de asimilación de una parte del objeto en el narcisismo primario del sujeto que se diferencia de la introyección, proceso que implica en las primeras relaciones madre-hijo la interiorización del otro y del deseo de éste… Así, es la introyección del objeto lo que permite en el sujeto la transformación del narcisismo primario en narcisismo secundario, y el paso del autoerotismo al amor objetal.

5. EL CUERPO Y EL ESPACIO. BASES DE LA ORGANIZACIÓN PERCEPTIVO-ESPACIAL PARA LA INTERPRETACIÓN GRÁFICA

Para el acceso a la exploración de la capacidad simbólica del niño, hay un punto que nos resulta de extrema importancia. Estamos hablando de la organización perceptivo-espacial como resultante de los logros en la adquisición de la autonomía objetal y corporal.

Hemos elegido la obra de Sami-Ali “El espacio imaginario” que ilustra convenientemente lo que queremos explicar.

En la mente humana conviven diferentes formas de organización espacial. Las más arcaicas estarían regidas por el principio del placer y pertenecen al inconsciente. Se tratan de las dos formas más primitivas y más evolucionadas del ESPACIO IMAGINARIO. Dichas formas conviven con el ESPACIO DE LA PERCEPCIÓN perteneciente al consciente y regido por el principio de realidad. Este espacio veremos que es el fruto de una evolución y lo entendemos como una conquista psíquica.

¿Qué papel juega el cuerpo en la especialidad?

La organización espacial no es más que la proyección sensorial de las vivencias e imágenes corporales. El cuerpo constituye el espacio y no a la inversa. Son las impresiones kinestésicas las que dan acceso a la percepción espacial. El espacio es inicialmente corporal.

Espacio imaginario = cuerpo

Esta ecuación nos servirá para entender cómo en la medida que el cuerpo vaya conquistando una autonomía, el sujeto podrá acceder a la percepción de formas espaciales más cercanas al espacio real.

Lo mismo ocurre con los objetos. En principio no son más que imágenes corporales, sujeto y objeto están confundidos en una relación fusional.

El cuerpo constituye un esquema de representaciones que está en el origen de toda simbolización. Todo símbolo es recreado a través del propio cuerpo. El cuerpo posee ese poder original de proyección:

Ferenczi (1913) describe de este modo el nacimiento de la actividad simbólica en el niño:

“El psiquismo del niño (y la tendencia del inconsciente que subsiste en el adulto) tiene, en lo que concierne al cuerpo propio, un interés primero exclusivo, después preponderante, por la satisfacción de sus pulsiones, por el goce que le procuran las funciones excretorias y actividades como succionar, comer, tocar las zonas erógenas. No es entonces asombroso que retengan su atención en primer lugar cosas y procesos del mundo exterior que le recuerden, incluso por una semejanza lejana, sus más caras experiencias.

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